Si, pudiendo ser cazada, la presa descubre que su cazador no vendrá por ella, entretenido como está en otros trofeos, de los que, asunto irrelevante, no juzgará su valor; perderá por el cazador el respeto, habiendo descubierto no su falta de interés sino su desidia... y nada más patético que una perezosa vida.
2 comentarios:
Me dejas pensando si es que ascaso la presa está destinada a tener un papel secundario en la trama, cuyo único libreto consiste en comer mirando el horizonte y siempre presto a correr. La meta será entonces, no dejarse alcanzar, dejando así, el estelar al cazador, quien tendrá que servirse de toda estrategia y cargar con el peso de la trama. Si es así, que patética la vida peresoza de la presa comiendo y huyendo
Conozco presas que provocan hábil y sútilmente. Con un gesto dicen ven y se alejan sin necesidad de correr, toman la suficente distancia para enviar sus sinuosos mensajes. Son adaptables e inteligentes y poseen muchos recursos, siempre están activas incluso en los periodos de temperaturas más bajas. Sus territorios son enormes, no se acobardan ante nada y esto es posible porque saben que juegan y cuentan con el exquisito control de sus movimientos. Se comportan como encantadores animales y viven perpetuamente dentro de su mayor amenaza: su piel.
Logran así, mantener el interés del cazador que a veces logra hasta sentir un extraño frenesí en la impotencia de sus habilidades.
Nada tan aburrido para un cazador como la presa fácil, ni para una presa, un cazador falto de interés... Es que aveces nos toca hacer de presas fáciles y otras, de cazadores obstinados
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