domingo, 24 de noviembre de 2013

Palermo

Por cosas de la vida y de la muerte llevo cinco días recorriendo a fondo el barrio en el que crecí.  Llevando y trayendo encargos y gente, ayudándole a mi mamá a organizar y repartir las cosas que dejó mi abuela y durmiendo donde mis papás para hacerlo todo más fácil y para acompañar a Pili en este momento.

El caso es que todo eso me ha puesto nostálgica y me dieron ganas de hablar de Palermo.  Yo no sé por qué para mí será tan importante el arraigo, pero si hay algún lugar del mundo que siento mío es este barrio.  Es mío: sé dónde quedan todos los almacenes y restaurantes, conozco los nombres de un 80% de los edificios, he estado en todos los parques "parchando", creo que he rumbiado en todas sus calles, me he dado besos en casi todas las esquinas y me he sentado en una buena proporción de sus andenes. Es mío.

La casa de mis papás está bien ubicada, queda más o menos en la mitad de Palermo.  Cuando llegamos era la última cuadra construida de muy pocas.  Nos tocó ver, literalmente, la construcción del resto del barrio.  Ya casi no quedan lotes vacíos, pero todos los que llegaron lo hicieron después que nosotros.  Les dimos la bienvenida.  Eso debe contribuir a que aquí me sienta completamente territorial.  Si pintan una casa, si tumban otra, si ponen un local de comida, hago control de cambios mental y apruebo o repruebo los cambios y los nuevos vecinos.

Ha cambiado mucho Palermo, sin embargo, recuerdo cómo era todo en mi adolescencia, tal vez la época en la que uno vive con mayor intensidad estar afuera, cuando salir era una prioridad.  Me parece que somos muy afortunados los que podemos crecer en barrios.  Esos conjuntos residenciales son un remedo muy malo, son como la versión enlatada de lo que de verdad es salir a la ciudad sin cerramientos ni barreras.

En la esquina de la calle siguiente a la casa de mis papás vivía JDT, que creo que fue el primer mejor amigo que tuve.  Mucho tiempo después de dejar de ser amigos seguía mandándole tarjetas de feliz navidad a mis papás.  Una vez intentó darme un beso pero "yo te quiero como a un hermanito". Ese tino mío para dejar pasar buenos partidos, JDT lo era.  Después de eso agarró a un ladrón por aquí cerquita.  Le dio un puño que le dañó la mano.  Era un héroe de 16 años.

Una cuadra más abajo de la casa de JDT vivía JCT, que sí fue novio mío.  Fue novio mío porque su mejor amigo era novio de mi mejor amiga y era todo muy conveniente.  Le decíamos "Super" porque una vez se lanzó como Superman por un precipicio detrás de un balón.  Fue el primer novio que me lo pidió.  Yo dije que sí sin tener ni cinco de ganas y debió ser todo muy evidente porque no lo logramos.

Cuatro cuadras más arriba está la casa de JR.  Corro el riesgo de ponerme muy cursi porque ese fue el único noviazgo que vale la pena destacar de toda esa adolescencia.  Lo adoré.  Lo quise de verdad, verdad y creo que de la misma manera me quiso él a mí.  Terminamos porque le puse los cachos con un personaje que con los años se ha puesto cada vez más insoportable.  Y JR sigue siendo un amor.  Todavía me dan nervios cuando me lo encuentro y, a no ser que lea esto, seguiré negándole esa grave traición.  Nunca fui capaz de decirle que sí sucedió.

A siete cuadras de aquí quedaba la casa de MH.  MH era hermosa (sigue siendo) y estaba llena de amigos.  Era lo que las películas gringas estereotipan como la niña más popular del colegio, solo que en esa época no le decíamos así a eso.  MH era hija de los mejores amigos de mis papás y debido a eso compartimos mucho tiempo juntas sin ser realmente amigas.  Cada que iba a su casa me sentía en una versión de Girls just wanna have fun interminable que me ponía profundamente nerviosa.  Si salíamos juntas terminábamos casi siempre montadas en el carro de algún amiguito haciendo trompos en las calles que seguían sin ser construidas.  MH no conocía el miedo, estar con ella siempre me pareció un riesgo del que me daba pena huir por cobarde pero que fue lo que siempre quise hacer.

A una cuadra de la casa de mis papás queda el punto central del barrio, donde estaba la tienda de la Mona.  En ese lugar las cuatro cuadras que deberían ensamblar perfectamente no lo hacen y adicionalmente una de las esquinas es rematada por un parque lo que crea un espacio amplio con árboles que a mí me parece hermoso.  Ahí nos juntábamos todos los adolescentes de finales de los 80 a no sé qué exactamente.  Ese fue el escenario de todo.  Si tuviera que describir en un solo lugar a Palermo y en una sola experiencia a mi adolescencia sin duda tendría que ser la reunión de más de 100 muchachitos en esas cuatro calles, cuatro esquinas, una tienda y las casas de los que vivían más cerca.

Ahí oí por primera vez a un amiguito diciendo que se masturbaba, supe que existía la marihuana y la cocaína y que tenía conocidos que las usaban.  Ahí se miraban feo los de tal colegio con los de tal otro.  Ahí presencié dos peleas que después salieron en La Patria.  Ahí tomé aguardiente y ron tal vez por primera vez en mi vida.  Ahí aprendieron a fumar unos.  Ahí supe que había unas novias muy queridas que ya lo daban y otras que éramos bobas.  Ahí conocí a un montón de ejecutivos, ganaderos y cafeteros actuales que no pensé que volvería a ver en mi vida.

Hace poquito me encontré con uno de esos personajes que conocí en la tienda de la Mona, nos saludamos y me dijo "¿usted sí se acuerda de mí?" y le contesté por reflejo lo que de verdad estaba pensando: "claro, no pensé que Usted fuera a sobrevivir".