Esa ventana a la que me dirigí en primer lugar es una "oficina" que le acomodaron a una esquina que estaba hecha para ser esquina y que convirtieron en dependencia a las malas. Tiene una entrada incómoda y está instalada contra una ventana de una oficina interna. Es decir, de ergonomía, ambiente propicio para el trabajo y salud ocupacional, nada.
La señora que me atendió ahí me preguntó la cédula y buscó mis datos en un computador. Se enredó porque a nombre mío le salían tres resultados y yo solo estaba preguntando por uno de ellos. Así que para desenredarla le dije que necesitaba los tres. Que me hiciera el favor de pasarme los tres datos.
Imprimió cinco hojas y media. Y media. Cortada por la mitad. La impresora está mal configurada e imprime texto encima de la línea divisoria que hay entre hoja y hoja. Un desperdicio de papel increíble para tres datos que necesitaba. Por esta parte del trámite me cobró $3.600. Por buscar tres datos en un computador y pasármelos impresos en cinco hojas y media.
Antes de irme de esa ventana la señora me dijo que tenía que escribir los datos que me había dado en una hojita pequeña para poder hacer la averiguación completa en las ventanas siguientes. Es decir, las cinco hojas y media que me pasó no servían para pasarlas a la persona que con esos dato ubicaría mis papeles. No. Yo tenía que escribir los datos nuevamente en una hojita pequeña. Es decir, ellos saben que esa cantidad de papel para tres datos es innecesaria, estorbosa, poco eficiente, hay que buscar mucho y quieren que uno reescriba los datos impresos en una hojita pequeña. Para lo cual, como no, tienen dispuesto un mesón de banco con hojitas pequeñas y lapiceros amarrados por cadenas para que nadie vaya a robar la propiedad del Estado.
Hice lo que me ordenaron porque soy obediente.
De ahí en adelante todo fue más fácil, eso sí.
Fui a la ventana número uno donde me informaron que debía cancelar $40.000 por toda la averiguación. El señor se ofuscó porque en el papelito en el que anoté los datos no puse también mi cédula y sin ese dató cómo podía saber él a nombre de quién iba a hacer la factura. El señor en la ventana número uno es el que hace las facturas. La ventana número uno sí es una ventana hecha para ser ventana en propiedad. Tiene su entrada muy cómoda y está ubicada en un espacio diseñado para que una persona preste un servicio, que en este caso es la generación de una factura.
Pasé a la ventana número dos. En esa pagué los $40.000 y me entregaron la factura generada en la ventana número uno. El señor de la ventana número dos tiene también un sello que me puso en la factura para que constara que ya había pasado ahí.
No había nadie en la ventana número tres aunque existe esa ventana y hay un puesto de trabajo listo para ser usado. No sé por qué no ponen ahí a la señora de la ventana número cinco que está tan incómoda en esa esquina fría y apartada.
En la ventana número cuatro la señora me exigió la factura con el sello y revisó los papeles que salieron de la fotocopiadora y que eran, en definitiva, los que yo había ido a buscar. No sé qué fue lo que revisó, pero los miró uno por uno, muy rápido y con esa información tomó la decisión de cómo iba a poner el gancho de la grapadora. Le puso un sello a cada hoja, otro a la factura y me los entregó. Ella también tenía un sello y sabía cómo usarlo.
Yo fui la única persona que atendieron otras cuatro durante los más o menos 10 minutos que duró todo el trámite.
Me gusta todo ese empleo que genera el Estado. Qué ineficiencia, eso sí.