No quiero hacer de este un post sobre mis amigos homosexuales, que los tengo por todas partes y que los adoro, ni sobre posiciones personales, que las tengo claras.
Quiero hablar de las oportunidades perdidas para hablar de este tema en una ciudad como Manizales.
En una ciudad como Manizales que no en Manizales. Ciudades a las que les cuesta dar estos debates son muchas. Sí, esta es una ciudad más bien goda, más bien conservadora, más bien obtusa... como en general lo es el planeta tierra. Entonces no es que quiera denigrar de mi tierra, pero tampoco quiero defenderla.
Mi amiga y su novia quienes, a pesar de darse picos en la calle, no han salido del closet en sus casas, con sus familias, no quisieron dar una pelea que no es solamente de ellas, frente a una oportunidad servida como en bandeja de plata. Que den esa pelea tampoco puede exigírseles, aunque uno lo lamente.
Hay cambios, claro... Creo que estos se facilitan en la medida en que aprovechemos las oportunidades para debatir sin apasionamientos y con argumentos las posiciones encontradas. Que terminemos por no estar de acuerdo es otra cosa. No todo nos tiene que gustar a todos, pero sí tenemos que respetar los gustos de los otros mientras no transgredan a los demás. Y seamos sinceros, ¿en qué nos afecta el que a unos les gusten las alcachofas y a otros no tanto? En nada. ¿En qué me afecta que haya gente que opine que la homosexualidad no es natural? En nada, mientras no pretendan que piense como ellos y mientras no pretendan restringir sus derechos. Es probable que nos hagamos mala cara, pero eso no es ilegal y hay que ser realistas: no será posible llegar a un entendimiento sin roces.
Finalmente el dueño de la pizzería recibió un comunicado del Personero de la ciudad en la que le indicaba que la próxima vez que una familia se queje porque tiene que compartir un espacio con parejas homosexuales, él deberá llenarse de argumentos para defender a la pareja, antes que atacarla.
Ah, porque no les conté que este señor en lugar de aceptar que es algo homofóbico le echó la culpa a una familia que se encontraba en ese momento en el restaurante y que ni se debió enterar de ese pico que se dieron mi amiga y su novia. Bueno, tal vez la familia sí se dio cuenta, pero el que tomó la decisión de no venderles una pizza fue él. Porque la gente que defiende la moral y las buenas costumbres es así de coherente.
Se me salió Juanito juzgador... perdón.