Esta entrada de blog pretende llenarte de inseguridades que no sabías que tenías. Estar solo es terrible, porque claro, estás solo, pero sobre todo y lo más importante, se ve mal. Hay maneras de disimular. Aquí te ayudamos a pasar una noche —viernes, digamos— en la soledad de tu casa sin ansiedades y sin que nadie lo note. Toma papel y lápiz, anota:
1. Si un árbol cae en la mitad del bosque y nadie está ahí para oírlo, ¿hace ruido al caer?:
No hay necesidad de publicar en redes sociales que estas solo un viernes. Desaparece. Que todos crean que estás de rumba. Al día siguiente puedes publicar en Facebook que tienes mucho guayabo, poner un tuit diciendo que te duele la cabeza o una foto en Instagram del suculento desayuno con un sugestivo hashtag #CaldoLevantamuertos. Todos pensarán que te fuiste de rumba y que no estás desaprovechando la vida.
2. Compra un litro de helado:
Sí, hace frío y estás solo, pero el helado en soledad reconforta. Qué bueno que no tienes que regalarle ni un pedacito a nadie. Alégrate, ese litro es únicamente para ti. El azúcar tiene ese efecto maravilloso que simula la felicidad. Qué importa que no lo sea, solo necesitas un par de muletas emocionales para atravesar el trance de una noche de soledad... O diez.
3. Mal de muchos, qué bueno que tuyo no. O de cómo fortalecer tu amargura:
Piensa en todas esas parejas que pasan por mal momento y agradece que no eres una de ellas. Agradece con fuerza. La vida es mejor así, solo. ¿Para qué se necesita gente? La gente es un estorbo. No llores. Mejor solo que mal acompañado. Pero no llores. Que no llores. Está bien, llora. Pero no le cuentes a nadie.
4. ¡Fiesta para uno!:
¿Quién dijo que necesitas amigos o pareja para emborracharte? Compra dos botellas de vino, comida, pon música y prepárate para una noche loca en compañía de ti mismo. Cuando estés borracho no temerás los juicios y publicarás sin temor de Dios las fotos, videos y estatus de lo divertido que puedes ser tú solo. No solo no te harán ningún juicio por ser capaz de entretenerte solito sino que despertarás la admiración de los acomplejados que recurren a los primeros tres trucos.
5. Plumas en el nido muy a las ocho de la noche:
Así, sin más. Prepárate para los comentarios "¿ya?", "¿tan temprano?", "¿a esta hora?". Contesta si estás de humor, o no contestes, como quieras.
Esta entrada debía tener 10 puntos, pero no se me ocurren más. Qué importa, este género literario no se caracteriza precisamente por el rigor. Así que hasta aquí llegamos.
sábado, 25 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Ortega y Gasset
Uno es un montón de cosas y también, en buena parte, la consecuencia del momento por el que pasan los papás cuando lo están educando. Lo digo de manera compasiva.
Es decir, uno es rápido para juzgar a los papás despiadadamente, pero lento para entender que son falibles y que además no necesitan, ni pueden esperar, por el permiso de uno para serlo. Son como pueden. Como hijo uno tiene un montón de expectativas puestas en unos adolescentes. Unas personas que comienzan a educarlo a uno cuando no han ni empezado a comprenderse.
Mi papá era, es, un adolescente. Al que amo, por supuesto. Durante mucho tiempo lo admiré por eso, por ser un rebelde de siempre. Sus circunstancias son las suyas —un papá muy bravo, esa educación paisa, su juventud en los 60—; no quiero explicarlo a él, pero terminé psicoanalizándome con base en eso. Ejercicio de navegación del que soy fan, solo que esta vez creo haber encontrado tierra.
Jairo nos educó para ser seres humanos y no para el rol de mujeres. Es por eso que, creo, mi hermana y yo no somos detallistas, ni especialmente tiernas, ni las más dulces, ni atentas o serviciales, ni muy maternales, ni tenemos esa costumbre femenina y paisa de andar cuidando a los otros. No se nos ocurre preguntar si los demás tienen hambre para luego irnos a la cocina a preparar algo. No somos las mejores anfitrionas; hacemos un esfuerzo demasiado consciente cuando nos toca. Cocinamos lo que hemos tenido que aprender: en mi caso algunos platos complicados que me salen más o menos bien y en el de mi hermana huevo con arepa. No tenemos la cocina llena de coquitas y, aunque nos encantan los implementos culinarios, no compramos nada de eso porque sabemos que para qué. Nos molesta que en la familia subsistan costumbres como "sírvale a su tío Aurelio" cuando él es perfectamente capaz de servirse solo y hemos dado un montón de peleas, cada una a su manera, con el único objeto de conservar la independencia de criterio en una cultura paisa que no es muy dada a tolerar eso.
"Yo soy yo y mis circunstancias", "no me etiqueten", "no permitan que las etiqueten", "vivan y dejen vivir", "no traguen entero", "lo que la sociedad opine no importa", "no te metas en mi vida que yo no me meto en la tuya", "tú verás, ya estás muy grande", "sé auténtica, sé tú", entre otras, fueron algunas de las frases de mi papá para educarnos a mi hermana y a mí. Creo que las dos compramos el paquete completo porque mi papá no solo las decía sino que las practicaba, daba ejemplo. Fue un papá absolutamente respetuoso de nuestra independencia y exigía para sí mismo ese respeto de una manera radical, incluso cuando hubiéramos tenido derecho a hacer alguna exigencia no se nos permitía. Y todo tiene un límite, pero nosotros creo que conocimos poco de ese.
Cuando pienso en los valores que esos mensajes llevaban, —la independencia, la libertad, la autenticidad— concluyo que son valores que preparan para la soledad. Y mi papá también en eso ha dado ejemplo, es una isla.
Muchas veces me pregunto por qué no he compartido mi vida con nadie, no solo con una pareja, sino también con los amigos y la familia. Que Ana María es muy independiente es una frase que he oído desde chiquita, pero que con los años se ha vuelto cada vez más repetitiva. Y creo que la explicación es esta. No cabe alguien cuando uno tiene tan poco terreno dispuesto para ceder.
Mi papá nos educó durante su adolescencia rebelde. Durante su deseo de ser él sin que nadie lo jodiera. Y nos educó para no dejarnos joder por nadie, así, con resistencia. Creo que estas son las consecuencias. Termina uno escribiendo sobre estas cosas porque en la soledad solamente jode uno, que jode más que suficiente.
Es decir, uno es rápido para juzgar a los papás despiadadamente, pero lento para entender que son falibles y que además no necesitan, ni pueden esperar, por el permiso de uno para serlo. Son como pueden. Como hijo uno tiene un montón de expectativas puestas en unos adolescentes. Unas personas que comienzan a educarlo a uno cuando no han ni empezado a comprenderse.
Mi papá era, es, un adolescente. Al que amo, por supuesto. Durante mucho tiempo lo admiré por eso, por ser un rebelde de siempre. Sus circunstancias son las suyas —un papá muy bravo, esa educación paisa, su juventud en los 60—; no quiero explicarlo a él, pero terminé psicoanalizándome con base en eso. Ejercicio de navegación del que soy fan, solo que esta vez creo haber encontrado tierra.
Jairo nos educó para ser seres humanos y no para el rol de mujeres. Es por eso que, creo, mi hermana y yo no somos detallistas, ni especialmente tiernas, ni las más dulces, ni atentas o serviciales, ni muy maternales, ni tenemos esa costumbre femenina y paisa de andar cuidando a los otros. No se nos ocurre preguntar si los demás tienen hambre para luego irnos a la cocina a preparar algo. No somos las mejores anfitrionas; hacemos un esfuerzo demasiado consciente cuando nos toca. Cocinamos lo que hemos tenido que aprender: en mi caso algunos platos complicados que me salen más o menos bien y en el de mi hermana huevo con arepa. No tenemos la cocina llena de coquitas y, aunque nos encantan los implementos culinarios, no compramos nada de eso porque sabemos que para qué. Nos molesta que en la familia subsistan costumbres como "sírvale a su tío Aurelio" cuando él es perfectamente capaz de servirse solo y hemos dado un montón de peleas, cada una a su manera, con el único objeto de conservar la independencia de criterio en una cultura paisa que no es muy dada a tolerar eso.
"Yo soy yo y mis circunstancias", "no me etiqueten", "no permitan que las etiqueten", "vivan y dejen vivir", "no traguen entero", "lo que la sociedad opine no importa", "no te metas en mi vida que yo no me meto en la tuya", "tú verás, ya estás muy grande", "sé auténtica, sé tú", entre otras, fueron algunas de las frases de mi papá para educarnos a mi hermana y a mí. Creo que las dos compramos el paquete completo porque mi papá no solo las decía sino que las practicaba, daba ejemplo. Fue un papá absolutamente respetuoso de nuestra independencia y exigía para sí mismo ese respeto de una manera radical, incluso cuando hubiéramos tenido derecho a hacer alguna exigencia no se nos permitía. Y todo tiene un límite, pero nosotros creo que conocimos poco de ese.
Cuando pienso en los valores que esos mensajes llevaban, —la independencia, la libertad, la autenticidad— concluyo que son valores que preparan para la soledad. Y mi papá también en eso ha dado ejemplo, es una isla.
Muchas veces me pregunto por qué no he compartido mi vida con nadie, no solo con una pareja, sino también con los amigos y la familia. Que Ana María es muy independiente es una frase que he oído desde chiquita, pero que con los años se ha vuelto cada vez más repetitiva. Y creo que la explicación es esta. No cabe alguien cuando uno tiene tan poco terreno dispuesto para ceder.
Mi papá nos educó durante su adolescencia rebelde. Durante su deseo de ser él sin que nadie lo jodiera. Y nos educó para no dejarnos joder por nadie, así, con resistencia. Creo que estas son las consecuencias. Termina uno escribiendo sobre estas cosas porque en la soledad solamente jode uno, que jode más que suficiente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)