La generosidad de mi papá con su vida y con su historia, nos dejó muchas anécdotas y lecciones que, para mí, siempre estuvieron llenas de esa sabiduría de quien ha sabido equivocarse –¡y vivir!– y que nos servirán para recordarlo siempre. Frases como “no traguen entero”, “no se dejen poner etiquetas”, “no les importe lo que opinen los demás sobre sus cosas”, “yo soy yo y mis circunstancias”... Para nosotros está fue primero una frase de Jairo que de Ortega y Gasset. Tangos como “Se va la vida”... Las historias de su vida profesional como profesor y como dermatólogo, la página web de asocolderma donde pudo ser generoso con todos sus colegas, nos ayudarán no solo a recordarlo a diario, sino a hacer eso que los hijos de padres amorosos tratamos de hacer cuando tenemos alguna circunstancia en la que hubiéramos querido contar con el consejo de ese papá… Esas historias nos ayudarán a preguntarnos “¿qué hubiera dicho Jairito?” y a obtener sin mucha dificultad una respuesta -ayudada por la memoria- para buscar la grandeza en las emociones y la ética en las actuaciones, desde la honestidad del corazón.
Esa generosidad de mi papá con Julia y conmigo era deliberada. Una vez mi hermana le preguntó de dónde había sacado el ejemplo o la motivación para ser ese hombre tan maravilloso que nos correspondió por papá.... Él le contestó que en ese minuto en el que se convirtió en padre se había propuesto ser un papá especial. Fue nuestro amigo. Nunca, mientras nos formaba, nos trató con condescendencia, sino como pares. Siempre nos dio argumentos racionales antes que argumentos de autoridad. Nunca nos dijo “no, porque soy su papá y yo digo que no”. Debía ser agotador tener que estar buscando siempre los argumentos para explicarnos por qué no podíamos hacer esto o aquello y creo que la clave fue la honestidad. Perdonen a los padres que han dicho eso, pero me parece admirable que en todo el tiempo que estuvo con nosotras él no lo hiciera. Buscar bien dentro de él los motivos por los que le parecía que algo debía ser de una forma y no de otra, nos enseñó que siempre es posible debatir, explicar, argumentar, y que la razón no le pertenece a nadie. Ante los argumentos, muchas veces mi papá no tuvo problema en cambiar de forma de pensar o de darnos un permiso que primero había negado, por poner un ejemplo tonto. Todo lo que nos enseñó lo reforzó con el ejemplo, y cuando no tenía un buen ejemplo para darnos, lo reconocía y nos hablaba como adultas para que entendiéramos que la condición humana nos gobierna a todos y que por eso debíamos ser personas compasivas con los demás, con él, con mi mamá, pero sobre todo con nosotras mismas. Hay cosas que uno aprende y otras no, a pesar de eso nos seguimos dando mucho palo, como él, porque el ejemplo enseña más que cualquier cosa.
Mi papá luchó mucho toda la vida para ser lo que era, una lucha que peleó principalmente con él mismo, con lo que había aprendido, con lo que nos enseñan, con los convencionalismos, con eso que entendemos como “la sociedad”, cosas a las que muchos de nosotros no les encontramos sentido. Yo por eso les pido que recordemos a mi papá como era, para rendirle honor a ese deseo suyo de ser una persona auténtica, única como lo somos todos, con defectos como lo somos todos, pero también con grandes virtudes, principalmente esa de nunca dejar de luchar por ser lo que podía ser, lo que quería ser y por tratar de formarnos con esa libertad.
Gracias a todos por recordar a mi papá con cariño y con generosidad, la misma que él nos dispensó a todos.