Contó que la Orquesta estuvo desde octubre hasta marzo, otra vez, a la deriva, sin casa, sin dueños. Pero eso sí, con muchos dolientes que vez tras vez tienen que volver a explicar por qué es importante su existencia. La Orquesta es un proyecto complejo, difícil de entender para los que no son músicos, que son los que finalmente deciden sobre su financiación y sobre su administración. Explicarlo implica entrar en conversaciones como "hay que tener una tuba y un arpa así aparezcan en poquitos programas" y "hoy solo toca el 30 % de la Orquesta porque el programa es del período barroco, pero igual hay que pagarles todo el año a todos los músicos porque ellos están trabajando" y cosas como esas que para los administradores y economistas significan ineficiencias, pérdidas de tiempo y bajos niveles de productividad. Cosas como esas que al arte le importan un pito.
Por fortuna Andrés Felipe y Felipe César (el rector de la U de C) entienden de arte y la Orquesta ahora está otra vez en la Universidad de Caldas que es donde lógicamente debe estar.
Debo confesar que yo soy fan hasta el tuétano. Que conozco la Orquesta de cerquita desde 1999. Que conozco a los músicos que la integran (cada vez a menos, pero todavía a muchos). Que he vivido con ellos varios de los momentos más difíciles, como el de 2009 donde literalmente se iba a acabar.
En esa época la Orquesta costaba $1'300 millones de pesos al año para el sostenimiento de 75 músicos, incluyendo al director y a una planta administrativa pequeña, con una programación de 10 meses. Una chichigua para el presupuesto de esta ciudad, como lo dijo alguien en un texto quejándose de que se fuera a acabar.
Pero debo decir también que desde que empecé a trabajar en radio no conozco su día a día. No sé cuáles son los problemas más urgentes. No sé cuánto cuesta la nómina actual. No sé quiénes se siguen oponiendo a su existencia. Le sigo la pista un poquito de lejos, pero permanezco atenta y voy a muchos de sus conciertos. Es uno de los patrimonios manizaleños que más orgullo me hacen sentir. Me parece importante que la ciudad tenga una Orquesta Sinfónica y no creo que la gente sea muy consciente de lo afortunada que es de poder ver una semana tras semana.
Gracias a ella aquí hemos podido ver ópera (y yo he podido cantar ópera y obras sinfónico corales), tener compositores, directores e intérpretes de primer nivel, los conjuntos de cámara abundan, hemos visto ballet, han acompañado obras del Festival Internacional de Teatro, etc. Para dar solo un dato, si aquí no hubiera habido Orquesta Sinfónica quién sabe si el Director Asistente de la Orquesta Filarmónica de Bogotá sería el caldense Leonardo Marulanda. Uno de los músicos más importantes que tiene esta ciudad y que es el resultado de que haya programa de Bandas de Caldas y también Orquesta Sinfónica de Caldas, porque esas cosas funcionan sistémicamente y cada una contribuye a la existencia de las otras. Los chicos que comienzan en el programa de bandas y que tienen buen nivel buscan agrupaciones más exigentes. Estudian como locos para obtener una de las plazas de la Sinfónica. Por cada uno de los músicos que la integran hay por lo menos dos o tres que no alcanzaron un lugar, y eso habla de calidad. Esos músicos y ese ambiente conforman un ecosistema que se alimenta de la mística que cada uno de ellos le inyecta a tratar de ser un buen instrumentista. Estudian como locos, hacen campamentos por secciones (la percusión, las maderas, los bronces, las cuerdas). Y no sé cómo, y pueden acusarme de romántica, pero todo eso contribuye y construye, con los años, con el tiempo, desde ellos hasta el público, un ambiente particular que es el que tantas veces le reconocemos a esta ciudad. No será el único factor, pero sin duda es uno de ellos.
La Orquesta Sinfónica tiene, desde sus orígenes con Oliva Manchola y Nelson Monroy, como 30 años de existencia. 30 años de Orquesta Sinfónica es un montón, es de aplaudir a cada uno de los que han luchado porque exista.
Hoy, viendo el programa que la Orquesta presentó pensaba en los que oí tantas veces decir que hubiera debido acabarse, que era desafinada, que tenía problemas administrativos, que era costosa (los que opinan que la orquesta es costosa son unos tacaños que no sirven para la vida con lo que tiene de bella), que nadie iba a verla, que la gente no sabía de su existencia, que para qué ver obras mal interpretadas, que mejor que eso era poner un CD... y otra cantidad de sandeces.
Hoy la Orquesta presentó el Concierto para Trompeta en Re Mayor de Henri Tomasi interpretado por Oscar Fernando Trujillo un músico que es un James de la trompeta, que si no juega en el Madrid es porque quiere vivir en esta ciudad y no en otra. Y luego hicieron la Sinfonía Nª 1 en Sol Menor de Tschaikowsky dirigidos por el muy joven Maestro caleño Miguel Santiago López que es el director asistente y que dirige hermoso. Y la gente se paró a aplaudir porque verdaderamente fue un gran programa interpretado maravillosamente.
Son procesos, se toman su tiempo, son inversiones que requieren paciencia y aguante y explicar y volver a explicar por qué es importante que todos participemos, que el patrimonio es de la ciudad, suyo, mío; que lo que eso nos deja nos favorece a todos y que por eso es poco pagar por una boleta.
Es mi única crítica. La única que quiero hacer hoy en todo caso. El ejercicio de gratuidad ya se ha hecho durante muchos años. Durante todos los años. ¡30 años! Los manizaleños tenemos que dejar de ser tan michicatos de asistir masivamente cuando el concierto es gratis y no ir de la misma manera si nos cobran dos mil o diez mil pesos. Algo hay que hacer en este sentido. Cobrar, digo yo. Y que la gente se acostumbre a que no todo es gratis, porque además no lo es. Cada uno de los músicos de la Orquesta es un empleado que depende de ese trabajo para pagar sus facturas y sus deudas. Eso también hace parte, como las historias que cuenta el Maestro Gorka Sierra antes de comenzar cada programa, de la formación del público.
Bueno, y otra cosa: fantástico que sepamos en qué momento se aplaude, pero pésimo el "shhhh" cuando alguien lo intenta en medio del tercer y cuarto movimiento. Que aplaudan si quieren aplaudir, peor ese "shhhh" intolerante y fanático. Y eso que lo digo yo, que, como queda demostrado, hago parte de los Hooligans de esta Orquesta.