Creo que alcanzábamos a poner cuatro quejas por la mañana y cuatro quejas por la tarde. Que Camilo no nos quiere dejar entrar a la casita de muñecas. Que Camilo nos cogió los patines y no los quiere soltar. Que Camilo nos pegó. Que Camilo esto, que Camilo aquello, que Camilo lo de más allá.
"Si Camilo les vuelve a pegar, péguenle ustedes, defiéndanse".
Hoy alguien criticó a otro alguien en Twitter porque dijo que el único feminismo que necesitaba su hija era saber dónde pegarle a un niño que la molestara.
Claro, debemos ser más civilizados que eso, seguro que no es una buena solución para todo, ni en todo momento, y aunque hoy en día no soluciono diferencias a los golpes, a la edad de los niños una patada puede ser un buen argumento y sobre todo, un mensaje claro de igualdad.
A mí me gusta que mi papá me haya permitido pensar que yo podía defenderme sola, que no tenía que cuidar mis modales, que nosotras también podíamos pegarle a Camilo si Camilo nos pegaba.
Seguro toda la teoría sobre educación contradice a mi papá, pero en la práctica a mí me pareció una buena lección. Recuerdo que me impactó que mi papá me diera permiso de ser agresiva, pero entendí que había un motivo claro para eso. Entendí que era una condición excepcional porque mi papá era un señor sensato y que la situación había alcanzado un punto donde las quejas y los regaños habían dejado de funcionar.
No recuerdo si alguna vez le pegué a Camilo, seguramente sí, seguramente dije que mi papá me había dado permiso, seguramente eso hace parte de mi idea de justicia.
1 comentario:
Ana, te leo acá y "conversamos" en Twitter y me dan muchas ganas de sacar tiempo en 3D para volver a cerveciar y hablar de todos estos temas que nos dan vuelta en la cabeza.
Yo habría escrito lo mismo que vos, aunque sin tu gracia, pero igual dan muchas ganas de conversarle y conversarle al asunto.
Ojalá que algún viento fuerte te traiga otra vez por acá o me empuje a mí por allá, a ver si nos volvemos a ver.
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