miércoles, 21 de noviembre de 2012

Querido diario

Me toma mucho tiempo darme cuenta qué siento frente a alguna cosa particular.  Muy raro.  A pesar de ser tan emocional, o tal vez por eso, las emociones fuertes anestesian las menos importantes y de esas me percato cuando ya se han asentado ahí y llevan buen tiempo o cuando las otras les dan espacio para manifestarse, no sé.

El caso es que creo que cambié.  Pero bueno, uno siempre cambia.

Cuando estaba chiquita, después de bañarme, mi mamá me sacaba al antejardín de la casa a jugar y a recibir sol.  Cuando pasaba alguien yo acompañaba al desconocido hasta la esquina de la cuadra preguntándole cosas y me devolvía al antejardín.  Creo que esa escena ha definido mi carácter durante casi toda la vida y es frente a eso que ya no me siento tan cercana.

No soy cautelosa, confío en la gente con mucha facilidad, sigo siendo una persona simpática, no es que me haya vuelto precisamente un ogro y tampoco es que quiera exactamente definir qué es lo que ha cambiado pero siento cierta distancia entre eso y yo... hoy que le conté a mi hermana dijo "sosiego" y sí, algo como eso.

Deben ser las experiencias. La Experiencia. La edad. La madurez.  Alguna cosa de esas, no sé.  Pero eso llegó después de unas arrugas.

15 comentarios:

Ángela Cuartas dijo...

Yo quiero buscar un equilibrio en eso. Quiero creerle a mi profesora de yoga que el otro día me dijo que había sufrido una decepción amistosa muy fuerte, que le dolió muchísimo, y que después de un tiempo empezó a darse cuenta de que ya no se estaba acercando igual a las personas, como que tenía recelo con la gente y no se sentía capaz de entablar amistades estrechas. Cuando se dio cuenta de eso dijo "si madurar o crecer es esto, yo no quiero madurar, la vida ya no es bacana si uno no se puede entregar a las personas". Ella me dijo que hay que vivir los dolores y las decepciones de verdad (sin ahogarlos) para renovarse y poder volver a estar abierto después. Yo le creo a ella. Es decir, no quiero cometer los mismos errores, quiero cometer errores distintos. Y llorar todo lo que tenga que llorar.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ay... ve, es como el subtexto de esta entrada. A mí me pasó lo mismo de tu profesora de yoga y ahora que lo mencionas me parece que el "destino" me llama a aceptar que tal vez eso venga de ahí, entre otras cosas. No sé. ¿A qué se refieren con no ahogar esas decepciones? ¿A llorar o a ir a gritarle al otro que deje de ser tan marica? Yo hice lo primero pero lo otro no. Segundo casito en mi vida en el que no voy y me desahogo con toda la fuerza de mis emociones que son en esos casos espantosas porque me he vuelto qué... me he vuelto de pensar "para qué putas le dice uno a la gente lo que piensa si la gente no va a cambiar", pero tal vez eso sí le sirve a uno más que al otro, me refiero a eso de ir y decirle sus verdades a la gente... no sé.
En estos días también estaba pensando que la vida se va volviendo esas historias de uno, la vida va tomando forma en la historia, o sea, la vida es el pasado de uno... el futuro será después más historia, pero es como imposible que el pasado no deje huella y que a partir de eso y cómo uno lo enfrente no vaya uno creciendo o madurando o eso... o sea, según dice tu profesora me parece que eso sí es madurar, lo que pasa es que uno verá cómo madura o hasta qué punto permite que esas cosas le cambien el sabor a la madurez de uno.

milserifas dijo...

Ángela, Ana María:
Las leo con muchísimo afecto.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ay, es recíproco, Fredy : ) Abrazo emocionado.

Ángela Cuartas dijo...

No, no es ir a reprocharle nada al otro. Aunque a veces es necesario un poquito. Pero no, no es eso. Es llorar, vivir el dolor, no tratar de hacer como que no está ahí (eso hacía yo). Se queda ahí atrancado y después uno está más cerrado, como estancado en el pecho.

Yo creo que en parte lo que pasa es que uno se cansa. Es normal cansarse, como "ay, qué pereza otra vez, qué fatiga". Y pues sí, pero bacano esforzarse también.

Ángela Cuartas dijo...

Fredy, yo también, te mando un abrazo.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ah, bueno, entonces yo creo que encerrarlo sí no hago... lo que procuro es no dar mucha lora, pero no sé si eso sea bueno o malo. Mis amigos van a decir que sí doy mucha lora, pero los amigos están para aguantarse la lora de uno, que no frieguen.
Vuelvo a lo primero que dijiste, lo importante es encontrar un equilibrio ahí.

Manfre dijo...

Como asi que la sacaban a secar al sol !!!
jajajja
un abrazo, todos cambiamos, eso no es problema, y las arrugas son lo de menos desde que sean de reirse...

Ana María Mesa Villegas dijo...

Jajajaja Sí, mi mamá hacía eso... saque a Luciana y verá cómo se le pone de divina, pues, más.
¡Gracias por comentar!!! : )

Rioskat dijo...

Dijeron amigos que dan lora y me sacaron de la cama.

Yo vivo siempre con la misma duda, ¿será que ya estoy aburriendo a mis amigos?

A veces descubro que no, especialmente cuando los otros comienzan a contar sus historias y uno descubre que todos estamos casi del mismo lado.

besos,

lora

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ay, uno necesita dar lora. Necesita. Siquiera hay amigos que le aguanten a uno toda la lora, Lora.

Adriana Villegas Botero dijo...

Siquiera uno cambia. Aunque a algunos les gustaría que aún tomaras el sol en el antejardín.
Picos!

Anónimo dijo...

Es válido, uno cambia porque la vida lo hace a uno mucho más prevenido, también recuerdo con mucho cariño cuando solía confiar con facilidad en cualquier persona y ya sin mirar malas intenciones.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Adri, yo contigo salgo al antejardín todas las veces.
Ronnie, gracias por comentar.

Leandro Loaiza Largo dijo...

De acuerdo, dar lora es lo esencial en la amistad. Un abrazo.