Me da dificultad aceptar que tengo motivos para querer cambiar algo.
Ni siquiera uso con frecuencia la palabra inconformidad porque procuro que me guste lo que soy y lo que tengo. Y me gusta. O será de cómoda, o de miedosa.
Pero ya quiero cambiar.
Me aterra decirlo y que después no pase nada. Que es lo más probable. Por alguna parte hay que empezar.
Aquí en el blog donde suelo (o solía) empelotar esos sentimientos queda como muy bien decir que quiero que algo cambie. A veces me ha pasado que con solo decir algo las cosas empiezan a obrar. ¿Vio? Ya empecé por no hacer nada y dedicarme a esperar que algo extraordinario le dé un giro a todo lo demás.
Quisiera que no fuera solo un ímpetu, pero a veces siento que no tengo más que la fuerza para eso. No sé si es de mansa o de miedosa... o si es la anemia. O la falta de claridad porque no tengo idea de qué quiero cambiar.
Quisiera ser empresaria de una cosa pequeña.
Quisiera hacer algo que sea tangible.
Quisiera vivir en clima caliente de vestidito.
Quiero un perro. Sobre todo quiero un perro.
Ya está.