jueves, 21 de marzo de 2013

Relación de tamaño y peso

Una sensación que tengo desde hace días: me doy cuenta de que cada vez que digo "mi vida" estoy haciendo referencia a cosas que ya pasaron, a diferencia de la sensación que ha dominado la mayor parte de "mi vida" hasta ahora y que hacía referencia a "la parte que me falta".  Supongo que es este cambio en la dirección del viento para los que vamos superando el punto medio de la expectativa de vida.

El pasado más grande que el futuro es una sensación nueva.

Estoy grande.

viernes, 15 de marzo de 2013

Basado en hechos reales

Llevan varios años durmiendo en cuartos separados.  Patricia tomó esa decisión después de soportar durante mucho tiempo que Jaime prendiera la luz o el televisor a las tres de la mañana y después de haber dormido durante muchos años con un borracho roncador.  Debe ser que todo tiene un límite, y Patricia encontró el suyo hace unos 4 años cuando las dos hijas ya habían abandonado el hogar y ella podía acomodarse cómodamente en uno de los cuartos contiguos.

Su matrimonio es una cómoda incomodidad donde ambos encuentra más motivos de orden práctico que romántico para quedarse.  Con los años, sin embargo, han aprendido a llevarse bien y ahora tienen una relación mucho más amable y amigable que la que fueron capaces de sostener mientras dormían juntos.

Jaime padece una hipoacusia avanzada que no lo deja escuchar bien un 70% de las conversaciones que sostiene pero que le irrita el oído cuando oye ciertos sonidos o frecuencias.  Tiene también un temperamento explosivo que a sus 76 años todavía no domina y que le ha ocasionado muchos problemas en su matrimonio, con su familia y también uno que otro en su vida profesional.  Pero Jaime es sobre todo una persona auténtica, simpática y muy inteligente.  Una persona muy especial a la que todo el mundo quiere.  Patricia es una esposa 10 en conducta.  No habría nada qué reprocharle excepto el que no haya nada qué reprocharle.  La altura moral de alguien sin errores puede hacerle difícil la vida a una persona tan humana como Jaime y a su vez alguien tan humano como Jaime es un reto muy importante para alguien que no comete ningún error.

De alguna manera y, a pesar de la buena relación que han logrado equilibrar, tienen que cobrarse.  Hace dos noches volvieron a medirse las fuerzas.

Desde su cuarto Jaime le pidió a Patricia que le bajara el volumen al televisor.  Patricia dice haberlo hecho, aún sin entender para qué si cuando ella lo llama a almorzar o para pedirle un favor él nunca la oye.  Jaime dice que ella no le bajó el volumen al televisor y que por eso volvió a insistir con un poco más de fuerza en la voz.  Patricia dice que volvió a bajarle el volumen al aparato y que se dio cuenta de que Jaime más que molestarle el sonido del televisor estaba molesto con ella por alguna cosa particular.  A esa hora, ocho de la noche, Patricia ya anticipaba que tendrían problemas.

El golpe de la puerta a las nueve y media de la noche debe haber asustado a los vecinos.  Jaime no cerró la suya sino que fue hasta el cuarto de Patricia para azotar con toda su fuerza la de ella no sin antes pedirle nuevamente "¡QUE LE BAJE EL VOLUMEN A ESE APARATO!", solicitud que ya no tenía ninguna lógica, como tampoco la tenía toda la acción en general.

Patricia no se inmutó.  No se levantó de la cama, no pidió que no le cerraran la puerta ni que se la volvieran a abrir, no dijo nada.  Tal vez por casualidad y solo durante un instante lo miró sin ninguna emoción.  Siguió viendo televisión con la seguridad de que dos minutos más tarde Jaime estaría roncando en el cuarto del lado y que al día siguiente ninguno de los dos hablaría del asunto.

Todo habría transcurrido de esa manera si no fuera porque a las once de la noche Patricia quiso ir al baño y no pudo salir de su cuarto.

- Jaime... ¡Jaime!... ¡JAIME!

Jaime estaba dormido, Jaime roncaba duro, Jaime tiene hipoacusia.  Jaime no oía los llamados de Patricia.

- ¡JAIMEEEEE!

Nada.  Lo llamó al celular.  Tuvo que llamarlo siete veces antes de que contestara.  Tuvo que esperar a que en medio del sueño Jaime entendiera de qué se trataba: que lo llamaba Patricia, que no, que no estaba por fuera de la casa, que lo llamaba del cuarto de al lado, ¿que por qué lo llamaba? porque la puerta no abre, la puerta se dañó, usted dañó la puerta, claro, ¡con ese golpe!, qué esperaba, tengo que hacer chichí, venga y me ayuda a abrir.  Tuvo que tolerar que Jaime se hiciera esperar; la mitad de las preguntas que Jaime le hizo tenían el propósito de hacerse desear.  Patricia necesitaba entrar al baño y no tenía ganas de jugar.  Jaime ya no estaba bravo por el volumen del televisor y tenía mucho mejor humor.

Después de intentar abrir la puerta entre los dos durante 15 minutos concluyeron que iban a necesitar un cerrajero.  El teléfono inalámbrico del hogar había quedado del lado de Patricia y el directorio telefónico del lado de Jaime.  Necesitaban trabajar en equipo:

- Dígame el teléfono de un cerrajero
- ¿De cuál?
- De cualquiera
- ¿A esta hora si vendrán?
- Pues primero hay que llamar. Busque ahí Cotrini
- ¿Cómo?
- COTRINI
- ¿Corini?
- ¡COTRINI!
- ¿Ese es un cerrajero?
- ¡Busque el teléfono!

Llamaron a todas partes y a esa hora ningún cerrajero quiso trabajar.

- Aguántese hasta mañana
- No, cómo se le ocurre, tengo que ir al baño
- Aguántese
- No puedo
- ¿Ahí no tiene una coca dónde hacer chichí?
- ¡...! ¡Voy a llamar al CAI!
- No llame a la policía
- Voy a llamar al CAI, tengo que hacer chichí

La policía resolvió el asunto en 10 minutos con una botella de coca cola de 600 ml. a la que le quitaron la parte inferior con unas tijeras que Jaime les facilitó y cuyo plástico fue lo suficientemente firme y flexible al mismo tiempo para introducirse por el espacio que debía hacerlo y destrabar el mecanismo de la puerta.

Hoy a la hora del almuerzo Patricia me contó la historia.  Jaime nos acompañaba:

- Usted viera cómo quedó la puerta del lado mío y cómo quedó del lado de su papá.
- Ay, Patri, no tenía ningún interés en dejarte salir, yo no quería que tú te me volaras.
- Hmmmm...

Co-que-tos.

lunes, 11 de marzo de 2013

El matrimonio

Cada rato lee uno artículos y oye conferencias en las que se preguntan y se contestan sobre los motivos por los cuales hay tantas mujeres de más de 30 años solteras.  Mujeres lindas, capaces, estudiadas, inteligentes, simpáticas y solteras.  ¿Y tú tan linda por qué no tienes novio?

  • Que lo que pasa es que los hombres no han podido con estas nuevas mujeres.
  • Que la revolución femenina es la culpable de que las mujeres no se quieran casar.
  • Que como han estudiado tanto se establece una relación de competencia entre hombres y mujeres.
  • Que las mujeres ya no están dispuestas a aguantarse unos hombres como los de antes.  
  • Y que los hombres a su vez no han salido del modelo anterior: yo proveo, tú me sirves.
  • Que las mujeres se han dedicado a triunfar y que eso no les ha dejado tiempo para el amor.
  • Que las mujeres inteligentes no se casan.
  • Que nadie que sea inteligente se casa.
El discurso más asustador que escuché sobre el asunto decía que las mujeres somos homínidos parecidos a las orangutanas, hembras dedicadas a la crianza.  Y que los hombres son como los orangutanes, machos dedicados a esparcir su semilla y condenados por su naturaleza a seguir el impulso irrefrenable de preservar la especie.  Que desde que las orangutanas decidimos estudiar abandonamos el plan de crianza y que eso no le interesa a un orangután que está pendiente de una sola virtud en las hembras: la edad.  No la relación cintura - nalga, ni las curvas, ni la sonrisa, ni la plata, nada de eso.  La Edad.  La edad de la hembra le habla al macho sobre sus posibilidades de tener cría.  Que esto ha ocasionado que actualmente existan un montón de orangutanas solas que no se casaron nunca, que postergaron eso por andar estudiando y que a la hora de querer un orangután ya fue muy tarde.  Pero que además las orangutanas modernas no tienen ni un amigo, ni un novio.  Y que además tampoco tienen muchas amigas.  Ni familia.  Orangutanas solas y muy profesionales.  Que a las que mejor les va están metidas en relaciones en las que la mayor concesión que son capaces de hacer es tener un hijo.  Uno y no más porque más crías no dan tiempo de nada.  Más crías no dan tiempo de progresar.  Y que el futuro de la especie va para hijos únicos de hijos únicos.  Gente sin hermanos, ni primos, ni tíos.  Y que los primos y los hermanos son importantísimos para aprender a relacionarse con los demás, para aprender a negociar, para aprender a no ser torpe socialmente y para ser empáticos.  La conferencia remataba diciendo que de todos los intentos de sociedad que la humanidad ha emprendido esta ha triunfado porque la religión amarró al orangután a una sola unidad familiar y el macho se quedó con la hembra a criar.  Y que la familia es la base de la sociedad.  Que estamos muy equivocadas estudiando y que agarremos al primer orangután que pase por el frente y nos dediquemos a intentar la felicidad.

Cuando oí  esa conferencia ya estaba grandecita, tenía novio y sabía que eso no era definitivo.  Y a pesar de esas advertencias y de que por un momento sentí que debía salir de ahí a amarrar a ese homo sapiens que para el momento me quería, me he comportado como si prefiriera ser una orangutana sola.  Yo siento que no me he casado por nada diferente a que no he tenido ese afán.  Jamás me han hecho una propuesta matrimonial y además los tres novios importantes que he tenido no se han casado tampoco.  Es decir, creo que he dado con gente o que he atraído personas que querían lo mismo que yo de la relación que teníamos.  No es que no me guste, no es que esté muy feliz aquí triunfando sola, no es que no añore compartir mi vida con alguien... es que me quedé pensando que eso no tenía que depender tanto de nuestra naturaleza orangutana, que en cualquier momento se podía uno enamorar y desear compartir la vida con alguien y que eso dependía más de que uno lo deseara y no de que debía suceder antes de cierto límite de edad. 

Yo no creo que haya error posible en este tipo de decisiones.  No creo que casarse sea acertado y estar soltero un error.  Yo no he tomado nunca la decisión de "seguir soltera".  Simplemente es algo que no sé si vaya a suceder.  Que depende de que suceda y no de que yo lo provoque.  Y que de la presión social para resolver eso me libró mi papá con la repetidera de que lo que la gente piense de uno no importa.  Y yo le creí. 

- ¿Y tú tan linda por qué no tienes novio? 
- Por ahora no me gusto con nadie de esa manera recíprocamente, qué hacemos pues.

jueves, 7 de marzo de 2013

Economía doméstica

El modelo económico en el que estamos metidos dice que la economía siempre debe crecer.

Si por un minuto dejáramos de ser siete mil millones de personas y fuéramos 100 mil esa premisa no podría cumplirse y la economía mundial se iría a pique. Esas 100 mil personas, contra todos los pronósticos económicos, probablemente no se morirían de hambre porque en el mundo hay mucha más comida por ahí disponible que la que necesitan 100 mil personas.  Es decir, que la economía tampoco es que rija tanto.

Pero la economía siempre tiene que crecer.

Cualquier almacén de pendejadas de cualquier centro de ciudad mide su éxito o su fracaso comparando las ventas de un año con las del año anterior.  Se espera que siempre crezcan y que lo hagan no solamente porque todos los años aumentan los precios sino también porque se espera que todos los años se vendan más cosas.  Y así, todos los almacenes grandes y pequeños.  Los que venden carros y motos, que por eso cada vez venden todo con más facilidades porque se les está acabando el mercado; los restaurantes, las grandes superficies, los salones de belleza, todos.  Es decir que para sostener una economía que esté siempre en crecimiento es necesario que seamos cada vez más personas comprando y vendiendo cada vez más cosas.  Hasta que esto explote de gente o hasta que se acaben los medios y los recursos.

Y para sostener esa economía era necesario inventar el trabajo, o tal vez el trabajo fue el inicio de todas las ideas económicas, no sé.  Y como la economía tiene que crecer nos inventamos la productividad.  Y nos inventamos que el trabajo no es para cuando se necesite trabajar, sino para todos los días, con un horario y un salario.  Y nos vendemos ocho horas diarias y durante ese tiempo nuestro tiempo no nos pertenece, lo tenemos alquilado a una empresa.  En ese horario no podemos ocuparnos de nada familiar o personal, nos están pagando para que lo usemos en trabajar.  Y además nos inventamos que para que la gente haga algo hay, necesariamente, que pagarle.  No nos impulsa el resultado del trabajo, sino el pago que por eso nos dan.  Esa idea es absurda y, como dijo un amigo, letal.  Una cosa es trabajar para pescar y otra cosa es pescar para tener un salario para poder mercar. O para comprar pendejadas en un almacén cualquiera de cualquier centro de la ciudad.

La economía siempre tiene que crecer como si el planeta entero estuviera en competencia con otros a ser el más productivo de todos.  Pero lo que en realidad estamos haciendo todos juntos con ese esfuerzo adicional es llevar el resultado a algunos bolsillos que se dedican a acumular la riqueza que producimos en exceso y que además queda mal repartida. Es difícil decir qué parte de ese esfuerzo adicional llega al producto final de una línea productiva si es que uno tiene la fortuna de trabajar en el sector real y puede ver y tocar lo que hace; y es todavía más difícil saber qué parte de ese esfuerzo adicional es necesario para agregar algo de valor a un servicio.  Pero no quiero hablar de plusvalía.  Lo que quiero decir es que el trabajo no tendría que ser así, que si trabajáramos solo para lo que de verdad necesitamos trabajar lo haríamos mucho menos y podríamos vivir la vida mucho más.  Porque lo que hacemos ocho horas diarias encerrados en unas oficinas no es la vida y es muchas veces más duro, más tortuoso y más miserable que la vida por fuera de ese modelo aunque tuviéramos menos comodidades.  Comodidades que nos vende el mismo estilo de vida que nos hemos inventado para que la economía siempre crezca.

No sé si queda claro el círculo en el que estamos metidos: no trabajamos para vivir, ni vivimos para trabajar.  Trabajamos para trabajar.  Yo no sé si tiene que ser así, pero así ya está.