sábado, 26 de febrero de 2011

Una pizza y un amor

Hace poquito sucedió aquí en Manizales, que en una pizzería muy famosa, el dueño del sitio no quiso atender a una amiga mía y a su novia, después de que ellas, que ya habían ordenado, se dieron un pico en la boca.

No quiero hacer de este un post sobre mis amigos homosexuales, que los tengo por todas partes y que los adoro, ni sobre posiciones personales, que las tengo claras.

Quiero hablar de las oportunidades perdidas para hablar de este tema en una ciudad como Manizales.

En una ciudad como Manizales que no en Manizales.  Ciudades a las que les cuesta dar estos debates son muchas.  Sí, esta es una ciudad más bien goda, más bien conservadora, más bien obtusa... como en general lo es el planeta tierra.  Entonces no es que quiera denigrar de mi tierra, pero tampoco quiero defenderla.

Mi amiga y su novia quienes, a pesar de darse picos en la calle, no han salido del closet en sus casas, con sus familias, no quisieron dar una pelea que no es solamente de ellas, frente a una oportunidad servida como en bandeja de plata.  Que den esa pelea tampoco puede exigírseles, aunque uno lo lamente.

Y es que tolerancia y respeto son palabras que pronunciamos muy fácil pero que a la hora de la verdad nos cuestan mucho trabajo.  Mi hermana decía que un día los jóvenes de hoy serán los viejos del mañana y que esos estarán más dispuestos en general a posiciones más incluyentes, que los adultos de ahora y que algunos jóvenes de ahora.  Leí hace poco también, que tenemos que dejar de hablar de minorías en términos de género y de raza; son las posiciones intelectuales o ideológicas las que deben verse representadas todas, antes que los colores y los gustos en la cama.  Si hiciéramos un censo honesto que abarcara estas cosas nos encontraríamos con que es muy difícil que demos con dos seres humanos con la misma escala de valores, principios y creencias.  Yo siempre insisto en eso: no hay otro como yo y eso me iguala con todos.  Cambios lentísimos en el modo de pensar, decía mi papá.

Hay cambios, claro... Creo que estos se facilitan en la medida en que aprovechemos las oportunidades para debatir sin apasionamientos y con argumentos las posiciones encontradas.  Que terminemos por no estar de acuerdo es otra cosa.  No todo nos tiene que gustar a todos, pero sí tenemos que respetar los gustos de los otros mientras no transgredan a los demás.  Y seamos sinceros, ¿en qué nos afecta el que a unos les gusten las alcachofas y a otros no tanto?  En nada.  ¿En qué me afecta que haya gente que opine que la homosexualidad no es natural?  En nada, mientras no pretendan que piense como ellos y mientras no pretendan restringir sus derechos.  Es probable que nos hagamos mala cara, pero eso no es ilegal y hay que ser realistas: no será posible llegar a un entendimiento sin roces.

Finalmente el dueño de la pizzería recibió un comunicado del Personero de la ciudad en la que le indicaba que la próxima vez que una familia se queje porque tiene que compartir un espacio con parejas homosexuales, él deberá llenarse de argumentos para defender a la pareja, antes que atacarla.

Ah, porque no les conté que este señor en lugar de aceptar que es algo homofóbico le echó la culpa a una familia que se encontraba en ese momento en el restaurante y que ni se debió enterar de ese pico que se dieron mi amiga y su novia.  Bueno, tal vez la familia sí se dio cuenta, pero el que tomó la decisión de no venderles una pizza fue él.  Porque la gente que defiende la moral y las buenas costumbres es así de coherente.

Se me salió Juanito juzgador... perdón.

5 comentarios:

Fernanda Buitrago dijo...

Que bueno hacer ese llamado a la memoria, al entendimiento y a la vida... cosas cómo éstas me duelen en el alma, en los pasos y hasta en las ideologías pero gracias las luchas que damos cada día (siempre y cuando las demos) estaremos construyendo cada día, un poco más, ese mundo en el que queremos que las cosas no sean como otro las pinta. Y no sólo en términos de la sexualidad, sino de TODO. Mua!!!

Unknown dijo...

Creo que, infortunadamente, todo se reduce a un relevo generacional. Lentamente las generaciones tolerantes con la diversidad sexual irán reemplazando a aquellas que fueron criadas bajo la idea de que sólo el amor de un hombre y una mujer (o un hombre y varias mujeres) es natural; así como alguna vez se fueron yendo del mundo las generaciones que consideraban que las mujeres no deberían tener los mismos derechos civiles o aquellas que veían la esclavitud como una práctica aceptable.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo creo que sobrevive todavía en algunas personas una mirada pasiva sobre cosas más escandalosas que el amor entre dos seres humanos, vengan en el estuche en el que vengan. Todavía incomodan las demostraciones públicas de afecto a personas que en privado son violentas.

Y por demostraciones públicas de afecto no estoy diciendo demostraciones públicas de deseo... que a mí eso particularmente sí todavía, me incomoda... soy un troglodita.

Victor H. dijo...

Es curioso pero justo anoche, cuando esperaba por el bus para tomar mi rumbo al pueblo, en el terminal de transportes de Manizales, una pareja de mujeres se besaron mientras la gente casi atónita y de manera despectiva y acusante, dirigían sus miradas hacia ellas. Sentí pena ajena, no por ellas, ya que soy de un pensamiento muy liberal, sino de las personas que las observaban. Es muy probable que, como decía cosmo, se necesite de un relevo generacional para que la sociedad adopte nuevas posturas, pero pasara mucho tiempo hasta que esto suceda. En cambio, soy de los que cree que se debe luchar para ganarse nuevos espacios de pensamientos y libre expresión.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Creo que esa es la lucha que pretenden esas actuaciones... a mí no me gusta la gente que casi que se come en la calle, me molesta sean heterosexuales u homosexuales o lo que sea... pero creo que esos actos muchas veces son afirmaciones de derechos más que pasión o deseo...