lunes, 13 de agosto de 2012

El hámster

Al hásmter lo encontré muerto un martes.  Ese lunes había sido festivo.  Lo encontré en el lócker oscuro y frío en el que lo puse a vivir después de buscarle sin éxito un hogar y porque a mis 12 años (sí, es disculpa) no encontré nada más qué hacer con él.

Cuando en los colegios todavía se usaba abrir animales para, dizque, saber cómo funcionaban los organismos vivos nos pidieron llevar una rata de laboratorio para hacer lo debido en la categoría "mamíferos"; lo que ya habíamos hecho en la categoría "anfibios" con una rana que me pareció llena de nada por dentro.  Cualquiera que hubiera visto una maqueta hecha por alguna de las niñas de séptimo grado de mi colegio podía concluir fácilmente que no teníamos ni idea de usar un bisturí.  Así quedó la rana, un masato de sangre y lo que sea que tengan las ranas por dentro.

Con mi mamá buscamos mucho y no encontramos en todo Manizales al proveedor de ratas de laboratorio, lo único que pudimos hacer fue comprar un hámster en el Ley de Sancancio que en esa época tenía una sección de animales en la que también vendían tortugas.

Compré una mascota para disecarla. Un animal tierno para matarlo en clase de biología el lunes a las 10 de la mañana.  No me sentía muy bien al respecto.  Seguramente yo lo que quería era un animalito y encontré la excusa perfecta para comprarlo.  Sin embargo, lo llevé el lunes al colegio a clase de biología, tenía que hacer la patraña completa.  De esta parte no estoy muy segura, yo creo que sí tenía intenciones de ofrecerlo a la ciencia y no pude.

Marcela Muñoz fue la única, en un salón de 15 niñas, que encontró al proveedor de ratas de laboratorio.  Mary la profesora, estaba muy brava porque solamente dos niñas habíamos hecho la tarea de llevar una pobre víctima a la clase, así que nos tocaría agruparnos para ver un corazón diminuto, un estómago diminuto y demás cosas que traemos adentro los mamíferos en tamaño reducido como si matando una cosa llena de presas chiquitas la muerte se presentara también disminuida.

La rata era linda, blanca inmaculada.  Muerte por formol.  Poco formol, Mary calculó mal.  La rata adentro de una campana de vidrio.  La rata intentaba subir a la parte más alta.  La rata se empinaba.  La rata abría la boca todo lo que podía intentando obtener algo de aire limpio.  La rata sufría y no se moría.  La rata chillaba.  No vi nada más.  Cogí mi hamster y me fui a llorarle al capellán.

Le dije al cura que yo no iba a permitir que nada le pasara a ese hámster, que Mary me podía poner un uno, un cero o lo que quisiera, pero que yo lo iba a salvar.  Tenía un problema fundamental para mi causa: mi mamá no me lo dejaría tener en la casa.  Mi mamá ama el orden y la limpieza.  Me compró el hámster porque estaba segura de que yo lo iba a matar.  Si lo llevaba a la casa lo mataría ella.  Él se ofreció a llevárselo para el hogar de los sacerdotes del Opus Dei en Manizales.  San Francisco de Asis, la bondad existía.

A la semana siguiente me entregó el hámster.  Ya no podía tenerlo más.  La rectora del colegio se enteró del asunto y estuvo otra semana en su casa.  Pero luego de eso el hámster volvió otra vez a mí y a mis problemas para tomar decisiones.  Lo llevé a la casa.  No.  Mi mamá no me dejó tenerlo ahí.  Me lo llevé para el colegio.  Dónde lo pongo mientras tanto...

En el lócker vivió cerca de un mes al cabo del cual me dañó todos los libros y se cagó y orinó en todas las cosas.  Me lo merecía.  Me merecía algo peor.  El martes cuando llegué y lo encontré muerto lloré mucho por no haber hecho lo que debí haber hecho: soltarlo.  Seguramente se hubiera muerto tarde o temprano, incluso tal vez más temprano que tarde, pero se hubiera muerto suelto y no atrapado en un coco metálico donde lo puse yo por creer que conmigo estaría mejor que suelto.  Por boba.  Por creerme la Dian Fossey de los hámsters.  Porque la naturaleza mejor sola que con nosotros.

Por eso veo una araña en el baño y no intervengo para nada.  El hámster no tuvo ni nombre, lo boté en un basurero.  Nunca me he sentido peor ser humano.

7 comentarios:

S E B A S T I A N G O M E Z dijo...

Ana, que chimba de historia.
Yo fui un gran criador de hámsters, reconocido en mi unidad y todo, porque una vez una hamster me parió una camada de 12 y cuando crecieron todos, los regalé. Incluso uno que nació sin el piecito trasero. Sí tenía pata, pero piecito no, pero caminaba y hasta se montaba en la ruedita. Pero eso no era lo que quería contar, sino que conocí una vez a un man que me contó que en su casa no lo dejaron tener un hámster y que lo soltó, y que luego de un par de meses se empezaron a a ver ratas castaño-claro, blancas con gris, negras con café, como si se hubieran mezclado con ese hámster. Pensándolo bien, yo siempre creí en esa historia, pero ahora que te la cuento, dudo que una rata y un hámster se puedan aparear. Bueno, pero yo no soy veterinario. Demás que si se puede porque en Pereira estaba el Ligre (león y tigre) y en youtube un día vi al gatonejo, que es gato con conejo, como un gato pero que corre dando saltitos. Bueno, y la mula también es un ejemplo. Yo mejor no escribo más porque estoy disvariando. Muy chévere la entrada. Saludos.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Jajajaja yo voy a imaginarme que eso sí se puede y que ese hámster no solo hubiera vivido sino que además se hubiera apareado porque me merezco pensar que hubiera tenido una vida plena de no habérmele atravesado yo.

Anónimo dijo...

Carajo qué buena historia. Esos son los momentos claves de la infancia, los que lo definen a uno.
En unos años cuando te pregunten por qué no mataste la araña del baño tendrás que contar la historia del hamster que murió en un locker. Y eso, Ana María, será inolvidable para quien te escuche.

Saludos.

Libertad dijo...

wow! que espectáculo de historia! creo que duraste bastantes años para exorcizarla! pero al fin un día salen este tipo de "secretos"
me imaginé la vida del sñor Hámster metido en el locker... lo que más me indigna no fue que lo "secuestraras" ni que tu madre no lo dejara tener en su casa... sino que el capellán te lo hubiese devuelto! Eso no tiene perdón. Debió haberte ayudado a buscar una solución. Así que echémosle la culpa a él y duerme tranquila :)

Ana María Mesa Villegas dijo...

Me recuerdas que mi mamá quería aclarar aquí que ella no lo hubiera matado, así que se trataba simplemente de que yo llevara un poco más lejos mis exigencias o mis caprichos y no supe... mansa, mansa...
Gracias por venir y leer a todos.

Adriana Villegas Botero dijo...

Anita me acuerdo perfectamente de la rata blanca tratando de sobrevivir y del llanto tuyo cuando encontraste muerto a tu hamster. La verdad es que todas sabíamos que el hamster vivía en tu locker y a ninguna se le ocurrió pensar que no sobreviviría un puente...

Ana María Mesa Villegas dijo...

: ( Qué tristeza...