Así me ha parecido siempre la gente que cumple las normas y solamente las normas y que se niega a dejarse guiar por algo diferente de eso. Algo como el sentido común, por ejemplo. Muchos contadores y abogados me parece que sufren de una enfermedad que voy a denominar gringolitis y que consiste en la inflamación de ese apéndice metafórico hasta casi cegarlos.
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Cuando estudiaba en la Universidad las directivas tomaron la decisión de cobrar el uso del parqueadero como una medida para desestimular el uso del carro particular. Parte de la medida contemplaba no cobrarle esa tarifa a los carros que llegaran con el cupo completo: cuatro personas. Todos intentábamos cuadrar horarios y rutas para poder tener derecho al descuento. Hubo otros - astutos - que se coordinaban con compañeros que iban a pie o en buseta para encontrarse una cuadra antes y presentarse en la puerta con la condición cumplida; pero me desvío, eso no es lo que quiero contar. Lo que quiero contar es que un día llegamos en mi carro cinco personas legítimamente coordinadas para acceder al derecho del parqueadero gratis. El portero insistió en cobrarnos, incluso después de que uno de nosotros abandonó el vehículo antes de pasar por la portería, porque la norma decía claramente cuatro personas por carro y no cinco, ni seis. Cuatro, la norma decía cuatro.
Ayer estuvimos en un concierto de música popular en el que cantó Jorge Celedón. No es la música preferida de mi alma, no me sé ni una canción, pero allá estuve muy en primera fila, mirando a Jorge desde muy cerquita, cogiéndole la mano cuando la estiraba, cantando los medios coros que me sé, admirada con la buena energía y lo bacano que canta y, sobre todo, pasando bueno con mis amigos que tenemos muy buena disposición para la fiesta así no nos maten los motivos. Todo divinamente, hasta que la gente de logística se acordó de proteger al artista. ¿De qué? De nada. Cuando se nos metieron por delante, atropellándonos y empujándonos, yo le pregunté a una - la única sensata - que de qué lo estaban cuidando si nadie estaba intentando quitarle la ropa ni nada por el estilo y ella, diminuta a lado de unos gigantones, me contestó que yo tenía toda la razón pero que esa orden les habían dado. Seguramente alguien consideró, tarde, que de pronto la turba enardecida iba a acabar con Jorge Celedón y que para evitar eso había ahí una logística que no estaba usando y tal vez recordó un protocolo de seguridad que indicaba que una vez la fiesta se desata hay que controlarla, no sé. Una vieja sí le tiró un brassier y le dio un beso. Además de eso, nadie lo vilipendió.
Y hay que ver a los revisores fiscales. Uno pregunta que si puede hacer A y ellos dicen que no. Entonces tal vez B. Tampoco. ¿Cómo puedo hacerlo? No, no se puede, no hay ninguna manera en la que sea legal hacerlo. Ejemplo, porque van a decir que es bronca: ¿cómo puedo pagarle a facebook para hacer una de las campañas que ellos ofrecen para posicionar una marca y tener más seguidores en el perfil que tengo en esa red social? No, no se puede. No hay manera. ¿Es en dólares? ¿Cuenta como importación? Usted los puso a estudiar, entonces mejor no, no se puede. Uno paga con la tarjeta de crédito personal y decide que después arregla con la empresa. ¡Gravísimo!, nunca más volver a hacer eso. ¿Cómo queda la empresa pagando en su tarjeta de crédito una deuda en dólares? Muy mal. No hay manera de justificarlo aunque sea perfectamente justificable.
Y ahora nuestro congreso. Aprueban una reforma a la justicia que es un acto legislativo, es decir, modifica la constitución. Para que la Corte Constitucional, que es la que tiene potestad en ese caso, pueda manifestarse al respecto, la reforma tiene que estar promulgada. Pero si se promulga y entra en vigencia se arma el despelote jurídico del siglo: salen de la cárcel un montón de políticos que tienen procesos pendientes y los que están esperando fallo tienen que ser investigados nuevamente. Que la ley puede ser archivada, no promulgarse, o convocar a sesiones extraordinarias para objetarla y hacerle las modificaciones que sean del caso - quitarle todos esos micos - pero que eso es absolutamente anticonstitucional, contrario a la norma. Una medida política: como dejarnos entrar a cinco en el carro, no montar un cordón de seguridad cuando la turba se está comportando o permitir una compra en dólares de alguna manera.
Necesitamos caballos distintos o mejorar el diseño de nuestras gríngolas. Una de dos. Coz.
2 comentarios:
Que forma estupenda de observar la situación! es triste ver cómo esas "gríngolas" como las llamás, nos vienen jodiendo la vida desde tiempos ancestrales y como que están cómodos sin ver lo que hay más allá de ellas. Felicitaciones! ojalá podamos hacer algo más ;)
el garante de la legalidad, sea celador o bouncer, siempre dirá la frase que quedó inmortalizada en la gente de la universal: "por eso le digo, señora".
una vez escribí sobre la experiencia de las sillas azules en transmilenio, otro ejemplo de cuando el "civismo" le gana al sentido común, aun en contra de lo que realmente constituye el civismo: http://www.juglardelzipa.com/wordpress/2006/09/08/santandereanismo-un-ejemplo/
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