"No es que no quiera, tía, sino que con quién. Uno, quiero decir yo, pero seguro no soy la única, tiene el problema de andar por la vida diciendo lo que piensa y eso parece que no lo convierte en material para esposa. O lo convierte en material para amiga de gente que piensa como uno, y que cuando decide casarse lo hacen con mujeres muy distintas. Como mi papá, que amó a una a la que luego llamó "puta" y se casó con mi mamá, una buena mujer. Me parece, creo. Resulta que los señores siguen prefiriendo para esposas mujeres que sean más silenciosas. El recato y la prudencia siguen siendo valores importantes para cultivar si uno quiere ser señora de tal... Y a mí me cuesta, tía. O tal vez es que no quiero y me justifico. No sé. Y no es que yo sea la única que anda por la ciudad viviendo la vida, todas vivimos mucho la vida, pero tal vez soy de las pocas que no esta dispuesta a decir que no la ha vivido para hacer sentir cómodo a un señor que, tal vez, tiene inseguridades frente a tamaños y desempeños. Y tampoco es que vaya por la vida gritando que he vivido, pero si me ponen el tema generalmente opino, como ahora... E incomoda, ¿estás incómoda?"
La tía miró el reloj, dijo que se le había hecho tarde. Se levantó y se fue.