martes, 1 de marzo de 2011

A puerta abierta

Sonó el timbre y renegó por la intromisión; dejó la botella sin marca encima de la mesa y se apresuró a abrir la puerta seguro de que atendería ese último asunto - un vendedor de cualquier cosa, un cristiano que quería presentarle a Jesús, lo que fuera - y retomaría el impulso.

Ya había superado el temor, estaba decidido, todo considerado, los asuntos arreglados para no dejarle problemas a nadie.  Y sin motivo particular.  Era suficiente.  Eso también quedaba claro para que nadie se echara culpas y no buscaran motivos.

Irrumpió sin más, explicando el dolor que traía.  Su mujer lo había dejado y estaba desesperado.  Quería desahogarse con su amigo, poner la música apropiada para hablar de una mala mujer y tomarse todos los tragos.  No daba tiempo para interpelaciones, hablaba, manoteaba, explicaba, preguntaba y se contestaba.  Pidió la música que no le fue dada, no lo notaba... pidió los tragos y creyó verlos.  Tomó la botella.  Fondo blanco.

"Se suicida hombre por decepción amorosa.  Fue a morir a casa de su amigo quien lamenta profundamente su deceso: "me queda debiendo", renegó llorando inexplicablemente."

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué bonito leer los autores a través de sus ficciones. A veces dicen más que los textos autobiográficos.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Lo que pasa es que esa lectura es más complicada, pero usted está como bien informado. :P