Ya he
contado acá que cuando estaba en el colegio trabajaba durante las vacaciones de
fin de año en la papelería de mi familia, La Veyco. Mi tío Aurelio era un buen
jefe en el sentido de que insistía y no se aburría de insistir sobre las cosas
que le parecían importantes para que el negocio funcionara bien, el inventario,
el manejo de la caja, la bodega, la limpieza de los estantes, la limpieza del
local, la presentación de quienes trabajábamos ahí y entre esas cosas, con
muchísimo ahínco, insistía sobre la importancia del servicio.
"No dejen llegar a nadie hasta el fondo del local sin haberle
preguntado qué necesita, ofrezcan siempre más de lo que la gente está buscando
y ofrezcan opciones si no tenemos exactamente lo que necesitan. No digan que
no, piensen siempre en cómo ayudar. No sean agobiantes, dejen que la gente
explore. Sean amables y sonrían. Gestionen, logren, ayuden. Si no tenemos algo
en este local búsquenlo en los otros locales. Si no lo tenemos en La Veyco
díganle a la gente que tal vez lo tiene la competencia e indíquenles donde está. Lo importante es
ayudarle a la gente y hacerlo con alegría". No estoy exagerando nada. Esa es la
ética de servicio de mi tío que la debió haber aprendido de mi abuelo León que fue comerciante toda la vida.
Él también
hizo parte de la junta de FENALCO y recuerdo que durante esa época
trabajó en este sentido. Nos decía que fuéramos a otros departamentos de
Colombia para que nos diéramos cuenta de la diferencia en el servicio que había
en Manizales, lo bueno que era.
Era.
Yo como
mucho por fuera, en promedio tres veces por semana y por lo tanto conozco buena
parte de la oferta gastronómica de la ciudad. También sé cuáles son los meseros
buenos de cada uno de los restaurantes que frecuento. No soy una cliente
problemática, no discuto con los meseros, no me gusta la gente que los trata
mal y siempre que me preguntan si quiero pagar el servicio (la propina) digo que sí. Y me llama mucho la atención que en promedio ese servicio sea tan regular en la
ciudad.
Servir no
es un trabajo fácil, pero no creo que eso disculpe el mal servicio y que uno
tenga que aguantarse cualquier trato por consideraciones sobre lo jarto que
debe ser tener que hacer esa labor teniendo en cuenta que hay que estar todo el
día sonriente con un montón de personas, no todas tan fáciles de manejar como
yo (ejem…). Creo en la ética del trabajo de mi tío Aurelio y veo, después de
los años, que quienes trabajamos con él en la papelería aprendimos algo sobre
eso que nos ha servido para lo que hemos hecho después. La actitud de servicio es útil en cualquier trabajo, hace parte del perfil de cualquier
persona con la que yo quisiera trabajar y es cualidad necesaria para el trabajo
en equipo. No hay manera de hacer equipo con alguien que no está dispuesto a
servir a ese equipo.
Ejemplos,
porque tengo que sustentar todo esto que estoy diciendo, sin nombres de
restaurantes, porque no quiero causarle daño comercial a nadie.
Hace poco
un amigo pidió un cambio en un plato. Quería que le cambiaran el calentado por arroz solo. La mesera le preguntó con tono displicente que “¿qué
sentido tiene?”. Le contestamos que era así como lo queríamos y la mesera hizo
cara de “qué solicitud tan ridícula”.
En otro
restaurante hice mi pedido y la dueña, que fue nuestra mesera, lo tomó mal y me
trajo otra cosa. Una cosa muy distinta. Al hacerle notar que eso no era lo que
yo quería me dijo que por qué no me lo comía de todas formas, no como regalo
porque ya estaba preparado, sino en lugar de lo que yo había ordenado. En ese lugar, además, los platos demoraron más
de 45 minutos en llegar, los cubiertos no estaban completos y nos los trajeron
en la mano mientras los secaban con un trapo. Las mesas no estaban limpias
cuando llegamos y tampoco estaban bien puestas. No crean que era un restaurante
en los que eso es lo normal, que también los frecuentamos. Era un restaurante
muy cachaco al que no regresamos.
En un
corrientazo medio elegantico donde solemos almorzar una vez por semana mis
amigos y yo, las personas de la mesa en la que yo estaba llegamos en dos tantas.
A los que llegamos de último nadie nos vio entrar, nadie nos vio sentarnos,
nadie nos vio alzar la mano varias veces para ordenar. Nadie estaba atento a
las mesas. Los platos tardaron más de media hora, llegaron fríos y con la comida
cambiada porque se habían terminado las porciones. Y hubiéramos podido irnos
sin pagar porque nadie nos quería cobrar.
En general los meseros son lentos para atender,
no están atentos a las necesidades de los comensales, no ofrecen opciones, no
conocen la carta con la que trabajan, no saben qué traen los platos, no dicen
su nombre, como ya se usa en otras ciudades donde sí le han trabajado a eso, es
evidente que nadie les ha hablado sobre el trabajo de servir, no hay un sistema
ordenado de atención, en muchos lugares una misma mesa es atendida por más de
una persona, a veces hasta cuatro, lo que habla sobre el desorden y la falta de
método. Los meseros no saben solucionar problemas, no saben dar la cara, no
saben decir “no tenemos esto, pero le podemos ofrecer esto otro”, o “disculpe
la demora, tenemos este inconveniente”, o “sus platos se demoran un poco porque
esto y esto y esto”. Servir es todo eso.
En los
restaurantes más caros donde tienen mesero principal el servicio sí suele ser
muy bueno, te reciben en la puerta, te preguntan que si mesa para cuántos, el
chef te explica los platos, el mesero tiene nombre, te llenan de vino (lo
cobran, por supuesto), te dejan probar otras cosas mientras llega lo que
pediste, te sonríen, te preguntan cómo estuvo todo, todo estuvo fantástico.
También los hay.
Destaco a
Buffalo Republic que sin ser un restaurante costoso está lleno de meseros con
experiencia que lo hacen muy bien. Es tan excepcional este caso que me parece
justo de resaltar.
Por último,
no creo que la calidad de la atención sea culpa de los meseros, creo que es responsabilidad
de todos los tíos Aurelios que no lo son. Y a los meseros también habría que
decirles que, aunque no debería ser su principal motivación, a una mejor
atención probablemente mejores propinas.
Alguien en
Manizales tiene que trabajar en eso, creo que el llamado sigue siendo para
FENALCO; aprovechar que estamos en el mejor vividero del mundo y que mucha
gente querrá venir a conocer y a gastar en este paraíso.
5 comentarios:
A mi me pasó hace poco algo detestable. Quería 4 almuerzos para llevar, me pidieron un minuto para confirmar si los tenían, pues era cerca de la 1 p.m y el local estaba lleno. No obstante, me dijeron que sí me los podían vender. Un minuto más tarde llega una señora, amiga del personal del restaurante y, cosa curiosa, al cabo de 5 minutos de espera me salen con que que pena, nos equivocamos ya no hay almuerzos... Adivinen a quien se los dieron. Queda en un edificio nuevo lkenobde médicos... Si siguen atendiendo solo a los amiguis espero que se peguen su buena quebrada.
Antes que nada, Ana, como siempre, dejáme reiterarte que soy fan de tus publicaciones.
Eso que acabaste de exponer podría ser un tópico traducible a Medellín. Yo siento que aquí el sector restaurantero ha mejorado mucho, sobretodo en lo que se refiere al servicio que brindan los meseros, a quienes yo, gustosamente, les incluyo siempre la propina. Se nota que han aprendido muchas cosas, que ya no son muchachos medio displicentes sino gente experimentada. Pero también hay muchas cosas por mejorar. Con los calores (32º-36º) que arrecian en Medellín, me parece increíble que en varios restaurantes donde mi novia (o ex, ya no sé) y yo vamos mucho -tampoco voy a dar nombres- te salgan con la infaustísima sorpresa de que "se nos acabó el hielo"... Y sí, ellos te sirven gaseosa, o jugo, o té, bien fríos, pero todo aquí se calienta muy rápido, y es horrible. Ahora hay muy buena variedad de cosas que comer: vietnamita, árabe, mexicano, argentino, italiano, francés, mariscos del Caribe y del Pacífico, pero no dan abasto. Todo se llena muy rápido, hay que reservar casi siempre. Pero, dentro de todo, creo que hay buen servicio, que los dueños o "patrones" se preocupan por que el cliente esté satisfecho. Hay una vocación de servicio muy bien marcada, de dar bastante y, si sobra, te lo empacan para llevar. Sin embargo, a veces pasan cosas, también muy escandalosas. Un amigo me contó que no lo dejaron entrar una vez a un restaurante de un sector muy "hippie-chic" de la ciudad, el barrio Provenza, porque iba de camisilla y tenía tatuajes a la vista (¡Plop!)... Y lo que voy a contar me pasó a mí. Un día del padre -¡día del padre!- en un restaurante de mariscos muy famoso, donde empezó a llegar gente para almorzar como desde las 11:30 y el restaurante se llenó, y había hasta fila de gente y de carros esperando para parquear y luego coger una mesa: caras de hambre y desesperación. Hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas... No daban ni una entradita, ni unos simples pataconcitos, ni galleticas de soda con salsa rosada, ni arepitas con humilde hogao, ni nada ¡nada¡ Y tampoco había meseros a la vista, ni aseadores, ni celadores, ni nada, ni nadie. El hambre y el desconsuelo imperaban en la atmósfera. Y, sí señor, un tipo -con cara de papá- notablemente irritado por la brutal espera, se paró, se les metió a la cocina y presenció un espectáculo deprimente: una regañada general por parte del dueño (o gerente) a todos los empleados, quienes a su vez no levantaban la mirada. El motivo era más que justo: se les había acabado el gas... ¡El gas, marica, el gas! No había candela con qué cocinar ni calentar nada. Y era domingo, y el abasto de gas más cercano era en Ríonegro, a 25 kms de allí... Salió el dueño y vociferó en alto que pedía disculpas de antemano, que esto era horribe, inaceptable; que nunca más volvería a ocurrír. Todos los asistentes se miraban, hacían gestos de reprobación, presos del pánico y la zozobra... En fin. Eso era lo que quería contar. Perdón por abusar de permisomedesahogo.org.
PS: Cuando me invitaron a una conferencia en la UCALDAS, mis anfitriones, encumbrados catedráticos de Historia, me llevaron a un restaurante de pastas, deliciosísimo, y las meseras, amén de ser muy simpáticas, eran super atentas. Yo no me acuerdo dónde queda el restaurante, pero es muy cerquita de la UCALDAS. También me llevaron a JUAN SEBASTIÁN BAR, cuyo propietario se llama JUAN SEBASTIÁN GÓMEZ, exactamente como yo. Y también me llevaron por allá al cable, y también a un bar de salsa lo más de bueno, donde una mesera regalaba cigarrillos. Esa noche unos estudiantes me dijeron: profe, quédese aquí con nosotros que ya en esto pasa el bus para ir a los "amanecederos" (o eso le entendí), pero no pude ir porque madrugaba al otro día.
Un abrazo muy grande para vos, querida Ana.
-Sebas
Muy buena opinión. Le recomienda Buffalo Serrano (O Plaza Serrano) (es "primo-hermano" de Buffalo Republic, por decirlo de alguna forma). Este es más especializado en cortes de carne de búfalo, no en hamburguesas.
Sebas, leí tu comentario desde el celular primero y justo pensé "mirá que Juanse me comentó el blog", porque tú siempre comentas como Sebas, no más, o Gogosebas. Esos sitios a los que te llevaron son ricos. Creo que el de pasta debe ser Las Cuatro Estaciones, ¿no?
Esa historia del gas es increíble pues. El absurdo. Qué vergüenza, pobre dueño de restaurante y seguro que eso no le volvió a pasar.
Anónimos 1 y 2 y Sebas, gracias por venir y comentar.
Hola ana yo trabaje con tu tio y era asi un saludo
Publicar un comentario