lunes, 25 de julio de 2016

De mi hermana

A raíz de esta noticia mi hermana escribió un mensaje en su muro de Facebook que quiero reproducir acá.

A veces cuando hablo con ella siento la frustración que le produce el ejercicio médico en medio del Sistema de Salud de nuestro país y siempre me pregunto cómo puedo ayudarle. Por eso lo transcribo aquí, para que tenga un poquito más de alcance una reflexión suya que me parece que tiene toda la pertinencia. Me recuerda otro texto que leí hace días sobre otra cosa, en donde decían que cada vez parecemos menos dispuestos a entender que a pesar de todas las medidas que podamos tomar los accidentes no dejarán de existir y que parece que perdimos la capacidad para entender eso.

Aquí va:

"Lo más seguro en el ejercicio de la medicina es que nos vamos a equivocar, no una sino varias veces, sufrimos con esta idea y sobre todo con las consecuencias de nuestros errores, imagínense cuánto, pero aún así seguimos porque sabemos que son muchas mas las veces en que las cosas salen bien y nuestro trabajo ofrece alivio. Me he equivocado, seguro, pero eso no me hace criminal, mis colegas, amigos, familia y pacientes pueden dar fe de eso. Desafortunadamente y también por culpa nuestra, se tiene la falsa idea de que somos dioses y que el acto médico tiene que garantizar resultados. Error, es imposible. Aunque hagamos todo bien esta no es una ciencia exacta, no todo esta dicho en medicina, hay matices, criterios, circunstancias, probabilidades muchas y certezas pocas. No hay enfermedades sino enfermos, cada uno diferente del otro. No hay tablas, aplicaciones ni ecuaciones para resolver las dolencias particulares. Trabajo, estudio y me esfuerzo todos los días para minimizar el riesgo del error, pero sé que tarde o temprano va a volver pasar. Condenas como esta nos atemorizan e indignan, desconocen el riesgo inherente de nuestro oficio, nos deshumanizan y desaniman, sobre todo cuando al final muchas de ellas surgen del ánimo lucrativo de terceros, ni siquiera del directamente afectado. No hay garantías en medicina, ¿maluca la noticia? Si, pero así es. No somos infalibles, la única garantía es que de corazón y con la razón hacemos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar. Mi solidaridad con el colega".

Toda mi solidaridad con Julia.

martes, 12 de julio de 2016

Solterona

Tengo una historia para ilustrar lo poco que me ha interesado el matrimonio. Como muchas mujeres, crecí con las críticas de mi mamá. Sin juzgarla, porque la alentaban solo buenas intenciones, nos costaba mucho trabajo entendernos. Mi pelo, los novios, los amigos, las amigas, mis zapatos, mi ropa, el trabajo, la plata, mis intereses, la música, etc. Casi nada fue como ella hubiera preferido que fuera. Yo me dediqué a afirmarme en esas cosas y a tratar de construir una identidad que fuera mía, un poco como rebeldía a eso y luego un poco tratando de que eso no me importara tanto. Porque claro, rebelándose uno encuentra algo, pero es probable que no sea tan parecido a uno, como tan distinto de lo que le piden que sea.

El caso es que bien o mal surgí yo y me fui consolidando. Y mis decisiones no me llevaron a la debacle que mi mamá presentía, ni me volví una buena para nada, y no creo haber escogido, como ella decía, el camino más cómodo porque le parecía que yo era muy buena vida. Me mantengo sola, trabajo y soy una buena profesional; en las cosas que todavía tengo que tratar de controlar ya tengo un plan para hacerlo y voy por el mundo más o menos bien. No es fácil calificar el propio desempeño en esto de la vida, pero, a pesar de que me ha constado trabajo, yo sí me siento orgullosa de la persona en la que me convertí.

No hace mucho, sin embargo, cuando todo este resultado ya se veía claro, mi mamá todavía tenía críticas. Y me repetía constantemente algo que, de tanto repetirse, no lo entendía completamente: "estoy muy preocupada con su situación".

"Situación" es un genérico. Acostumbrada como estaba a que casi nada le gustara, yo pensaba: debe ser el pelo, o los novios, o los amigos, o las amigas, o mis zapatos, o mi ropa, o el trabajo, o la plata, o mis intereses o la música, o etc. Y seguía rebelándome genéricamente contra todo eso. Hasta que un día caí en cuenta de que no había realmente nada que mi mamá pudiera reprocharme: tenía trabajo, vivía sola y no tenía mayores problemas... más que el hecho de no estar casada.

La preocupación de mi mamá era que yo no me había casado y esa era mi situación. Mi situación muy preocupante.

Nunca en mi casa se me pidió directamente que me casara. Nunca nadie me afanó con eso. Mis novios no eran prospectos de maridos y nadie me dijo nunca "con ese novio no vas a poder casarte". Así que yo asumí que a todos les importaba tanto como a mí: casi nada. Pero casi nada tampoco era una idea así de clara. Porque tan poquito me importaba que ni lo consideraba. Siempre me sentí demasiado inmadura para eso. Siempre pensé que eso no era conmigo. Nunca me vi como "la señora de...". Ni entrando de blanco a una iglesia, ni comprando mercado para mi familia, ni siendo la mamá de nadie. Esa opción estaba ahí para cualquiera y me parecía válida, pero no para mí.

Creo que por eso no me he casado, no me atormenta, no me siento "solterona" porque nunca quise ser "casada", y uno no puede ser lo opuesto de algo que en principio no le interesa. Son dos estatus ajenos a mis intereses. Soy sola. Y en ese sentido sí me interesa la compañía, pero no cualquier compañía, ni tampoco me importa que la forma sea convencional.

La reivindicación de la soltería no me interesa tampoco, porque yo no me siento minoría, ni en desventaja, aunque reconozco, como lo dicen muchas mujeres, que existe una exigencia y una mirada todavía como de lástima a quienes no nos hemos casado, pero en lo personal, aunque esa mirada me molesta, la siento muy poco.

Todo esto viene porque estaba leyendo una entrevista a Kate Bolick quien escribió un libro que se llama Soleronas donde menciona que en Estados Unidos las mujeres solteras son ya el 53 %. Y que aunque la cifra incluye adolescentes, divorciadas y viudas, es evidente que cada vez más las mujeres nos quedamos solas y decidimos no casarnos por motivos muy variados. Casi que uno podría decir que cada una ha tenido sus propios motivos.

Ya he dicho esto, pero creo que a mí de esa urgencia, o de esa exigencia social, o de ese apremio me salvó mi papá. No porque me dijera que no tenía que casarme, sino porque me convenció de que no importaba lo que los demás opinaran, uno tenía que hacer lo que le diera la gana. Me enseñó intentar ser auténtica y a pensar por mí misma.

Si uno quiere el aporte de mi mamá terminó siendo definitivo. Ayudó porque me dio un motivo para rebelarme y se me quitó el miedo a intentarlo.

martes, 5 de julio de 2016

Sexo


Esta mañana un amigo me pasó esta imagen con un pedacito extraído de un texto más largo de Alain de Botton que no he tenido tiempo de leer por completo, pero que me recordó un libro, una conversación y suscito otra.

Debería leer el texto completo antes de escribir a partir de esto lo que tal vez podría estar resuelto allí. Pero el ejercicio de partir de aquí y tratar de entender de qué habla de Botton pueda resultar interesante (por lo menos para mí). Vale aclarar que sobre el tema he visto algunos videos suyos también.

De Botton dice que el sexo no es tanto sobre sensaciones u hormonas como sobre ideas y menciona tres: la idea de ser completamente aceptado, la idea del fin de la soledad y la idea del fin de la vergüenza.

El libro que me recuerda es El amor en los tiempos del cólera. Recuerdo a Florentino Ariza escribiéndole en el culo "puta" a una de sus amantes y esa imagen me sirve de resumen de por lo menos una parte del texto. Puta, una palabra ofensiva que seguramente fue escrita con la confianza de no estar ofendiendo a nadie. Escrita incluso con amor. La posibilidad de hacer realidad todas las ideas y fantasías que tenemos sobre y alrededor del sexo por retorcidas que sean. La idea del fin de la vergüenza.

La conversación que me recuerda iba sobre la confianza que es capaz de construir el sexo. A veces me pasa que quiero ser amiga de alguien y como sé que no tendré tiempo ahora de pasar muchas tardes compartiendo música y fortaleciendo lazos antes de poder considerar que alguien es verdaderamente mi amigo, se me ocurre que el sexo serviría de atajo. Es una idea que puede sonar un poquito rara... tal vez. De pronto hace parte de esas ideas vergonzosas que solo compartimos con quien podemos decir "escríbeme en una nalga que soy tu puta". Y no es que se me ocurra "me lo voy a comer para ser su amiga", sino que tengo la sensación de querer tener ese tipo de intimidad que solo llega después del sexo y que esa sería una buena manera de acelerar el punto de llegada. Puede ser porque la amistad es el tipo de amor que mejor me sale. El sexo como medio y no como fin. La idea del fin de la soledad.

Y la conversación que suscitó iba sobre el valor que uno le otorga a la intimidad cuando la comparte con una sola persona o con varias. No sé por qué la conversación tomó ese camino (creo que a veces me ponen el tema del poliamor aunque no tenga relación directa con lo que estoy hablando), pero a mí me gusta más pensar en el valor que uno le otorga a alguien cuando le da entrada hasta ese punto en el que hay que ser íntimo. Porque no tiene menos valor la intimidad si se comparte con una o con varias personas, que es la idea que defendía con quien conversaba. Es que cada una de esas personas tuvo para uno el valor suficiente para alcanzar su intimidad. Mi amigo dijo "en todo caso es una utopía creer que uno no le otorga un cierto valor a algún tipo de primacía" y sí, no todo el mundo es igualmente importante para uno. Pero a mí me parece que no importa, porque la intimidad que se construye con cada una de las personas que pasan por la vida de uno es también particular. Particular y no hay que estarlas comparando, no hay que estar haciendo escalafones. Particular y ojalá completa. Completa cuando uno es tan afortunado para sentir a través del sexo la idea de que es completamente aceptado.