sábado, 27 de noviembre de 2010

Mi llanto

Hay llantos de llantos.  Llantos como el de Pili: mucho, doloroso.  Llantos como el de Jairo: poco (con los años un poco más), sensible.  Llantos como el mío: mucho, sensible... lo que se hereda. Y me hace pasar unas vergüenzas terribles.
Recién llegada a mi actual trabajo y revisando el contenido general de lo que hacemos, me dio por proponer una idea que me llenaba de emoción.  La reunión en la que mencioné la propuesta estaba presidida por Hernán Arango Uribe, un señor de la edad de mi papá que, luego me he dado cuenta, es tan sensible como yo, pero se controla mejor, un paisa recio.  Yo empecé bien: otros temas, otros asuntos... y luego mi propuesta... y mi llanto.  Asistían a la reunión varios compañeros de trabajo, todos personas de 8 a 12 y de 2 a 6, que me miraban aterrados como preguntándose 'qué le pasará a esta niña que exponiendo un asunto tan cotidiano no puede parar de llorar'.  Y es que me da mucho trabajo.  Pocas veces he tenido la necesidad de contenerme y esa contención debe funcionar como cualquier músculo: si no se usa se atrofia.  Yo exponía mi idea, lloraba y pedía disculpas por emocionarme.  Don Hernán me decía que "tranquila niña", y yo decía que estaba tranquila, pero que no podía parar de llorar, que era emoción y que la emoción me sobrecogía.  Vergonzoso.

Don Hernán como digo, resultó parecido a mi en eso.  Le gustó la idea y la pusimos a funcionar.  Pero en otro escenario esa manera de manifestar mis emociones hubiera arruinado el futuro de cualquier propuesta, porque el llanto le resta a uno credibilidad.  He entendido eso y cada que lloro en circunstancias parecidas digo lo mismo: Que yo me emocione y que esto me llene de pasión, no le quita verdad / seriedad / importancia / etc. a lo que estoy diciendo... o algo así... siempre digo lo mismo... a ver si la gente es capaz de oírme por encima del llanto y de pararle bolas a lo que digo, porque definitivamente ha resultado más fácil eso que no llorar.

En otra oportunidad hicimos en la oficina una actividad de esas que empiezan con que la gente dice su nombre y qué expectativas tiene frente a la misma... no me gustan ni cinco esas cosas, pero participo porque yo quedé bien educada.  En esa ocasión, no sé por qué la gente empezó con unas intervenciones llenas de emotividad; estoy segura de que el moderador no lo pidió así, pero una vez que el primero a la derecha habló de su familia y de la importancia que para él tenía alguna cosa trascendente, todos la cogieron por ahí... yo tuve la desgracia ese día de ser la última en intervenir y para cuando el turno me tocó a mi, yo estaba absolutamente sensibilizada... no dije ni una cosa coherente, creo que les dije a todos que admiraba su honestidad y su talante, cualquier ridiculez como esa y, sobre mi, sé que alcancé a decir que era muy sensible y que qué pena, cosa que no necesitaba decirse porque quedó clarísima en la gráfica.  El oso del siglo delante de un montón de recién conocidos con los que he tenido que seguirme viendo durante estos años.  Creo que me saludan con miedo de que yo rompa en llanto, o para que no lo haga, no sé.

Solamente una vez, durante una temporada, estuve sin llorar varios meses seguidos.  Tenía 20 años y era la segunda vez que iba a donde un psiquiatra.  A mi, que así como lloro me río, la especialista me mandó Prozac.  Fue como si me hubieran cerrado el desagüe.  Las escenas más conmovedoras en las películas más tristes y yo me reía.  Los corrillos en la Universidad para oírme a mi contando chistes (con humildad, no exagero).  No recuerdo extrañar el llanto, pero lo que sí recuerdo son las miradas desconcertadas de mis amigos ante mis reacciones que no eran coherentes con lo que sucedía a mi alrededor.

A pesar de lo vergonzoso que ha resultado en algunas ocasiones y a que si me toca hablar en público es posible que yo termine llorando por cualquier bobada, como les consta a mis compañeros de canto, me prefiero así. 

Prefiero que cuando me duela en cada lágrima se vaya un poquito de dolor, antes que quedarme contenida con tantas cosas que siento... siento mucho, lloro mucho... y en compensación he sido muy feliz o muy alegre (una de las dos cosas o ambas, no sé). Mucho. Para qué.

2 comentarios:

Ratushka dijo...

Ah...el llanto..¡qué tema!...no tengo muchas ganas de comentar porque estos últimos días no he tenido como muchas ganas de nada pero igual comentaré. Yo también lloro bastante pero hago todo lo posible por no hacerlo en público..no me siento cómoda con las miradas de la gente..unas de lástima..otras de chisme...otras de asombro...aún así hay ocasiones en que no hay nada qué hacer y rompo en llanto donde me encuentre (Universidad, restaurantes, veterinarias, discotecas etc etc)...pero la mayor parte de las veces lloro sola en mi cuarto y lloro hasta caer exhausta y seca. Hace bien, creo yo. Exorciza.
También es bonito llorar entre los cálidos brazos de la pareja. Llorar mientras oyes palabras bonitas al oído, palabras de aliento...mientras recibes un abrazo fuerte y sincero. Federico (novio) ha aprendido a respetar, comprender y acompañar mi llanto de una manera maravillosa y no tengo palabras para agradecérselo. En fin....creo que se me acabó el comentario. Tal vez más tarde pegue una lloradita...veremos ;)

Ana María Mesa Villegas dijo...

Sí, este es todo un tema... tal vez en otro momento pueda dedicarle un post menos influenciado por lo que pasa ahora, por el contexto...

Por ahora, lloraré yo también un ratico...