Conversar con mi papá sobre el trabajo. Se interesaba de verdad. Y preguntaba. Y opinaba. Y daba recomendaciones. Y si lo hubiéramos dejado hubiera tomado decisiones.
Mi amorcito, por qué es que tienes que ir tan temprano a trabajar. Papi, lo que pasa es que esta semana tenemos una situación particular, pero la semana entrante ya vuelvo a mi horario normal. ¿Y qué es lo que estás haciendo ahora? Estoy coordinando un programa adicional. ¿Pero a ti te contrataron para eso? No, pero estoy cubriendo a alguien. ¿Y eso te lo reconocen de alguna manera? No señor. ¿Y no has pensado hablar con tu superior? Mi superior me pidió el favor directamente. ¿Y ese superior no tiene un superior con el que puedas hablar? No, realmente. Y por qué no le planteas a tu superior que te reconozca ese tiempo con tiempo libre, o con una bonificación, tu tiempo vale, mi amorcito, los derechos de los trabajadores bla, bla, bla…
Autoficción, como dicen ahora, pero hubiera podido ser una conversación con mi papá a la hora del almuerzo.
Con quién estabas hablando, mi amorcito. Con un compañero, papi. ¿Y qué pasó? Que tenemos un desacuerdo. ¿Cuál desacuerdo, mi amorcito? Él está tomándose atribuciones que hacen parte de mis competencias. ¿Y ya le dijiste que por favor no se tome esas atribuciones? Sí señor. ¿Y qué te dijo? No le gustó. ¿Cómo le dijiste? Le dije “mira, sutano, por favor entiende que eso que estás haciendo es atravesarte en mis funciones y me causa inconvenientes”. ¿Estás segura de que esa era la mejor manera de decirle las cosas? Pues creo que sí. Tú puedes ser percibida como muy mandona, mi amorcito… quizá si le dijeras “mira, sutano, con todo el respeto y el cariño, lo que pasa es que bla, bla, bla...".
Imposible contradecirlo.
Era bello eso, por supuesto. Su deseo de ser un papá acompañador, su deseo de involucrase, de estar pendiente de nosotras, lindaba, también, con la impertinencia y la condescendencia, obvio.
Nos mirábamos de reojo mi hermana y yo y nos lo decíamos todo. Aquí viene otra vez su papá, mi papá. “Se interesó”, decíamos, y entendíamos. Mi papá estaba otra vez haciendo preguntas y sugiriendo acciones, interviniendo, para que ella y yo nos desempeñáramos, según su criterio, de la manera más profesional posible. Divino. Y muy metido.
¿Les pasa a ustedes?
Nos pasa ahora a nosotras. Julia me pregunta, yo le pregunto. Hermanita, ¿ese paciente se va a morir?, ¿es cáncer?, ¿ya le dijiste?, avísale, ¿cuándo le vas a avisar? Me parece que no deberías dormir hasta que le saques ese lunar a esa persona.
Hermanita, ¿están vendiendo licor adulterado?, ¿en dónde?, ¿vas a publicar el listado de sitios a donde es mejor que la gente no vaya? Me parece que no deberías dormir hasta que salves a toda la humanidad.
Es lindo eso. Obvio.