El modelo económico en el que estamos metidos dice que la economía siempre debe crecer.
Si por un minuto dejáramos de ser siete mil millones de personas y fuéramos 100 mil esa premisa no podría cumplirse y la economía mundial se iría a pique. Esas 100 mil personas, contra todos los pronósticos económicos, probablemente no se morirían de hambre porque en el mundo hay mucha más comida por ahí disponible que la que necesitan 100 mil personas. Es decir, que la economía tampoco es que rija tanto.
Pero la economía siempre tiene que crecer.
Cualquier almacén de pendejadas de cualquier centro de ciudad mide su éxito o su fracaso comparando las ventas de un año con las del año anterior. Se espera que siempre crezcan y que lo hagan no solamente porque todos los años aumentan los precios sino también porque se espera que todos los años se vendan más cosas. Y así, todos los almacenes grandes y pequeños. Los que venden carros y motos, que por eso cada vez venden todo con más facilidades porque se les está acabando el mercado; los restaurantes, las grandes superficies, los salones de belleza, todos. Es decir que para sostener una economía que esté siempre en crecimiento es necesario que seamos cada vez más personas comprando y vendiendo cada vez más cosas. Hasta que esto explote de gente o hasta que se acaben los medios y los recursos.
Y para sostener esa economía era necesario inventar el trabajo, o tal vez el trabajo fue el inicio de todas las ideas económicas, no sé. Y como la economía tiene que crecer nos inventamos la productividad. Y nos inventamos que el trabajo no es para cuando se necesite trabajar, sino para todos los días, con un horario y un salario. Y nos vendemos ocho horas diarias y durante ese tiempo nuestro tiempo no nos pertenece, lo tenemos alquilado a una empresa. En ese horario no podemos ocuparnos de nada familiar o personal, nos están pagando para que lo usemos en trabajar. Y además nos inventamos que para que la gente haga algo hay, necesariamente, que pagarle. No nos impulsa el resultado del trabajo, sino el pago que por eso nos dan. Esa idea es absurda y, como dijo un amigo, letal. Una cosa es trabajar para pescar y otra cosa es pescar para tener un salario para poder mercar. O para comprar pendejadas en un almacén cualquiera de cualquier centro de la ciudad.
La economía siempre tiene que crecer como si el planeta entero estuviera en competencia con otros a ser el más productivo de todos. Pero lo que en realidad estamos haciendo todos juntos con ese esfuerzo adicional es llevar el resultado a algunos bolsillos que se dedican a acumular la riqueza que producimos en exceso y que además queda mal repartida. Es difícil decir qué parte de ese esfuerzo adicional llega al producto final de una línea productiva si es que uno tiene la fortuna de trabajar en el sector real y puede ver y tocar lo que hace; y es todavía más difícil saber qué parte de ese esfuerzo adicional es necesario para agregar algo de valor a un servicio. Pero no quiero hablar de plusvalía. Lo que quiero decir es que el trabajo no tendría que ser así, que si trabajáramos solo para lo que de verdad necesitamos trabajar lo haríamos mucho menos y podríamos vivir la vida mucho más. Porque lo que hacemos ocho horas diarias encerrados en unas oficinas no es la vida y es muchas veces más duro, más tortuoso y más miserable que la vida por fuera de ese modelo aunque tuviéramos menos comodidades. Comodidades que nos vende el mismo estilo de vida que nos hemos inventado para que la economía siempre crezca.
No sé si queda claro el círculo en el que estamos metidos: no trabajamos para vivir, ni vivimos para trabajar. Trabajamos para trabajar. Yo no sé si tiene que ser así, pero así ya está.
2 comentarios:
Qué buen texto Ani.
Me impresiona pensar que somos muchos, y cada vez más, los conscientes del círculo que expones pero ni idea cómo cambiarlo.
¿Será que nos condenamos?
Saludos y abrazos.
Yo creo que sí estamos como muy condenados, Dani. Gracias por venir y comentar : )
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