lunes, 24 de julio de 2017

Un caso de intolerancia

Esta mañana los periodistas de Permiso me desahogo fuimos testigos de un verdadero caso de intolerancia.

La situación involucró a dos conductores de vehículo a la altura de la calle 57 con Avenida Paralela de la ciudad de Manizales, cuando uno de ellos se disponía a parquear en un garaje cuya entrada acababa de ser obstruida por la conductora de otro carro.

Los pitos y reclamos no dieron espera y, como estos suelen ser contagiosos, otros carros se sumaron a la protesta sonora al verse detenidos por los dos carros en cuestión.

La mujer tuvo que volver a ingresar a su vehículo para moverse a otro lugar en medio de los recalmos airados que, manoteando, hacía el dueño del vehículo perjudicado que, al parecer, quería parquear en su lugar de residencia, ya que actuaba como si fuera el dueño del garaje, para no decir, de toda la ciudad.

Fue justo en ese momento cuando el dueño de toda la ciudad amedrentó a la mujer acercando peligrosamente el carro de manera amenazante al otro vehículo, ante lo cual la mujer respondió con absoluta indiferencia esperando pacientemente a que el señor le diera vía para poder mover su carro y mientras los demás vehículos detenidos continuaban con su pitería.

La situación se resolvió sin daños físicos ni materiales, pero tal vez quedan algunos daños psicológicos y otros que afectan el espíritu amable de esta ciudad.

jueves, 6 de julio de 2017

Usted me gusta

Uno de los aprendizajes más bacanos de los últimos años ha sido aprender a decir sin tanto miedo "usted me gusta". Como me imagino que pasa casi siempre con esas cosas, el aprendizaje empezó (no llegó, sino que empezó) después de que estuve muchos años sin decírselo a alguien. Cuando lo hice las cosas salieron mal, al día de hoy no se han recompuesto y tal vez ya nunca se recompondrán. Tal vez me hubiera librado de todo eso de haberlo dicho desde un comienzo. Tal vez las cosas hubieran salido bien. Qué importa, es llorar sobre leche derramada. Pero los intentos, pocos, de decirlo, que he hecho hasta ahora sí han salido muy bien. Y me bastan esos para entender que no pasa nada, que no se me arruina nada si lo digo, que el otro no tiene tanto poder sobre uno, aunque nos guste mucho. Ahora que estoy más cerca del fin de ese miedo me cuesta trabajo recordar a qué era que le temía tanto. Una de esas veces me dijeron que no sabían si sentían lo mismo por mí y tampoco pasó nada grave. Ya me cuesta trabajo entender por qué sentía ese miedo. Pero sí creo que estaba relacionado con la vanidad, el ego frágil y esas cosas de las que uno cree que depende su fortaleza.

Recuerdo hace años alguien explicando cómo funcionan los miedos. Uno está dentro de un círculo estrecho. Todo lo que sucede por fuera de ese círculo, que son todas esas cosas que no hemos hecho nunca, pueden producirnos miedo. Pero en el momento en el que uno sale del círculo y hace algo nuevo comienza a agrandarlo, a incluir dentro las cosas a las que uno les agarra confianza.

Suena a autoayuda, y qué aburrido, pero no toda será despreciable.