viernes, 11 de diciembre de 2015

Abogados

Esta es una idea a medio elaborar...

Creo que la parte que más me gusta de mi trabajo es la de conocer gente. Hoy me escribieron dos personas a las que conocí porque las entrevisté. Una quería dejarme una información, y creo que un detalle, y la otra quería darme más información sobre otras cosas que me interesan. Me gusta que sientan que fui útil para ellos y que tal vez por eso me busquen de nuevo. Soy afortunada con el trabajo que tengo.

Durante mucho tiempo fui infeliz trabajando y por eso entiendo cuando la gente se queja de lo que hace. Me parece un poquito brusco el comentario "si desprecia los lunes es porque no le gusta su trabajo y porque no se atreve a luchar por sus sueños" que creo que desconoce que tener un trabajo en esta vida —en este modelo económico— que sea verdaderamente satisfactorio es una chiripa.

No creo que quienes están en cargos de servicios generales, quienes recogen y procesan nuestra basura, quienes tienen puestos en los que deben ser serviciales y amables con una fila infinita y variopinta de personas hayan soñado con eso desde chiquitos. Ser pobre no es una condición mental, como muchos dicen de manera arrogante olvidando que tuvieron la fortuna de nacer en un mejor barrio, es una realidad de nuestra economía y de la escasez de oportunidades.

Pero también comprendo a las personas aparentemente afortunadas que tienen cargos de los que nos parecen más dignos, con buenos sueldos, para los que hay que vestirse bonito y que tampoco están contentos.

Parece que el Derecho, por ejemplo, promete La Justicia y entrega los trámites. La filosofía promete el mundo de las ideas y entrega un salón de clase lleno de colegiales o primíparos, la medicina promete El Servicio en una de sus formas más elevadas y entrega un POS y un sistema de salud que los explota. Tal vez las ingenierías sí cumplen lo que prometen y me parece que el periodismo promete mucho menos de lo que da. Puede ser que sea porque me gusta mucho, claro. Pero a los médicos también les gusta el ejercicio médico, a los filósofos las ideas y a los abogados... Bueno, no sé qué es lo que les gusta a los abogados.

Hace tiempo hablando con un amigo me decía que hay unos trabajos en los que es muy difícil calcular el nivel de contribución que uno tiene frente a los productos de la empresa en la que está. Es decir, si soy abogado en una oficina jurídica de una Universidad, ¿cuál es mi nivel de contribución al producto de esa empresa? ¿Qué tuve que ver con La Academia? Probablemente nada. Soy un eslabón necesario para tramitar la demanda, la tutela, el oficio, el decreto. Es más fácil para un operario en una fábrica de zapatos sentir su utilidad al ver la suela que él cortó haciendo parte de un mocasín, que para un abogado que elabora un acta de grado al ver 200 estudiantes que salen de la Universidad este semestre.

Hay trabajos que no retan, que no emocionan, que no inspiran, que no conmueven, muy bien pagados y muy bien trajeados. Deberían pagarles mejor o prometerles algo más parecido a la verdad.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Ana, ¿tú hipótesis es que el trabajo del abogado no emociona, no inspira y no conmueve?

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ana, hola, no, mi hipótesis es que en promedio o en general hay profesiones que prometen más de lo que entregan y de ahí las frustraciones de algunos con sus lunes laborales.

Anónimo dijo...

Espero con ansias tu dictadura, nos vas a guiar muy bien :)

Andrea de Beauvoir dijo...

Hola Ana! Había leído antes un par de cosas de este lugar pero no está y hoy -con el insomnio- que pude leer algunas más llegué aquí. Siento que describes muy bien lo que pasa con muchos trabajos y sucede particularmente con el Derecho.

Personalmente pienso que es una de las profesiones más inocuas que existen y su utilidad real en sociedades que gritan desesperadamente una transformación es básicamente nula, yo sí veo con mucha tristeza que sea una profesión que se considere necesaria... Claro, lo digo como abogada, exiliada por supuesto.