miércoles, 12 de agosto de 2015

Negocios

Solo he hecho un negocio en mi vida. En rigor. Comprar carro no me parece una transacción que le permita a uno mucho margen de negociación. El carro, nuevo o usado, tiene un precio más o menos definido. Pero, bueno, para ser rigurosa, contando los carros, he hecho dos negocios. Hablemos del carro.

Compré un VolksWagen modelo 76 en el 2001 por once millones de pesos. No creo que haya sido un gran negocio porque uno no compra un carro de esos para salir ganando sino porque se las da de romántico. Romántico y pobre, los VolksWagen necesitan mucha inversión. Cuando uno compra una pulga (que así les decimos en Manizales) lo que está comprando es una entretención costosa. Le cambié el piso completo porque estaba podrido y yo andaba casi como Pedro Picapiedra, con los pies por fuera. El tapete también porque, como no tenía piso, tampoco estaba en buenas condiciones. Le cambié las llantas porque el dueño anterior le había puesto unas anchas y yo además de romántica me las di de purista. Bueh... La vendí en 2002, cuando ya estaba bonita, por lo mismo que la compré. Mal negocio.

Y en 2011 hice otro negocio, uno del que sí me siento orgullosa. Hacía algunos años me había ido a vivir sola y mis muebles eran herencias de familiares que me regalaron la cama, un sillón y otras cosas que yo fui comprando con los años. Ecléctico el estilo, había desde Art Deco hasta muebles de esos de ármalo tú mismo que realmente no son fáciles de armar. Y en 2011 aproveché que iba a cambiar de casa y traté de ponerle orden al despelote.

En el directorio telefónico de Manizales salen poquitos lugares de venta de antigüedades, tres. Los visité. Hay uno en la avenida del Centro. Paso por ese sitio con regularidad, pero jamás lo había visto. No creo que nadie lo vea. Es una bodega taponada por muebles. Decir que entré es exagerar, el sitio está atiborrado hasta las banderas. Para poder entender qué hay ahí tiene que ser uno el dueño. Además a mi hermana le pareció que ese lugar tenía que estar lleno de ratas. No nos entendimos.

El otro es en la calle que queda detrás de ese lugar. El señor tenía tres cositas. Tampoco pudimos hacer negocios.

Y el tercero queda en la 23 en el centro, entre las calles 19 o 17, no recuerdo bien. Un segundo piso de lo que alguna vez fue una casa de familia y que ahora es un depósito de muebles viejos y destartalados pero con futuro. Encontré cuatro cosas que me gustaron: un escaparate, un chifonier, un sillón y una mesa.

El escaparate estaba pintado de color vinotinto con pintura de aceite y le faltaba el espejo del frente. Creo que tenía espejo porque en su lugar había una lámina de madera aglomerada que no se parecía al resto de la madera con el que está hecho. Lo pelé, apareció el cedro negro, una madera hermosísima y le puse el espejo.

El sillón y la mesa hacían parte de un conjunto. También estaban mal pintados, también los pelé, también apareció una madera bonita. La mesa me gusta porque tiene tres patas y la base es triangular con puntas redondas. Rara. El sillón lo hice tapizar con una imitación de cuero blanco. Suena mal, pero quedó hermoso.

El chifonier solo tiene de gracia la forma, más alto un lado que el otro lo que hace una base en la que tengo puesto mi televisor. La madera no es bonita y el señor que la pintó no me entendió lo que yo quería. Ese mueble sigue en proceso. Pero tiene futuro, yo sé.

El dueño del negocio hizo el avalúo de mis muebles: la cama, el sillón, un cajonero, una mesa, cuatro sillas. Creo que ninguno de mis muebles era tan lindo como el escaparate de cedro negro. Pero estaban en buen estado.

Acordamos fácil que yo le encimaba doscientos mil pesos y él se encargaba de los trasteos. Creo que nadie salió perdiendo. Es la única vez que me he sentido negociando como siento que negociaba mi abuelo que sí tenía para eso tremendo talento. Tremendo talento que no sé si tengo.

Aquí quedé fifty fifty.

4 comentarios:

Carlos Eduardo Pérez Mejía dijo...

Disculpe, no entiendo; ¿cambió su romanticismo por una idea ficti-ficti? o reconoció, por fin, que ser uno no tiene nada que ver con romanticismos? catalogados y estudiados.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo tampoco le entiendo muy bien, creo en esta entrada sigo viendo las negociaciones de forma romántica. Gracias por pasar y leer.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo tampoco le entiendo muy bien, creo en esta entrada sigo viendo las negociaciones de forma romántica. Gracias por pasar y leer.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo tampoco le entiendo muy bien, creo en esta entrada sigo viendo las negociaciones de forma romántica. Gracias por pasar y leer.