martes, 1 de julio de 2014

Dos adultos

(Hablar sobre mi papá sería más cómodo si este blog no lo visitara nadie, pero igual hay cosas que uno tiene que hacer así lo estén mirando dos o tres personas).

Hoy le expliqué a mi papá por qué desde hace mucho tiempo no le cuento casi nada.

La verdad es que recuerdo muy bien el día que tomé la decisión de no volver a hablar sobre mis cosas con mi papá y mi mamá. No recuerdo el motivo, pero me comprometí a fondo con eso. Mi papá se dio cuenta muy rápido porque éramos muy amigos y me lo reclamó varias veces. Nunca pude explicarle bien por qué no quería hablar de mis cosas.

Pero mi papá y yo logramos tener hoy esa conversación.

Y le dije y quiero que él pueda leerlo siempre que se le olvide:

Entiendo que se preocupe por mí, es perfectamente entendible que un padre se preocupe por lo que le pasa a un hijo, eso no lo voy a discutir, ni tampoco quisiera que cualquier noticia mía le valiera huevo. Sin embargo hay dos cosas que me molestan cuando trato de contarle algo:

1. Aunque sus palabras, las que salen de su boca con la conciencia clara de quererme decir algo son de apoyo a la persona que soy, muchos de sus actos, o esas otras palabras que se dicen sin querer, como reflejo durante una conversación, son de desconfianza con lo que hago o lo que quiero hacer. Sé que he dado muchos motivos en el pasado, entiendo que haya temores frente a mi manera de hacer las cosas, porque además he resultado "rara", difícil de entender, distinta. Pero yo no puedo cargar con ese tipo de desconfianza porque pesa espantosamente. Así que suelto la carga a un lado y sigo con mi vida sin esa presión.

2. No me gusta que me den consejos. Como a él. En eso somos idénticos. Soberbios. No nos gusta que nos opinen sobre nada de lo que hacemos. Así que cuando me dice que con relación a tal cosa yo debería hacer tal otra he contestado muchas veces con palabras muy fuertes que son las mismas suyas para exigir respeto por su "yo con yo". Y como los dos somos adultos, pues ahí está, ya no podemos irrespetar el derecho que tenemos de querer ser islas.

Además dije que aunque tiene todo el derecho de opinar lo que quiera sobre mí o sobre lo que hago, también es cierto que yo tengo todo el derecho de no prestar ni cinco de atención a esas opiniones. Y que aunque tiene todo el derecho de decirme lo que cree que debo hacer, yo tengo todo el derecho de no hacer nada de lo que me dice. Y que eso es lo que generalmente hago, por una cosa muy sencilla: yo no soy él.

En estos días pensaba que mi papá me crió para independiente, crítica, auténtica y libre. Creo, y no quiero que suene a sarcasmo, que estas son las consecuencias. No me gustan del todo, creo que han terminado por aislarme de mucha gente, de él, entre otros.

Luego de todo eso le conté la historia que desató esta conversación y mi papá hizo un esfuerzo bello por oírme sin juzgarme y sin darme consejos. Aunque no lo logró del todo lo amo por eso.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi lo que me gusta es saber que piensa la gente. Y entre más ingeniosos y mejor echen su cuento mas. Pero también me gusta descubrir que dice el que no tiene pretensiones y que no parece tener nada que decir. El que no toma la palabra, al que hay sacársela como agua de un pozo.
Y es por placer. No es por aprender, ni ganar valiosas lecciones, es por un gusto natural, es mi espíritu contemplativo. Pero de tanto escuchar algo se me queda, algo me cambia, y de a poquitos ya no soy el mismo, me voy como transformando; me gusta pensar que me hago más humano.
Escucho a todo tipo de gente y todo tipo de cosas, pero cuando puedo escoger a quienes escuchar, me gusta buscarlos en los libros. También en la radio y casi con la misma atención. Y ahora claro hay tantas formas y bueno desde hace un tiempo esta twitter, que por muy banal que parezca me lleva a escuchar a personas como usted, que por esas cosas que tienen estos medios, es como una amiga que no me conoce.
Bueno, es eso, me gusta escuchar y a veces escribo, cuando ya no hay más remedio.

Ana María Mesa Villegas dijo...

¿Y yo lo sigo?

Luis dijo...

Desde hace 1 minuto, ;).

JuanDavidVelez dijo...

Yo le dejé de contar cosas a mi papá hace poquito tiempo, la razón fue que no se tomó en serio un pacto de las conversaciones "no le contés a nadie" y le contó a mi mamá una cosa. #firstworldproblems Ya no me provoca contarle nada. Me sorprendió mucho que contara, yo pensaba que el era seriesisimo con "no le contés a nadie".
A otro amigo le dejé de contar cosas porque me di cuenta que ser chismoso y gozar contando el mal ajeno es uno de sus placeres, el man cuenta feliz por la desgracia ajena como el estereotipo del chismoso. Obvio que me alegra que tenga sus placeres el man, pero que no sea con las cosas que yo le cuento.

JuanDavidVelez dijo...

Yo me creo el man más serio del mundo con "no le contés a nadie". #autoestimamuyalta
Pero claro que mi papá también se cree muy serio con eso.

Ana María Mesa Villegas dijo...

A mí la falta de lealtad también me parece la cagada pues.
Yo también dejé de contarle cosas a un amigo porque otro me dijo "ve, no le contés más tus cosas a fulanito que ya sé que hiciste esto y esto". Realmente a mí no me importa que se difundan mis cosas siempre y cuando las pueda contar yo de primera mano con todo y la narración dramática de los hechos. Pero eso que se anden tirando las chivas de uno me da mucha putería. Es decir, a ese amigo que me contó que el otro le contó hubiera podido contarle yo misma mis necedades.

¿Los papás lo traicionarán mucho a uno entre ellos con eso de andarse contando lo que uno les cuenta? No deberían.

JuanDavidVelez dijo...

Mi mamá cuenta todo, casi como una cuestión de principios "no sea solapado y afronte". Mi papá pues sí traicionó mi confianza, pobre, estaba preocupado y necesitaba contarle a mi mamá, como para solucionarle las cosas entre ellos dos al hijito de 40 años. No me enojé, simplementé lo molesté por no ser una tumba y ya no le vuelvo a contar nada.

Ah, hay cosas que yo si le cuento a muy poquita gente pues porque me parecen mal hechas y quiero que casi nadie las sepa, no soy un libro abierto. Lo teso es que ese "muy poquita gente" ya casi que solo me queda una persona, al menos por ahora me queda esa persona. Me imagino que cuando ya no le queda a uno nadie para contarle tranquilo es que uno se quedó "solo" (un tipo de soledad, uno no está solo, ni más faltaba, pero ese tipo de soledad) y ya le empieza a contar a todo el mundo tranquilo porque ya que. #mepuseunpoquitodramatico

JuanDavidVelez dijo...

Esa falta de lealtad me parece la reputa cagada y no vuelvo a contarle nada a esa persona ni por el berraco. Guevonada mia que me tomo en serio.

Anónimo dijo...

Me identifico con tu razón número dos. En general cuento poco de mi vida porque detesto que me den consejos. Qué pereza eso.
Así mismo no me gusta dar consejos, consecuente que me creo.

Saludos.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Claro, Juan, que las necedades no son cosas como mal hechas, o puede que haya gente que las vea así, pero yo como que no. En fin. Yo sí soy muy libro abierto. Estaba pensando sobre mi seriedad para "no le contés a nadie". Creo que a veces he traicionado ese contrato, pero en general creo que soy seria con eso.
Una vez un man que había conocido como quien dice ayer me contó que le había puesto los cachos a la esposa y me dijo "por favor no le cuentes a nadie" y yo le hice caso, hasta este momento, pero pf, con esta imprecisión de datos no creo que decirlo aquí sea un pecado. El caso es que esa vez le dije al man "ya se me olvidó". El como que necesitaba hablar de eso y se encontró conmigo. Me impresionó mucho que me contara eso así como tan de buenas a primeras, sin conocerme, qué tal que yo hubiera resultado una vengadora de esposas traicionadas.

En la conversación también le dije a mi papá que yo tenía 39 años y que en un mes cumplo 40. Uno a veces les tiene que recordar que ya está grande.

Tan raro, Dani. Hay gente que busca consejos a toda hora, yo detesto que me digan qué hacer, me parece completamente irrespetuoso. A veces los pido, pero a muy poquita gente, y creo que tiene que ser gente que yo sepa que de lo contrario no me los daría.

Ángela Cuartas dijo...

Hombre, estaba pensando en eso de "dos adultas" respecto a mi mamá y justo entré a leer tu entrada. Tengo que aprender a no cargar pesos ajenos. Y estaba pensando en cómo es de impresionante que los papás le infunden a uno una manera de recibir la vida y es muy difícil desprenderse de eso. Una cosa básica, como un filtro, pero yo sí creo que uno es libre y con mucho esfuerzo puede decidir hasta dónde quiere ese filtro y hasta dónde quiere inventarse otro nuevo.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo apenas hago el intento de no cargar con ese peso. Es increíble como una palabra de los papás tiene tanto efecto en uno, positivo o negativo. Me hiciste acordar de una cosa que creo que ya he contado, Lorna Paz dijo una vez en una entrevista que uno solo podía ser verdaderamente libre cuando es huérfano.

Anónimo dijo...

Parece ser lugar común a juzgar por los comentarios... Yo poco le cuento al mío, solo intrascendencias (no le conté que hice la especialización sino hasta que me gradué, no sabe que cambié de trabajo ni cuánto tengo en el banco, y nunca, jamás, por nada del planeta, le contaría -ni le he contado- cuando tengo problemas con mi pareja, eso es el acabose)por razones similares: uno nunca deja ser ser el bebé al que hay que guiar y proteger (y juzgar, que hay una buena dosis de eso también).
Al igual que ustedes, también alguien muy querido para mi me rompió el corazón por andar divulgando cosas que no debía (dejé de contarle mis cosas durante más de un año y no cayó en cuenta sino hasta que le bloqueé en todas mis redes sociales y dejé de contestar sus llamadas)... Recuerdo esa frase del libro Shogun "El único modo de guardar un secreto es gritarlo a un pozo vacío en medio de la noche". Tocará, pues, empezar a alquilar pozos.