Esta semana que viene morirán 42 toros en Manizales y, como siempre, empiezan en redes sociales las discusiones sobre la moralidad/inmoralidad, conveniencia/inconveniencia, feúra/belleza de las corridas de toros.
Dejó de interesarme esa discusión. Dejó de preocuparme el sufrimiento de los toros desde que comprendí que no hay tal. Que sufrimos nosotros porque tenemos consciencia del sufrimiento. Pero que para ellos eso es y ya, sin carga moral, sin juicio de valor, sin reflexión sobre si debería ser o no.
Dejó de interesarme también porque La Vida no me parece un bien mayor que deba ser protegido a toda costa. La Vida, como dice George Carlin, empezó hace muchos siglos y continuará durante muchos más y no depende de una circunstancia particular, ni de un individuo particular. Y si lo que debe preocuparnos son las especies y no los individuos entonces tampoco hay argumento ahí, porque para preservar la existencia, como especie, de los toros de lidia lo mejor que puede pasar es que las corridas de toros no se acaben. Aunque creo que se acabarán y con ellas disminuirán los individuos de esa especie porque al parecer no sirven para nada más.
Dejó de interesarme porque me parece una causa tonta comparada con otras, porque uno privilegia las discusiones que da y porque, no sé cómo, no sé si a causa de los antitaurinos exclusivamente, pero creo que sobre todo por ellos, me empezó a parecer más importante dar peleas por la gente que por los animales. Porque me agotó ese discurso moral que al parecer nos va a llevar a que sea ilegal matar cucarachas.
Dejó de interesarme porque escuché a algunos taurinos explicarme estas cosas, y aunque no vamos a ponernos de acuerdo sobre la belleza que hay ahí, puedo entender que ellos la vean.
Dejó de interesarme porque en este mismo blog, en una entrada anterior, alguien comentó: "La tauromaquia es un pequeño incidente en un planeta pequeño de una galaxia pequeña en el que una criatura mata a otra por diversión y la otra muere para divertir. A nosotros también nos torean, nos pican, nos clavan la banderilla, boqueamos en la arena, nos despedimos del público y ya está. Dentro de 100 años tan muerto estará el toro como el torero".
Eso sobre todo. A nosotros también nos torean, nos pican, nos clavan las banderillas, boqueamos en la arena, nos despedimos del público y ya está. Salud por esos 42 toros, que se encuentren con toreros diestros y que mueran dando grandes faenas, no me preocupa más.
viernes, 30 de diciembre de 2016
miércoles, 28 de diciembre de 2016
Amor propio
Creo que imaginaba que el amor propio actuaba como algo parecido a una fortaleza, o una virtud, o a un tipo de fuerza interna que impedía que algo te dañara. Tal vez por eso uno se la pasa cultivando una actitud fuerte: carácter, personalidad. Algo que parezca amor propio. Una confianza de mentiras parada sobre seguridades inventadas.
Pero me parece que el amor propio es otra cosa. El amor propio sabe que uno no es tan fuerte. Sabe que puede lastimarse. Reconoce que no puedes dejar entrar a nadie a patear los tarros porque resultarán abollados. El amor propio no es osado, no es arrogante, no se arriesga, no se expone. No te pide que te pares ahí a que te den tres golpes para que veas que no duele. Para que quede claro que qué gran amor propio el que tienes. Te pide que te cuides de que te duela. Te advierte que puede doler. Y cuidarse muchas veces se parece más a huir que a demostrarse pendejadas. El amor propio no se pone con que "mira tan fuerte que soy", "que tan macho que me pongo", "que tan duro que devuelvo el golpe". El amor propio no tiene que demostrarle nada a nadie y si para cuidarse tiene que huir no teme que lo juzguen por hacerlo. Que tan flojo, que tan débil su amor propio.
Sí es una fuerza, pero nace más de las debilidades que de las fortalezas. No se esmera por esconderlas, las reconoce. Y duele. Se supone que uno sabe esto, o lo sabe en abstracto, pero tal vez no cómo actúa. Lástima necesitar repasos.
lunes, 31 de octubre de 2016
No es fácil
El amor no es fácil. Uno se pregunta "por qué no me para bolas si yo creo que le gusto" y ese es un análisis muy simple. Y la gente no es simple. Pueden ser miles de cosas que además no solemos decirnos. Si hubiera dicho "es porque sos muy bajito y muy romántico para mi gusto" de pronto él hubiera dicho "eso no es lo único que puedo ser y además tú no eres tan alta... ni tan práctica" y quién sabe, nadie sabe.
Entre los prejuicios, los miedos, las culpas, los complejos y las historias individuales, nada simples, se nos enreda y se nos embolata mucho sexo. Y mucho amor. Qué pesar.
Entre los prejuicios, los miedos, las culpas, los complejos y las historias individuales, nada simples, se nos enreda y se nos embolata mucho sexo. Y mucho amor. Qué pesar.
domingo, 25 de septiembre de 2016
Sí
María Carolina y Raúl me invitaron a escribir mis motivos por el Sí. La verdad, tenía mucha pereza de hacerlo. La mayoría del tiempo quiero votar Sí y que cada quien vote como quiera. Además no sé cuántas columnas, estados, tuits y servilletas hemos leído con motivos por el Sí y por el No, una entrada de blog adicional no hace ninguna diferencia. Y además siento que tengo muchos motivos y no sabía cómo resumirlos, para no hacer algo demasiado largo o demasiado corto que finalmente no fuera claro.
Pero cuando Humberto de la Calle dijo, aquí en Manizales, que en el viejo Caldas es donde más fuerte está el No a pesar de que ya no tenemos guerra, y cuando dijo que eso obedecía a una lógica contraintuitiva, pero lógica al fin y al cabo, pensé que mi motivo más grande para votar Sí, es precisamente que vivo en esa Colombia del posconflicto.
Voy a votar Sí en el plebiscito porque quisiera que todo el país viviera algo como lo que pasa en Caldas y Manizales.
Caldas y Manizales no son perfectas. Tenemos muchos problemas, el más serio, desde mi punto de vista, la corrupción. Ahí hay un montón de asuntos pendientes que dan cuenta de eso: Aerocafé, el Cable a Yarumos, el Macroproyecto San José, etc. Y tenemos otros problemas sociales: inequidad, consumo de drogas, microtráfico, etc. Pero desde 2008, de acuerdo con lo que han dicho las autoridades, no hay guerra acá.
Eso no quiere decir que no haya rezagos de la guerra. Hay extorsiones, hay secuestros, hay pagos de vacunas, pero no como antes y no por grupos alzados en armas, lo que da la oportunidad de tratarlos como delincuencia común y procesarlos como delincuencia común.
Y de todas maneras, con todo lo que está pendiente, en Caldas y en Manizales vivimos en otro país.
Otro país que es Colombia después del conflicto. Otro país que pudiera ser Colombia después del conflicto. Un país que piensa en la corrupción, en el microtráfico, en la salud pública, en el campo y no en el frente 47 de las Farc comandado por alias Karina ni en los paramilitares comandados por Ramón Isaza.
Me gusta lo que pasa en el campo en Caldas. La Secretaría de Agricultura tiene un programa que se llama Origen Caldas para mercadear productos agrícolas con valor agregado, ya han hecho exportaciones conjuntas para mandar aguacate, chips de plátano y chocolate a otros países. Y el Comité de Cafeteros tiene programas de Cafés Especiales en varias partes del Departamento que son insumo para multinacionales como Nescafé. Sobre eso tengo dos convicciones que me parecen fundamentales: que puede hacerse porque aquí no hay conflicto armado y que eso es lo que hay que hacer.
Voy a votar Sí en el plebiscito porque aunque sé que los acuerdos no son perfectos, aunque estoy convencida de que no son la solución a nuestros problemas, sí creo que son el marco para darle oportunidad a otra cosa. Porque creo que tenemos que ensayar algo distinto para solucionar el mismo viejo problema.
Estoy convencida de que el reto es grande y que nada de lo que dice ahí será fácil de implementar, que quedarán saldos pendientes y que tal vez haya cosas que no logremos. Pero se trata de procesos, de cambios muy lentos a los que por lo menos hay que darles una oportunidad.
Sin embargo, creo que en Caldas, que vamos un poquito más adelante, hemos demostrado que sí se puede hacer. Lo que sea que haya pasado acá lo hemos hecho nosotros, gente de Colombia, colombianos. Los que se supone que no servimos para vivir en paz, los desesperanzados y cínicos que se supone que no podemos hacerlo mejor.
Sí podemos hacer un país mejor. Aquí lo hemos demostrado. Hay que empezar por creer que sí podemos, de lo contrario nunca va a ocurrir.
Pero cuando Humberto de la Calle dijo, aquí en Manizales, que en el viejo Caldas es donde más fuerte está el No a pesar de que ya no tenemos guerra, y cuando dijo que eso obedecía a una lógica contraintuitiva, pero lógica al fin y al cabo, pensé que mi motivo más grande para votar Sí, es precisamente que vivo en esa Colombia del posconflicto.
Voy a votar Sí en el plebiscito porque quisiera que todo el país viviera algo como lo que pasa en Caldas y Manizales.
Caldas y Manizales no son perfectas. Tenemos muchos problemas, el más serio, desde mi punto de vista, la corrupción. Ahí hay un montón de asuntos pendientes que dan cuenta de eso: Aerocafé, el Cable a Yarumos, el Macroproyecto San José, etc. Y tenemos otros problemas sociales: inequidad, consumo de drogas, microtráfico, etc. Pero desde 2008, de acuerdo con lo que han dicho las autoridades, no hay guerra acá.
Eso no quiere decir que no haya rezagos de la guerra. Hay extorsiones, hay secuestros, hay pagos de vacunas, pero no como antes y no por grupos alzados en armas, lo que da la oportunidad de tratarlos como delincuencia común y procesarlos como delincuencia común.
Y de todas maneras, con todo lo que está pendiente, en Caldas y en Manizales vivimos en otro país.
Otro país que es Colombia después del conflicto. Otro país que pudiera ser Colombia después del conflicto. Un país que piensa en la corrupción, en el microtráfico, en la salud pública, en el campo y no en el frente 47 de las Farc comandado por alias Karina ni en los paramilitares comandados por Ramón Isaza.
Me gusta lo que pasa en el campo en Caldas. La Secretaría de Agricultura tiene un programa que se llama Origen Caldas para mercadear productos agrícolas con valor agregado, ya han hecho exportaciones conjuntas para mandar aguacate, chips de plátano y chocolate a otros países. Y el Comité de Cafeteros tiene programas de Cafés Especiales en varias partes del Departamento que son insumo para multinacionales como Nescafé. Sobre eso tengo dos convicciones que me parecen fundamentales: que puede hacerse porque aquí no hay conflicto armado y que eso es lo que hay que hacer.
Voy a votar Sí en el plebiscito porque aunque sé que los acuerdos no son perfectos, aunque estoy convencida de que no son la solución a nuestros problemas, sí creo que son el marco para darle oportunidad a otra cosa. Porque creo que tenemos que ensayar algo distinto para solucionar el mismo viejo problema.
Estoy convencida de que el reto es grande y que nada de lo que dice ahí será fácil de implementar, que quedarán saldos pendientes y que tal vez haya cosas que no logremos. Pero se trata de procesos, de cambios muy lentos a los que por lo menos hay que darles una oportunidad.
Sin embargo, creo que en Caldas, que vamos un poquito más adelante, hemos demostrado que sí se puede hacer. Lo que sea que haya pasado acá lo hemos hecho nosotros, gente de Colombia, colombianos. Los que se supone que no servimos para vivir en paz, los desesperanzados y cínicos que se supone que no podemos hacerlo mejor.
Sí podemos hacer un país mejor. Aquí lo hemos demostrado. Hay que empezar por creer que sí podemos, de lo contrario nunca va a ocurrir.
martes, 16 de agosto de 2016
Preguntas para deportistas
No sigo mucho los deportes y menos al periodismo deportivo para atreverme a decir nada sobre si es bueno o malo. Lo que sí he visto en Twitter, donde claro, nos quejamos por todo, todo el tiempo, es que, al parecer, las preguntas que les hacen a los deportistas no son las más brillantes que uno vea en el periodismo, en general.
Preguntar es, para mí, una de las cosas más difíciles del periodismo. No solo uno tiene que tener alguna inquietud, duda, conocimiento, sospecha, etc. sobre el tema que se propone indagar, no solo es necesario que esas dudas o inquietudes sean sinceras, que respondan a algo que uno piense que al público pueda interersarle saber, sino que además es necesario que queden bien formuladas para que la gente conteste lo que uno está preguntando y no otra cosa.
Esta mañana, después de ver un texto en el que Caterine Ibargüen se quejaba de las preguntas que le hizo un reconocido periodista deportivo, se me ocurrió proponer que hiciéramos una lista de preguntas para deportistas y familiares de deportistas, este es el resultado.
Para deportistas:
1. ¿De qué quiere hablar? (@palabraseca): La puse de primera porque Andrés propone que se haga antes de comenzar cualquier entrevista. Orienta al periodista sobre los temas que puede tratar y también puede ayudar a elaborar las preguntas incómodas. Eso no quiere decir que el deportista oriente la entrevista, pero puede ser que le dé datos que el periodista desconoce.
La anécdota de Andrés para sustentar esta pregunta me gusta:
Cuenta que una vez le preguntó a Jackson Martínez eso mismo, ¿de qué quiere hablar?, y él le contestó "¿ya habló con Falcao?". Andrés entonces le preguntó cómo se sentía viendo toda la atención centrada en Falcao y su lesión y no en él que iba a ser el primer delantero de la selección Colombia. Dice Andrés, y yo le creo, que con esa pregunta Jackson Martínez soltó las mejores respuestas.
Primera conclusión muy importante de esta entrada: para hacer buenas preguntas es necesario saber sobre el tema que se va a preguntar.
A continuación siguen las respuestas al tuit en el orden en que llegaron separadas para los deportistas y luego para los familiares.
2. Pensando en alguien que no sabe nada sobre su deporte, ¿cuáles son las competencias más importantes para su práctica? (@pcastano)
3. ¿Qué tanto usa herramientas tecnológicas en su preparación? (Video de alta resolución, análisis estadístico, túnel de viento, etc.) (@PabsNYC)
4. ¿Colaboraron con el proceso de diseño de sus uniformes? Si no, ¿qué les agregarían? (@dianalunareja presionada por mí para que hiciera alguna pregunta sobre vestuario).
5. Durante su preparación, ¿cuál es el método de estudio de sus contrincantes?, ¿cuáles errores tuvo que corregir para esta competencia? (@SandSuarez)
6. ¿Ha tenido apoyo durante su formación como deportista de alto rendimiento o tiene un trabajo paralelo para sostenerse? (@irenerd)
7. Cuénteme de su familia, ¿quién lo llevaba a los entrenamientos cuando comenzó?, ¿cómo era esa época? (@marthagalvis)
8. ¿Qué se hace en un día en los juegos olímpicos con competencia y sin competencia? (@mariagiraldo)
9. ¿Cuál cree que es el mayor acierto y desacierto de las organizaciones gubernamentales al promover y apoyar la práctica de su deporte? (@elosodelhouse)
10. Para los practicantes jóvenes de su disciplina, ¿en qué se deben enfocar, a quién hay que ver y qué deben sacrificar? (@maxtor11)
11. ¿Cuántas horas por semana entrena?, ¿cada cuánto descansa?, ¿qué disciplinas cruza?, ¿cuánto come?, ¿cuánto duerme? (@RaJHeP) (similar a esta propusieron @ortegagomez y @hechadepecas)
12. ¿Qué agüeros tiene antes de una prueba?, ¿qué disciplina es la que menos le gusta?, ¿qué parte de su entrenamiento le gusta más? (@RaJHeP)
13. ¿Un deportista de su nivel cómo se distrae', ¿qué tanto le está permitido tomar, comer, etc.?, ¿cómo es su rumba, dónde conoce chicas/chicos? (@pmartinezsilva, formulada entre él y yo) (similar a esta propusieron @ortegagomez y @hechadepecas)
14. ¿Qué consejo les daría a jóvenes deportistas que quieran triunfar en esta categoría? (@dianalunareja)
15. Para alguien que no conoce su deporte, cuéntele qué es lo que lo emociona a usted de practicarlo. (@dramirezf, reformulada por mí)
16. ¿Qué apoyo recibió para convertirse en medallista?, ¿la suerte jugó algún papel?, ¿cómo? (@apelaez1)
17. ¿Cuál es la parte de su deporte que la gente menos entiende?, ¿cuál es la idea equivocada más común en el imaginario colectivo? (@PabsNYC)
18. ¿Qué siente al pensar que quien quedó de último no tendrá dinero, casa, fama ni gloria y que tal vez arruinó su vida? (@r_abdahllah)
19. Asumir la victoria o el fracaso son retos importantes, ustedes están muy expuestos emocionalmente, ¿recibe apoyo psicológico?, ¿de qué se trata? (@Tefa_)
20. ¿Qué literatura recomendaría a los periodistas deportivos que cubren los juegos olímpicos para que tengan información sobre su disciplina? (@marthagalvis)
21. ¿Considera que tiene potencial para llegar al podio en las próximas competencias?, ¿qué necesita para lograrlo? (@jbedoyam)
22. ¿Qué ha aprendido de los demás competidores? (@ambasconzeta)
23. ¿En algún momento pensó en competir en representación de otro país? (@estiliana_dv)
24. ¿Cómo les cambia la rutina cuando hay una lesión o una gran pérdida de por medio? (@SandSuarez)
25. ¿Hay algún valor en practicar deporte que debiéramos tratar de integrar a nuestras vidas quienes no hacemos deporte y que usted crea que contribuya a que seamos mejores personas? (@elosodelhouse, reformulada por mí).
26. ¿Cómo conoció a su entrenador?, ¿dónde le diría a un cazador de talentos colombianos que busque a los futuros medallistas? (@ambasconzeta)
27. ¿Qué tal importante es la fortaleza mental en su deporte? ¿Cómo trabaja para fortalecerla? (@carloshache)
28. ¿Cuáles son las características de un buen deportista? (@hechadepecas)
Para los familiares de los deportistas:
29. ¿Cómo es ser el familiar de un deportista reconocido? Buscando anécdotas, cómo los afecta en su cotidianidad. (@elpalabrista) (@cucharitadepalo formuló una similar a esta)
30. ¿Cuántas veces ha tenido que pedirle enfáticamente a su familiar deportista que pare y descanse? (@SandSuarez)
31. Es seguro que su hijo o hija deportista es ejemplo para miles de niños, ¿qué consejos podría darles para animarlos? (@wdelbar)
32. ¿Cómo han cambiado las dinámicas familiares desde que su hijo/hija se convirtió en un deportista de alto rendimiento? (@SandSuarez)
33. ¿Ve a su hijo/esposo/etc. en los próximos olímpicos o le aconsejaría que parara ya su carrera? (@emmanuellevz)
34. ¿Cuál es ese momento de la infancia en que usted notó que su hijo/hija empezó a buscar ser un gran deportista? Tras esa pregunta sería bonito indagar qué tipos de juegos les gustaba siendo niños, tal vez tenga relación con su deporte. (@wdelbar)
35. Decidir apoyar a su hijo/hija económicamente como deportista de alto rendimiento es una decisión familiar difíci, ¿recuerda el momento en el que decidieron hacerlo?, ¿esto respondió a una razón en particular, un consejo, un pequeño triunfo, etc.? (@SandSuarez)
36. ¿Qué tanto ha obrado la genética en su hijo, son ustedes una familia de deportistas? (@CarlosNovaLpez, reformulada por mí)
37. Si tienen más hijos, ¿cómo hacen para que todos reciban la misma atención en sus gustos, carreras y aficiones? (@SandSuarez)
38. ¿Cómo veía la familia el deporte como profesión antes de que su hijo/hija decidiera que a eso iba a dedicarse todos los días de su vida? (@drayru)
39. ¿Cuando su hijo comenzó usted le veía futuro? (@irenerd)
40. ¿Qué le aconsejaría a otros padres que pueden tener un deportista de alto rendimiento en sus casas? (@danielpab) (Una similar a esta formuló @cucharitadepalo)
41. ¿Qué consejos le dio a su hijo/hija para lidiar con el fracaso, cuya sombra es tal vez más recurrente en el deporte que en otras profesiones? (@CarlosNovaLpez)
42. ¿Cómo es el acompañamiento familiar para su hijo/hija, qué papel ha jugado la familia en su carrera deportiva? (@cucharitadepalo)
A pensar de que lo pregunté específicamente y de que muchas de estas preguntas pueden hacerse en ese momento, solo llegó una pregunta específica para el momento del triunfo o el fracaso. Sin conocer lo suficiente, diría que es el momento más sensible del periodismo deportivo, falta aportar preguntas en ese sentido, aunque muchas dependerán también del juego o de la competencia que se acaba de llevar a cabo. Si algo yo sugeriría preguntar en ese sentido y evitar el "cómo te sientes con este triunfo", "cómo te sientes con este fracaso" que es como la fácil.
43. ¿Qué decisión gubernamental habría permitido que usted tuviera el desempeño que soñaba en la prueba de hoy? (@samuelescritor)
En otras colaboraciones:
Preguntar por el plebiscito. Dice @mitiatere que poco hablan los deportistas sobre estos otros aspectos de la realidad nacional. Tiene razón. Sería bueno saber cómo van a votar James o Rigoberto Urán en el plebiscito, qué susto.
¿Qué se siente andar por la vida con 0 % body fat?, ¿es tan maravilloso como parece?, de @CosasDeK para la sección de estilo de vida.
¿Cree usted que hay una física más allá del modelo estándar y que el problema de la materia no observable se resolvería con ella?, de @pcastano para deportistas que también estudien física cuántica.
Entre el emergentismo y el enactivismo, ¿cuál considera la postura que mejor explica su desempeño en la disciplina?, de @pmartinezsilva, para deportistas que lean mucho no sé de qué.
También sugirió @SandSuarez que a los familiares les digamos: "Sabemos del esfuerzo económico y anímico que ustedes han aportado, no les queremos preguntar nada, solo decirles gracias".
Ahí les quedan.
lunes, 1 de agosto de 2016
Corazón loco
No te puedo comprender
Corazón loco
No te puedo comprender ni ellas tampoco
Yo no me puedo explicar cómo las puedes amar
Tan tranquilamente
Y yo no puedo comprender
Cómo se pueden querer
Dos mujeres a la vez
Y no estar loco
A veces te entra una lucidez y te empiezan a parecer ridículas las categorías que nos hemos inventado para tratar de entender el mundo. El mundo es una sopa difícil de asimilar, y entonces, para hacerla un poquito más entendible, hemos querido acomodar esa sopa en una cuadrícula. Y nos agarra un ánimo clasificatorio más peligroso que el ánimo conquistador. Aunque clasificar debe ser otra forma de conquistar el mundo.
Y hemos querido clasificar al amor. Acomodarlo en cuadritos. Categorizarlo todo y decir "esto es así y no asá" y ya estuvo y no se reflexionará más.
Y entonces aparece otra casilla y dice "falto yo, miren bien que falto yo".
No tengo ni idea cuándo leí u oí sobre el poliamor por primera vez, (a veces esta casilla y este nombre también me parecen ridículos para tratar de representar lo que somos). Lo que sí creo recordar fue la primera vez que sentí que amaba a dos personas al mismo tiempo. Y no estar loca.
Lo que he terminado por pensar es que el amor es infinito, que como cualquier otro sentimiento puede sentirse por cualquiera, en cualquier momento. Que tiene matices, intensidades, formas. Que es sobre todo un interés. El interés de cuidar, el interés de que sea recíproco, el interés de compartir tiempo, el interés de sentirse bien, el interés de hacer sentir bien, etc. Que uno puede sentir eso por el papá de una manera y por la mamá de otra muy distinta. Que se puede sentir por desconocidos. Por hombres y por mujeres. Que a veces queremos que sean nuestros amigos y a veces queremos que sean más cercanos. Analizar a qué se debe ese interés no tiene mucho sentido, se siente y ya está.
Y que tenemos mucho miedo de salirnos de las clasificaciones que hemos encontrado. Cada nueva casilla que le sale al amor ha tenido que luchar para ser reconocida. El amor entre personas de diferentes razas. El amor entre personas de diferentes credos. El amor entre personas del mismo sexo. El poliamor.
Cuando hablo sobre ese último con personas que apenas se enteran de que se nos había quedado otra casilla por fuera del ánimo clasificatorio me doy cuenta de que algunos piensan que es una categoría para la libertad sexual. "Lo que quieren es seguirse comiendo a todo el mundo, aunque estén en una relación", "son personas a las que les falta compromiso", "no quieren perderse la variedad que el mundo ofrece". Y un poco sí, pero en primer lugar esa variedad no es solo sexual y en segundo lugar eso no tiene por qué ser contrario a estabilidad o seguridad.
También creen que en este tipo de relaciones sentirían más celos, y que por lo tanto crecería la ansiedad. Creen que van a perder la seguridad que otorga el "tú para mí y yo para ti". Como si darnos libertad sexual se enfrentara al sentimiento de seguridad. Como si fueran contrarias. Y esa me parece una idea un poco triste sobre el sexo, que es realmente lo que quería venir a decir aquí.
Me pregunto si nunca han sentido que aman a dos personas a la vez. Me pregunto por qué se oponen a una idea que nos da la oportunidad de vivir más intensamente en el sentido de que nos permite ser más lo que somos: una sopa, no una cuadrícula.
Me pregunto cuántas casillas nos falta por encontrar.
Corazón loco
No te puedo comprender ni ellas tampoco
Yo no me puedo explicar cómo las puedes amar
Tan tranquilamente
Y yo no puedo comprender
Cómo se pueden querer
Dos mujeres a la vez
Y no estar loco
A veces te entra una lucidez y te empiezan a parecer ridículas las categorías que nos hemos inventado para tratar de entender el mundo. El mundo es una sopa difícil de asimilar, y entonces, para hacerla un poquito más entendible, hemos querido acomodar esa sopa en una cuadrícula. Y nos agarra un ánimo clasificatorio más peligroso que el ánimo conquistador. Aunque clasificar debe ser otra forma de conquistar el mundo.
Y hemos querido clasificar al amor. Acomodarlo en cuadritos. Categorizarlo todo y decir "esto es así y no asá" y ya estuvo y no se reflexionará más.
Y entonces aparece otra casilla y dice "falto yo, miren bien que falto yo".
No tengo ni idea cuándo leí u oí sobre el poliamor por primera vez, (a veces esta casilla y este nombre también me parecen ridículos para tratar de representar lo que somos). Lo que sí creo recordar fue la primera vez que sentí que amaba a dos personas al mismo tiempo. Y no estar loca.
Lo que he terminado por pensar es que el amor es infinito, que como cualquier otro sentimiento puede sentirse por cualquiera, en cualquier momento. Que tiene matices, intensidades, formas. Que es sobre todo un interés. El interés de cuidar, el interés de que sea recíproco, el interés de compartir tiempo, el interés de sentirse bien, el interés de hacer sentir bien, etc. Que uno puede sentir eso por el papá de una manera y por la mamá de otra muy distinta. Que se puede sentir por desconocidos. Por hombres y por mujeres. Que a veces queremos que sean nuestros amigos y a veces queremos que sean más cercanos. Analizar a qué se debe ese interés no tiene mucho sentido, se siente y ya está.
Y que tenemos mucho miedo de salirnos de las clasificaciones que hemos encontrado. Cada nueva casilla que le sale al amor ha tenido que luchar para ser reconocida. El amor entre personas de diferentes razas. El amor entre personas de diferentes credos. El amor entre personas del mismo sexo. El poliamor.
Cuando hablo sobre ese último con personas que apenas se enteran de que se nos había quedado otra casilla por fuera del ánimo clasificatorio me doy cuenta de que algunos piensan que es una categoría para la libertad sexual. "Lo que quieren es seguirse comiendo a todo el mundo, aunque estén en una relación", "son personas a las que les falta compromiso", "no quieren perderse la variedad que el mundo ofrece". Y un poco sí, pero en primer lugar esa variedad no es solo sexual y en segundo lugar eso no tiene por qué ser contrario a estabilidad o seguridad.
También creen que en este tipo de relaciones sentirían más celos, y que por lo tanto crecería la ansiedad. Creen que van a perder la seguridad que otorga el "tú para mí y yo para ti". Como si darnos libertad sexual se enfrentara al sentimiento de seguridad. Como si fueran contrarias. Y esa me parece una idea un poco triste sobre el sexo, que es realmente lo que quería venir a decir aquí.
Me pregunto si nunca han sentido que aman a dos personas a la vez. Me pregunto por qué se oponen a una idea que nos da la oportunidad de vivir más intensamente en el sentido de que nos permite ser más lo que somos: una sopa, no una cuadrícula.
Me pregunto cuántas casillas nos falta por encontrar.
lunes, 25 de julio de 2016
De mi hermana
A raíz de esta noticia mi hermana escribió un mensaje en su muro de Facebook que quiero reproducir acá.
A veces cuando hablo con ella siento la frustración que le produce el ejercicio médico en medio del Sistema de Salud de nuestro país y siempre me pregunto cómo puedo ayudarle. Por eso lo transcribo aquí, para que tenga un poquito más de alcance una reflexión suya que me parece que tiene toda la pertinencia. Me recuerda otro texto que leí hace días sobre otra cosa, en donde decían que cada vez parecemos menos dispuestos a entender que a pesar de todas las medidas que podamos tomar los accidentes no dejarán de existir y que parece que perdimos la capacidad para entender eso.
Aquí va:
"Lo más seguro en el ejercicio de la medicina es que nos vamos a equivocar, no una sino varias veces, sufrimos con esta idea y sobre todo con las consecuencias de nuestros errores, imagínense cuánto, pero aún así seguimos porque sabemos que son muchas mas las veces en que las cosas salen bien y nuestro trabajo ofrece alivio. Me he equivocado, seguro, pero eso no me hace criminal, mis colegas, amigos, familia y pacientes pueden dar fe de eso. Desafortunadamente y también por culpa nuestra, se tiene la falsa idea de que somos dioses y que el acto médico tiene que garantizar resultados. Error, es imposible. Aunque hagamos todo bien esta no es una ciencia exacta, no todo esta dicho en medicina, hay matices, criterios, circunstancias, probabilidades muchas y certezas pocas. No hay enfermedades sino enfermos, cada uno diferente del otro. No hay tablas, aplicaciones ni ecuaciones para resolver las dolencias particulares. Trabajo, estudio y me esfuerzo todos los días para minimizar el riesgo del error, pero sé que tarde o temprano va a volver pasar. Condenas como esta nos atemorizan e indignan, desconocen el riesgo inherente de nuestro oficio, nos deshumanizan y desaniman, sobre todo cuando al final muchas de ellas surgen del ánimo lucrativo de terceros, ni siquiera del directamente afectado. No hay garantías en medicina, ¿maluca la noticia? Si, pero así es. No somos infalibles, la única garantía es que de corazón y con la razón hacemos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar. Mi solidaridad con el colega".
Toda mi solidaridad con Julia.
A veces cuando hablo con ella siento la frustración que le produce el ejercicio médico en medio del Sistema de Salud de nuestro país y siempre me pregunto cómo puedo ayudarle. Por eso lo transcribo aquí, para que tenga un poquito más de alcance una reflexión suya que me parece que tiene toda la pertinencia. Me recuerda otro texto que leí hace días sobre otra cosa, en donde decían que cada vez parecemos menos dispuestos a entender que a pesar de todas las medidas que podamos tomar los accidentes no dejarán de existir y que parece que perdimos la capacidad para entender eso.
Aquí va:
"Lo más seguro en el ejercicio de la medicina es que nos vamos a equivocar, no una sino varias veces, sufrimos con esta idea y sobre todo con las consecuencias de nuestros errores, imagínense cuánto, pero aún así seguimos porque sabemos que son muchas mas las veces en que las cosas salen bien y nuestro trabajo ofrece alivio. Me he equivocado, seguro, pero eso no me hace criminal, mis colegas, amigos, familia y pacientes pueden dar fe de eso. Desafortunadamente y también por culpa nuestra, se tiene la falsa idea de que somos dioses y que el acto médico tiene que garantizar resultados. Error, es imposible. Aunque hagamos todo bien esta no es una ciencia exacta, no todo esta dicho en medicina, hay matices, criterios, circunstancias, probabilidades muchas y certezas pocas. No hay enfermedades sino enfermos, cada uno diferente del otro. No hay tablas, aplicaciones ni ecuaciones para resolver las dolencias particulares. Trabajo, estudio y me esfuerzo todos los días para minimizar el riesgo del error, pero sé que tarde o temprano va a volver pasar. Condenas como esta nos atemorizan e indignan, desconocen el riesgo inherente de nuestro oficio, nos deshumanizan y desaniman, sobre todo cuando al final muchas de ellas surgen del ánimo lucrativo de terceros, ni siquiera del directamente afectado. No hay garantías en medicina, ¿maluca la noticia? Si, pero así es. No somos infalibles, la única garantía es que de corazón y con la razón hacemos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar. Mi solidaridad con el colega".
Toda mi solidaridad con Julia.
martes, 12 de julio de 2016
Solterona
Tengo una historia para ilustrar lo poco que me ha interesado el matrimonio. Como muchas mujeres, crecí con las críticas de mi mamá. Sin juzgarla, porque la alentaban solo buenas intenciones, nos costaba mucho trabajo entendernos. Mi pelo, los novios, los amigos, las amigas, mis zapatos, mi ropa, el trabajo, la plata, mis intereses, la música, etc. Casi nada fue como ella hubiera preferido que fuera. Yo me dediqué a afirmarme en esas cosas y a tratar de construir una identidad que fuera mía, un poco como rebeldía a eso y luego un poco tratando de que eso no me importara tanto. Porque claro, rebelándose uno encuentra algo, pero es probable que no sea tan parecido a uno, como tan distinto de lo que le piden que sea.
El caso es que bien o mal surgí yo y me fui consolidando. Y mis decisiones no me llevaron a la debacle que mi mamá presentía, ni me volví una buena para nada, y no creo haber escogido, como ella decía, el camino más cómodo porque le parecía que yo era muy buena vida. Me mantengo sola, trabajo y soy una buena profesional; en las cosas que todavía tengo que tratar de controlar ya tengo un plan para hacerlo y voy por el mundo más o menos bien. No es fácil calificar el propio desempeño en esto de la vida, pero, a pesar de que me ha constado trabajo, yo sí me siento orgullosa de la persona en la que me convertí.
No hace mucho, sin embargo, cuando todo este resultado ya se veía claro, mi mamá todavía tenía críticas. Y me repetía constantemente algo que, de tanto repetirse, no lo entendía completamente: "estoy muy preocupada con su situación".
"Situación" es un genérico. Acostumbrada como estaba a que casi nada le gustara, yo pensaba: debe ser el pelo, o los novios, o los amigos, o las amigas, o mis zapatos, o mi ropa, o el trabajo, o la plata, o mis intereses o la música, o etc. Y seguía rebelándome genéricamente contra todo eso. Hasta que un día caí en cuenta de que no había realmente nada que mi mamá pudiera reprocharme: tenía trabajo, vivía sola y no tenía mayores problemas... más que el hecho de no estar casada.
La preocupación de mi mamá era que yo no me había casado y esa era mi situación. Mi situación muy preocupante.
Nunca en mi casa se me pidió directamente que me casara. Nunca nadie me afanó con eso. Mis novios no eran prospectos de maridos y nadie me dijo nunca "con ese novio no vas a poder casarte". Así que yo asumí que a todos les importaba tanto como a mí: casi nada. Pero casi nada tampoco era una idea así de clara. Porque tan poquito me importaba que ni lo consideraba. Siempre me sentí demasiado inmadura para eso. Siempre pensé que eso no era conmigo. Nunca me vi como "la señora de...". Ni entrando de blanco a una iglesia, ni comprando mercado para mi familia, ni siendo la mamá de nadie. Esa opción estaba ahí para cualquiera y me parecía válida, pero no para mí.
Creo que por eso no me he casado, no me atormenta, no me siento "solterona" porque nunca quise ser "casada", y uno no puede ser lo opuesto de algo que en principio no le interesa. Son dos estatus ajenos a mis intereses. Soy sola. Y en ese sentido sí me interesa la compañía, pero no cualquier compañía, ni tampoco me importa que la forma sea convencional.
La reivindicación de la soltería no me interesa tampoco, porque yo no me siento minoría, ni en desventaja, aunque reconozco, como lo dicen muchas mujeres, que existe una exigencia y una mirada todavía como de lástima a quienes no nos hemos casado, pero en lo personal, aunque esa mirada me molesta, la siento muy poco.
Todo esto viene porque estaba leyendo una entrevista a Kate Bolick quien escribió un libro que se llama Soleronas donde menciona que en Estados Unidos las mujeres solteras son ya el 53 %. Y que aunque la cifra incluye adolescentes, divorciadas y viudas, es evidente que cada vez más las mujeres nos quedamos solas y decidimos no casarnos por motivos muy variados. Casi que uno podría decir que cada una ha tenido sus propios motivos.
Ya he dicho esto, pero creo que a mí de esa urgencia, o de esa exigencia social, o de ese apremio me salvó mi papá. No porque me dijera que no tenía que casarme, sino porque me convenció de que no importaba lo que los demás opinaran, uno tenía que hacer lo que le diera la gana. Me enseñó intentar ser auténtica y a pensar por mí misma.
Si uno quiere el aporte de mi mamá terminó siendo definitivo. Ayudó porque me dio un motivo para rebelarme y se me quitó el miedo a intentarlo.
El caso es que bien o mal surgí yo y me fui consolidando. Y mis decisiones no me llevaron a la debacle que mi mamá presentía, ni me volví una buena para nada, y no creo haber escogido, como ella decía, el camino más cómodo porque le parecía que yo era muy buena vida. Me mantengo sola, trabajo y soy una buena profesional; en las cosas que todavía tengo que tratar de controlar ya tengo un plan para hacerlo y voy por el mundo más o menos bien. No es fácil calificar el propio desempeño en esto de la vida, pero, a pesar de que me ha constado trabajo, yo sí me siento orgullosa de la persona en la que me convertí.
No hace mucho, sin embargo, cuando todo este resultado ya se veía claro, mi mamá todavía tenía críticas. Y me repetía constantemente algo que, de tanto repetirse, no lo entendía completamente: "estoy muy preocupada con su situación".
"Situación" es un genérico. Acostumbrada como estaba a que casi nada le gustara, yo pensaba: debe ser el pelo, o los novios, o los amigos, o las amigas, o mis zapatos, o mi ropa, o el trabajo, o la plata, o mis intereses o la música, o etc. Y seguía rebelándome genéricamente contra todo eso. Hasta que un día caí en cuenta de que no había realmente nada que mi mamá pudiera reprocharme: tenía trabajo, vivía sola y no tenía mayores problemas... más que el hecho de no estar casada.
La preocupación de mi mamá era que yo no me había casado y esa era mi situación. Mi situación muy preocupante.
Nunca en mi casa se me pidió directamente que me casara. Nunca nadie me afanó con eso. Mis novios no eran prospectos de maridos y nadie me dijo nunca "con ese novio no vas a poder casarte". Así que yo asumí que a todos les importaba tanto como a mí: casi nada. Pero casi nada tampoco era una idea así de clara. Porque tan poquito me importaba que ni lo consideraba. Siempre me sentí demasiado inmadura para eso. Siempre pensé que eso no era conmigo. Nunca me vi como "la señora de...". Ni entrando de blanco a una iglesia, ni comprando mercado para mi familia, ni siendo la mamá de nadie. Esa opción estaba ahí para cualquiera y me parecía válida, pero no para mí.
Creo que por eso no me he casado, no me atormenta, no me siento "solterona" porque nunca quise ser "casada", y uno no puede ser lo opuesto de algo que en principio no le interesa. Son dos estatus ajenos a mis intereses. Soy sola. Y en ese sentido sí me interesa la compañía, pero no cualquier compañía, ni tampoco me importa que la forma sea convencional.
La reivindicación de la soltería no me interesa tampoco, porque yo no me siento minoría, ni en desventaja, aunque reconozco, como lo dicen muchas mujeres, que existe una exigencia y una mirada todavía como de lástima a quienes no nos hemos casado, pero en lo personal, aunque esa mirada me molesta, la siento muy poco.
Todo esto viene porque estaba leyendo una entrevista a Kate Bolick quien escribió un libro que se llama Soleronas donde menciona que en Estados Unidos las mujeres solteras son ya el 53 %. Y que aunque la cifra incluye adolescentes, divorciadas y viudas, es evidente que cada vez más las mujeres nos quedamos solas y decidimos no casarnos por motivos muy variados. Casi que uno podría decir que cada una ha tenido sus propios motivos.
Ya he dicho esto, pero creo que a mí de esa urgencia, o de esa exigencia social, o de ese apremio me salvó mi papá. No porque me dijera que no tenía que casarme, sino porque me convenció de que no importaba lo que los demás opinaran, uno tenía que hacer lo que le diera la gana. Me enseñó intentar ser auténtica y a pensar por mí misma.
Si uno quiere el aporte de mi mamá terminó siendo definitivo. Ayudó porque me dio un motivo para rebelarme y se me quitó el miedo a intentarlo.
martes, 5 de julio de 2016
Sexo
Esta mañana un amigo me pasó esta imagen con un pedacito extraído de un texto más largo de Alain de Botton que no he tenido tiempo de leer por completo, pero que me recordó un libro, una conversación y suscito otra.
Debería leer el texto completo antes de escribir a partir de esto lo que tal vez podría estar resuelto allí. Pero el ejercicio de partir de aquí y tratar de entender de qué habla de Botton pueda resultar interesante (por lo menos para mí). Vale aclarar que sobre el tema he visto algunos videos suyos también.
De Botton dice que el sexo no es tanto sobre sensaciones u hormonas como sobre ideas y menciona tres: la idea de ser completamente aceptado, la idea del fin de la soledad y la idea del fin de la vergüenza.
El libro que me recuerda es El amor en los tiempos del cólera. Recuerdo a Florentino Ariza escribiéndole en el culo "puta" a una de sus amantes y esa imagen me sirve de resumen de por lo menos una parte del texto. Puta, una palabra ofensiva que seguramente fue escrita con la confianza de no estar ofendiendo a nadie. Escrita incluso con amor. La posibilidad de hacer realidad todas las ideas y fantasías que tenemos sobre y alrededor del sexo por retorcidas que sean. La idea del fin de la vergüenza.
La conversación que me recuerda iba sobre la confianza que es capaz de construir el sexo. A veces me pasa que quiero ser amiga de alguien y como sé que no tendré tiempo ahora de pasar muchas tardes compartiendo música y fortaleciendo lazos antes de poder considerar que alguien es verdaderamente mi amigo, se me ocurre que el sexo serviría de atajo. Es una idea que puede sonar un poquito rara... tal vez. De pronto hace parte de esas ideas vergonzosas que solo compartimos con quien podemos decir "escríbeme en una nalga que soy tu puta". Y no es que se me ocurra "me lo voy a comer para ser su amiga", sino que tengo la sensación de querer tener ese tipo de intimidad que solo llega después del sexo y que esa sería una buena manera de acelerar el punto de llegada. Puede ser porque la amistad es el tipo de amor que mejor me sale. El sexo como medio y no como fin. La idea del fin de la soledad.
Y la conversación que suscitó iba sobre el valor que uno le otorga a la intimidad cuando la comparte con una sola persona o con varias. No sé por qué la conversación tomó ese camino (creo que a veces me ponen el tema del poliamor aunque no tenga relación directa con lo que estoy hablando), pero a mí me gusta más pensar en el valor que uno le otorga a alguien cuando le da entrada hasta ese punto en el que hay que ser íntimo. Porque no tiene menos valor la intimidad si se comparte con una o con varias personas, que es la idea que defendía con quien conversaba. Es que cada una de esas personas tuvo para uno el valor suficiente para alcanzar su intimidad. Mi amigo dijo "en todo caso es una utopía creer que uno no le otorga un cierto valor a algún tipo de primacía" y sí, no todo el mundo es igualmente importante para uno. Pero a mí me parece que no importa, porque la intimidad que se construye con cada una de las personas que pasan por la vida de uno es también particular. Particular y no hay que estarlas comparando, no hay que estar haciendo escalafones. Particular y ojalá completa. Completa cuando uno es tan afortunado para sentir a través del sexo la idea de que es completamente aceptado.
miércoles, 22 de junio de 2016
Consejos de redacción vs Lluvias de ideas
Como los lectores de este blog sabrán, y si no, pues de una vez, soy una administradora de negocios que fue arrastrada por la vida, sin que yo opusiera mucha resistencia, hacia el periodismo. En este ejercicio me he encontrado con el escenario de los consejos de redacción que son espacios de discusión de las notas periodísticas que se van a producir para un medio de comunicación. He encontrado que los consejos de redacción me recuerdan mucho a las lluvias de ideas en las que participé mientras ejercí la carrera que estudié.
Aquí va un paralelo entre ambos ejercicios en el que, advierto de una vez, idealizo a los consejos de redacción y vitupero a las lluvias de ideas, pero todo con ánimo constructivo.
1. Sobre las ideas:
Mientras que en una lluvia de ideas se espera que usted, que lleva toda la semana trabajando en una cuadrícula de excel, de repente tenga un espacio de distensión para ser hipercreativo, en el consejo de redacción se espera que lleve para su discusión una, dos o tres ideas. Usted las lleva listas, no las produce ahí en cinco minutos. A veces las lluvias de ideas se realizan por fuera de la empresa: "nos vamos para una finca, nos vamos para el campo, para que cambiemos de ambiente y nos dispongamos mejor para la creatividad". En mis años como administradora recuerdo un ejercicio así del que jamás recibimos las conclusiones o el material para poner en práctica lo que habíamos hecho en dos días de trabajo en medio de un ambiente con pajaritos.
2. Sobre la propiedad de esas ideas:
En el consejo de redacción sus ideas son suyas, usted las sustenta y las defiende. Con la vida si es necesario. Los ataques a sus ideas son duros, tenaces, vienen de todas partes, no solo de su editor, también sus compañeros critican su idea, no es escenario para espíritus débiles, pero ese ejercicio logra dos cosas importantes: descubrir las malas ideas rápidamente y mejorar las buenas. Eso se logra por la relación horizontal que hay entre periodistas. Por mucho que se intente, en la administración hay una relación de verticalidad difícil de superar. ¿A su jefe no le gustó su idea? Chao idea. ¿Refutar al jefe? Claro, sí, los más atrevidos. ¿Refutar a un compañero y quedar como un sapo? por lo menos no como se logra en un consejo de redacción. Es tímida la réplica de un asistente de dirección frente al Presidente de la Junta de la empresa, comparada con la reacción de la encargada de orden público de un periódico vendiéndole una idea al editor general del medio. Ella es quien maneja el tema diariamente, ella tiene el contexto completo, ella es quien habla con la fuente, el editor no tiene idea de lo que habla, no conoce la región, no ha visto a la gente denunciar el tema diez veces, ella le explica, le dice Nando, parce, o güevón. El editor no se ofende ni ve minada su autoridad, insiste, esa nota no puede salir así, no es el enfoque que necesita. ¿Y si cambiamos el enfoque? ¿Y si le damos la vuelta?
3. Sobre la pretendida libertad:
A las lluvias de ideas suele convocarse a todo el mundo, a todos los que participan en la empresa, a quienes jamás son tenidos en cuenta: "llamemos a Wilmer, el portero, él tiene relación directa con la gente que entra a este negocio, seguro tiene muy buenas ideas para aportar". Gente a la que normalmente le piden que siga un manual de pronto le dicen que puede ser libre, totalmente libre. Sé libre. Di todo lo que se te ocurra, hoy te vamos a tutear, think outside of the box, no hay ideas malas, tranquilo, trata de unir estos nueve puntos con solo cuatro líneas, tú puedes. Luego sus ideas no son tenidas en cuenta para nada, nadie les cuenta qué pasó con eso. Tan bueno que pasamos ese día que jugamos con cartelitos de colores.
Ese es un ejercicio que requiere entrenamiento y un consejo de redacción es eso, un entrenamiento en la creación de ideas y productos periodísticos. Se hace regularmente, diariamente en muchos casos. La gente se entrena en encontrar ideas y en encontrar argumentos para sustentarlas, y una vez la idea triunfa esa misma persona la desarrolla y la ve convertirse en realidad.
4. Sobre el alcance y las restricciones:
En el consejo de redacción se tienen en cuenta todas las limitaciones de tiempo, recursos, fuentes, información y posibilidades reales para producir una pieza de información. En las lluvias de ideas no. Se pierde mucho tiempo echando globos que no tienen ninguna posibilidad en el mundo real. En lugar de decir "qué se les ocurre que podemos hacer para aumentar las ventas con un presupuesto de un millón de pesos", proponen "cómo nos convertimos en una empresa líder en la venta de zapatos en toda Latinoamérica" o "este es un ejercicio de planeación estratégica". Limitar el alcance de las ideas es productivo, aterriza las propuestas, aunque parezca una idea contraria a la libertad que vende el concepto "lluvia".
En conclusión, el consejo de redacción logra entrenar la libertad que se necesita para ser creativo, propositivo y argumentativo y entiende que demasiada libertad no es buena, ni cierta. Las lluvias de ideas en cambio, en las que participé, por lo menos, no pasaron de ser anécdotas para desperdiciar la mañana, la tarde o el día entero y comer refrigerio de cuenta de la empresa. No fue del todo tiempo perdido cuando el refrigerio fue bueno.
Aquí va un paralelo entre ambos ejercicios en el que, advierto de una vez, idealizo a los consejos de redacción y vitupero a las lluvias de ideas, pero todo con ánimo constructivo.
1. Sobre las ideas:
Mientras que en una lluvia de ideas se espera que usted, que lleva toda la semana trabajando en una cuadrícula de excel, de repente tenga un espacio de distensión para ser hipercreativo, en el consejo de redacción se espera que lleve para su discusión una, dos o tres ideas. Usted las lleva listas, no las produce ahí en cinco minutos. A veces las lluvias de ideas se realizan por fuera de la empresa: "nos vamos para una finca, nos vamos para el campo, para que cambiemos de ambiente y nos dispongamos mejor para la creatividad". En mis años como administradora recuerdo un ejercicio así del que jamás recibimos las conclusiones o el material para poner en práctica lo que habíamos hecho en dos días de trabajo en medio de un ambiente con pajaritos.
2. Sobre la propiedad de esas ideas:
En el consejo de redacción sus ideas son suyas, usted las sustenta y las defiende. Con la vida si es necesario. Los ataques a sus ideas son duros, tenaces, vienen de todas partes, no solo de su editor, también sus compañeros critican su idea, no es escenario para espíritus débiles, pero ese ejercicio logra dos cosas importantes: descubrir las malas ideas rápidamente y mejorar las buenas. Eso se logra por la relación horizontal que hay entre periodistas. Por mucho que se intente, en la administración hay una relación de verticalidad difícil de superar. ¿A su jefe no le gustó su idea? Chao idea. ¿Refutar al jefe? Claro, sí, los más atrevidos. ¿Refutar a un compañero y quedar como un sapo? por lo menos no como se logra en un consejo de redacción. Es tímida la réplica de un asistente de dirección frente al Presidente de la Junta de la empresa, comparada con la reacción de la encargada de orden público de un periódico vendiéndole una idea al editor general del medio. Ella es quien maneja el tema diariamente, ella tiene el contexto completo, ella es quien habla con la fuente, el editor no tiene idea de lo que habla, no conoce la región, no ha visto a la gente denunciar el tema diez veces, ella le explica, le dice Nando, parce, o güevón. El editor no se ofende ni ve minada su autoridad, insiste, esa nota no puede salir así, no es el enfoque que necesita. ¿Y si cambiamos el enfoque? ¿Y si le damos la vuelta?
3. Sobre la pretendida libertad:
A las lluvias de ideas suele convocarse a todo el mundo, a todos los que participan en la empresa, a quienes jamás son tenidos en cuenta: "llamemos a Wilmer, el portero, él tiene relación directa con la gente que entra a este negocio, seguro tiene muy buenas ideas para aportar". Gente a la que normalmente le piden que siga un manual de pronto le dicen que puede ser libre, totalmente libre. Sé libre. Di todo lo que se te ocurra, hoy te vamos a tutear, think outside of the box, no hay ideas malas, tranquilo, trata de unir estos nueve puntos con solo cuatro líneas, tú puedes. Luego sus ideas no son tenidas en cuenta para nada, nadie les cuenta qué pasó con eso. Tan bueno que pasamos ese día que jugamos con cartelitos de colores.
Ese es un ejercicio que requiere entrenamiento y un consejo de redacción es eso, un entrenamiento en la creación de ideas y productos periodísticos. Se hace regularmente, diariamente en muchos casos. La gente se entrena en encontrar ideas y en encontrar argumentos para sustentarlas, y una vez la idea triunfa esa misma persona la desarrolla y la ve convertirse en realidad.
4. Sobre el alcance y las restricciones:
En el consejo de redacción se tienen en cuenta todas las limitaciones de tiempo, recursos, fuentes, información y posibilidades reales para producir una pieza de información. En las lluvias de ideas no. Se pierde mucho tiempo echando globos que no tienen ninguna posibilidad en el mundo real. En lugar de decir "qué se les ocurre que podemos hacer para aumentar las ventas con un presupuesto de un millón de pesos", proponen "cómo nos convertimos en una empresa líder en la venta de zapatos en toda Latinoamérica" o "este es un ejercicio de planeación estratégica". Limitar el alcance de las ideas es productivo, aterriza las propuestas, aunque parezca una idea contraria a la libertad que vende el concepto "lluvia".
En conclusión, el consejo de redacción logra entrenar la libertad que se necesita para ser creativo, propositivo y argumentativo y entiende que demasiada libertad no es buena, ni cierta. Las lluvias de ideas en cambio, en las que participé, por lo menos, no pasaron de ser anécdotas para desperdiciar la mañana, la tarde o el día entero y comer refrigerio de cuenta de la empresa. No fue del todo tiempo perdido cuando el refrigerio fue bueno.
miércoles, 18 de mayo de 2016
Sobre extrañar
Hay preguntas que no me quedan muy claras, no porque no tenga una respuesta, sino porque no sé a qué obedecen o en qué contexto se formulan o si es que las personas saben algo que yo no sé y estoy contestando un examen para el que no estudié.
Como la pregunta, "¿qué es lo que extrañas?".
¿A qué va esa pregunta cuando se hace en el contexto de una ruptura de cualquier tipo?, ¿vale la pena buscar exactamente qué es lo que uno extraña?, ¿para qué?
Uno extraña. Todo. Lo que sea, por poco o mucho. Uno ya tenía unos hábitos, unas rutinas, unas costumbres. Pero además uno extraña las cosas del otro, los chistes, las anotaciones, los gestos y el cariño. Uno extraña aunque no haya mucho para extrañar. Y extrañar lo conduce a buscar esas cosas en otro lugar, en otras personas y a no encontrarlas, tal vez porque no son lo suficientemente parecidas, o porque aparecen como desajustadas. Y entonces uno extraña un poquito más.
¿Y para qué responderse esa pregunta?, ¿acaso eso ayuda a no extrañar?, no creo. La conclusión es la misma: el tiempo acaba por diluir los recuerdos y uno comienza a extrañar con sordina y luego ya no extraña más. Y solo recuerda, sin que duela mucho. Y a esa sentencia se puede llegar sin preguntarse nada sobre los recuerdos o preguntándoselo todo, que solamente ayuda a extrañar más.
Pero hacen la pregunta, así que uno intenta contestar.
Extraño, sobre todo, la influencia positiva que tienes sobre mí y me asusta, más que nada, perderme un poco en el camino por no tener acceso a la perspectiva con la que tú ves la vida.
Eso es lo que más extraño.
Como la pregunta, "¿qué es lo que extrañas?".
¿A qué va esa pregunta cuando se hace en el contexto de una ruptura de cualquier tipo?, ¿vale la pena buscar exactamente qué es lo que uno extraña?, ¿para qué?
Uno extraña. Todo. Lo que sea, por poco o mucho. Uno ya tenía unos hábitos, unas rutinas, unas costumbres. Pero además uno extraña las cosas del otro, los chistes, las anotaciones, los gestos y el cariño. Uno extraña aunque no haya mucho para extrañar. Y extrañar lo conduce a buscar esas cosas en otro lugar, en otras personas y a no encontrarlas, tal vez porque no son lo suficientemente parecidas, o porque aparecen como desajustadas. Y entonces uno extraña un poquito más.
¿Y para qué responderse esa pregunta?, ¿acaso eso ayuda a no extrañar?, no creo. La conclusión es la misma: el tiempo acaba por diluir los recuerdos y uno comienza a extrañar con sordina y luego ya no extraña más. Y solo recuerda, sin que duela mucho. Y a esa sentencia se puede llegar sin preguntarse nada sobre los recuerdos o preguntándoselo todo, que solamente ayuda a extrañar más.
Pero hacen la pregunta, así que uno intenta contestar.
Extraño, sobre todo, la influencia positiva que tienes sobre mí y me asusta, más que nada, perderme un poco en el camino por no tener acceso a la perspectiva con la que tú ves la vida.
Eso es lo que más extraño.
viernes, 22 de abril de 2016
La Orquesta Sinfónica de Caldas
No sabía que Andrés Felipe Betancourth López, el Vicerrector de Proyección, es buen orador. Sin un texto de apoyo hizo el discurso —breve, como me gustan— del III Concierto de Temporada de la Orquesta Sinfónica de Caldas.
Contó que la Orquesta estuvo desde octubre hasta marzo, otra vez, a la deriva, sin casa, sin dueños. Pero eso sí, con muchos dolientes que vez tras vez tienen que volver a explicar por qué es importante su existencia. La Orquesta es un proyecto complejo, difícil de entender para los que no son músicos, que son los que finalmente deciden sobre su financiación y sobre su administración. Explicarlo implica entrar en conversaciones como "hay que tener una tuba y un arpa así aparezcan en poquitos programas" y "hoy solo toca el 30 % de la Orquesta porque el programa es del período barroco, pero igual hay que pagarles todo el año a todos los músicos porque ellos están trabajando" y cosas como esas que para los administradores y economistas significan ineficiencias, pérdidas de tiempo y bajos niveles de productividad. Cosas como esas que al arte le importan un pito.
Por fortuna Andrés Felipe y Felipe César (el rector de la U de C) entienden de arte y la Orquesta ahora está otra vez en la Universidad de Caldas que es donde lógicamente debe estar.
Debo confesar que yo soy fan hasta el tuétano. Que conozco la Orquesta de cerquita desde 1999. Que conozco a los músicos que la integran (cada vez a menos, pero todavía a muchos). Que he vivido con ellos varios de los momentos más difíciles, como el de 2009 donde literalmente se iba a acabar.
En esa época la Orquesta costaba $1'300 millones de pesos al año para el sostenimiento de 75 músicos, incluyendo al director y a una planta administrativa pequeña, con una programación de 10 meses. Una chichigua para el presupuesto de esta ciudad, como lo dijo alguien en un texto quejándose de que se fuera a acabar.
Pero debo decir también que desde que empecé a trabajar en radio no conozco su día a día. No sé cuáles son los problemas más urgentes. No sé cuánto cuesta la nómina actual. No sé quiénes se siguen oponiendo a su existencia. Le sigo la pista un poquito de lejos, pero permanezco atenta y voy a muchos de sus conciertos. Es uno de los patrimonios manizaleños que más orgullo me hacen sentir. Me parece importante que la ciudad tenga una Orquesta Sinfónica y no creo que la gente sea muy consciente de lo afortunada que es de poder ver una semana tras semana.
Gracias a ella aquí hemos podido ver ópera (y yo he podido cantar ópera y obras sinfónico corales), tener compositores, directores e intérpretes de primer nivel, los conjuntos de cámara abundan, hemos visto ballet, han acompañado obras del Festival Internacional de Teatro, etc. Para dar solo un dato, si aquí no hubiera habido Orquesta Sinfónica quién sabe si el Director Asistente de la Orquesta Filarmónica de Bogotá sería el caldense Leonardo Marulanda. Uno de los músicos más importantes que tiene esta ciudad y que es el resultado de que haya programa de Bandas de Caldas y también Orquesta Sinfónica de Caldas, porque esas cosas funcionan sistémicamente y cada una contribuye a la existencia de las otras. Los chicos que comienzan en el programa de bandas y que tienen buen nivel buscan agrupaciones más exigentes. Estudian como locos para obtener una de las plazas de la Sinfónica. Por cada uno de los músicos que la integran hay por lo menos dos o tres que no alcanzaron un lugar, y eso habla de calidad. Esos músicos y ese ambiente conforman un ecosistema que se alimenta de la mística que cada uno de ellos le inyecta a tratar de ser un buen instrumentista. Estudian como locos, hacen campamentos por secciones (la percusión, las maderas, los bronces, las cuerdas). Y no sé cómo, y pueden acusarme de romántica, pero todo eso contribuye y construye, con los años, con el tiempo, desde ellos hasta el público, un ambiente particular que es el que tantas veces le reconocemos a esta ciudad. No será el único factor, pero sin duda es uno de ellos.
La Orquesta Sinfónica tiene, desde sus orígenes con Oliva Manchola y Nelson Monroy, como 30 años de existencia. 30 años de Orquesta Sinfónica es un montón, es de aplaudir a cada uno de los que han luchado porque exista.
Hoy, viendo el programa que la Orquesta presentó pensaba en los que oí tantas veces decir que hubiera debido acabarse, que era desafinada, que tenía problemas administrativos, que era costosa (los que opinan que la orquesta es costosa son unos tacaños que no sirven para la vida con lo que tiene de bella), que nadie iba a verla, que la gente no sabía de su existencia, que para qué ver obras mal interpretadas, que mejor que eso era poner un CD... y otra cantidad de sandeces.
Hoy la Orquesta presentó el Concierto para Trompeta en Re Mayor de Henri Tomasi interpretado por Oscar Fernando Trujillo un músico que es un James de la trompeta, que si no juega en el Madrid es porque quiere vivir en esta ciudad y no en otra. Y luego hicieron la Sinfonía Nª 1 en Sol Menor de Tschaikowsky dirigidos por el muy joven Maestro caleño Miguel Santiago López que es el director asistente y que dirige hermoso. Y la gente se paró a aplaudir porque verdaderamente fue un gran programa interpretado maravillosamente.
Son procesos, se toman su tiempo, son inversiones que requieren paciencia y aguante y explicar y volver a explicar por qué es importante que todos participemos, que el patrimonio es de la ciudad, suyo, mío; que lo que eso nos deja nos favorece a todos y que por eso es poco pagar por una boleta.
Es mi única crítica. La única que quiero hacer hoy en todo caso. El ejercicio de gratuidad ya se ha hecho durante muchos años. Durante todos los años. ¡30 años! Los manizaleños tenemos que dejar de ser tan michicatos de asistir masivamente cuando el concierto es gratis y no ir de la misma manera si nos cobran dos mil o diez mil pesos. Algo hay que hacer en este sentido. Cobrar, digo yo. Y que la gente se acostumbre a que no todo es gratis, porque además no lo es. Cada uno de los músicos de la Orquesta es un empleado que depende de ese trabajo para pagar sus facturas y sus deudas. Eso también hace parte, como las historias que cuenta el Maestro Gorka Sierra antes de comenzar cada programa, de la formación del público.
Bueno, y otra cosa: fantástico que sepamos en qué momento se aplaude, pero pésimo el "shhhh" cuando alguien lo intenta en medio del tercer y cuarto movimiento. Que aplaudan si quieren aplaudir, peor ese "shhhh" intolerante y fanático. Y eso que lo digo yo, que, como queda demostrado, hago parte de los Hooligans de esta Orquesta.
jueves, 7 de abril de 2016
Pasado
Me molesta del pasado su condición de para siempre. Lo poco que le interesa mi voluntad del presente. La imposibilidad de retirar de ahí para que no me pese el tiempo. Lo definitivo, como la muerte, que tiene el pasado. Su capacidad para definirme. Porque para siempre ahí está todo eso que hice y que me sucedió, bueno y malo. Me gustaría poder decir "esto no me pesa". "Esto no hace parte de mi vida". Aunque me construya, aunque haga parte de mí y yo me guste.
martes, 5 de abril de 2016
Idiotas
El papá de un amigo — que lee este blog, me enteré ese día— llegó hasta mi oficina, se sentó frente a mí y después de saludar amablemente me soltó la pregunta:
—¿Entonces Usted no se lo quiso dar a su amiguito, Ana María? Cuente a ver por qué.
Había leído en mi blog una historia en donde eso era apenas una anécdota porque la entrada se trataba de otra cosa. Pero no importa, hubiera podido ser sobre eso.
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Un compañero de trabajo que tomaba conmigo un curso en el que nos pidieron dibujar a alguien del salón para, a partir de esos dibujos, adivinar a quién habían dibujado los demás, me dibujó a mí empelota con tremendo par de tetas. Luego exhibió el dibujo muerto de la risa.
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Un conocido de Twitter, incluso diría que un amigo de Twitter, me pidió hace poco una foto empelota. Pedir fotos empelota no me parece ofensivo, ni una falta de respeto, ni nada. Si no fuera porque no había mediado de mi parte más que amabilidad y cortesía. Creo que nada indicaba que yo hubiera querido que él me viera empelota.
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Me parece llamativo que si digo que me he tomado y que he enviado fotos sin ropa, o si hablo de sexo, o si soy amigable y simpática, algunos hombres creen o interpretan licencias que estoy dando para que crucen líneas que nadie los ha invitado a cruzar.
Tengo otros amigos a quienes cada que me pasa algo así les cuento esas cosas para saber si estoy loca y si fue que me llené de escrúpulos feministas. Y eso lo hago porque de tanto que pasan estas cosas uno ya no sabe, o duda, sobre qué es lo normal y qué es lo que está bien o mal.
Hace poco en Twitter un completo desconocido que ni siquiera me sigue me escribió por DM para pedir mi autorización para hacerse la paja en mi "honor".
Ese día compartí una imagen de ese cruce de mensajes en mi cuenta de Twitter. Varios amigos me escribieron en el TL y por DM para solidarizarse y para decir que eso no les parecía bien hecho. En una de esas conversaciones, un amigo, uno de los más francos para hablar de sexo, me dijo lo siguiente:
"No creo que sea una buena persona. Utiliza la masturbación para acercarse, él quería que usted supiera. Él cree que es algo que debe compartir. Cuando a mí me provoca masturbarme yo creo que es algo mío, no cargo a la otra con mis ganas".
Cargar al otro con las ganas propias de esa manera es hacerlo parte de un tipo de encuentro sexual. Es como esas llamadas que se hacían antes de que se inventaran el identificador de llamadas en las que solo se oía a alguien gimiendo y respirando y que uno colgaba tan rápido como podía. El hecho simple de que se dé a través de un computador, o de una conversación, o de un teléfono no cambia el hecho de que me están involucrando en un deseo que no comparto.
De alguna manera siento que los tres ejemplos que expongo hacen lo mismo. Cruzan esa línea en la que el deseo de esas personas se vuelve asunto mío sin que yo lo haya permitido.
Y me cuestiono de dónde sale la torpeza de preguntarme detalles sexuales sobre mi vida, dibujarme empelota, pedirme fotos desnuda o solicitar mi permiso para masturbarse en mi nombre si no es de donde lo señalan tantas feministas: del derecho que creen que tienen los hombres sobre la sexualidad femenina. Del permiso autoconcedido por siglos y siglos de abusos de no tener que considerar lo que uno siente o piensa o quiere.
Pasan esas cosas, suman, una encima de otra y me siento paranoide y desesperanzada sobre los señores. Por fortuna tengo amigos como los que tengo, que me dejan saber que no todos son irremediablemente idiotas.
—¿Entonces Usted no se lo quiso dar a su amiguito, Ana María? Cuente a ver por qué.
Había leído en mi blog una historia en donde eso era apenas una anécdota porque la entrada se trataba de otra cosa. Pero no importa, hubiera podido ser sobre eso.
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Un compañero de trabajo que tomaba conmigo un curso en el que nos pidieron dibujar a alguien del salón para, a partir de esos dibujos, adivinar a quién habían dibujado los demás, me dibujó a mí empelota con tremendo par de tetas. Luego exhibió el dibujo muerto de la risa.
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Un conocido de Twitter, incluso diría que un amigo de Twitter, me pidió hace poco una foto empelota. Pedir fotos empelota no me parece ofensivo, ni una falta de respeto, ni nada. Si no fuera porque no había mediado de mi parte más que amabilidad y cortesía. Creo que nada indicaba que yo hubiera querido que él me viera empelota.
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Me parece llamativo que si digo que me he tomado y que he enviado fotos sin ropa, o si hablo de sexo, o si soy amigable y simpática, algunos hombres creen o interpretan licencias que estoy dando para que crucen líneas que nadie los ha invitado a cruzar.
Tengo otros amigos a quienes cada que me pasa algo así les cuento esas cosas para saber si estoy loca y si fue que me llené de escrúpulos feministas. Y eso lo hago porque de tanto que pasan estas cosas uno ya no sabe, o duda, sobre qué es lo normal y qué es lo que está bien o mal.
Hace poco en Twitter un completo desconocido que ni siquiera me sigue me escribió por DM para pedir mi autorización para hacerse la paja en mi "honor".
Ese día compartí una imagen de ese cruce de mensajes en mi cuenta de Twitter. Varios amigos me escribieron en el TL y por DM para solidarizarse y para decir que eso no les parecía bien hecho. En una de esas conversaciones, un amigo, uno de los más francos para hablar de sexo, me dijo lo siguiente:
"No creo que sea una buena persona. Utiliza la masturbación para acercarse, él quería que usted supiera. Él cree que es algo que debe compartir. Cuando a mí me provoca masturbarme yo creo que es algo mío, no cargo a la otra con mis ganas".
Cargar al otro con las ganas propias de esa manera es hacerlo parte de un tipo de encuentro sexual. Es como esas llamadas que se hacían antes de que se inventaran el identificador de llamadas en las que solo se oía a alguien gimiendo y respirando y que uno colgaba tan rápido como podía. El hecho simple de que se dé a través de un computador, o de una conversación, o de un teléfono no cambia el hecho de que me están involucrando en un deseo que no comparto.
De alguna manera siento que los tres ejemplos que expongo hacen lo mismo. Cruzan esa línea en la que el deseo de esas personas se vuelve asunto mío sin que yo lo haya permitido.
Y me cuestiono de dónde sale la torpeza de preguntarme detalles sexuales sobre mi vida, dibujarme empelota, pedirme fotos desnuda o solicitar mi permiso para masturbarse en mi nombre si no es de donde lo señalan tantas feministas: del derecho que creen que tienen los hombres sobre la sexualidad femenina. Del permiso autoconcedido por siglos y siglos de abusos de no tener que considerar lo que uno siente o piensa o quiere.
Pasan esas cosas, suman, una encima de otra y me siento paranoide y desesperanzada sobre los señores. Por fortuna tengo amigos como los que tengo, que me dejan saber que no todos son irremediablemente idiotas.
martes, 22 de marzo de 2016
Ana Cristina
Mi prima Ana Cristina se paró encima de la tarima de los músicos cuando estos se estaban acomodando para empezar a tocar y dijo algo sobre ser cursi. "Germán y yo somos muy cursis y yo quiero, contando con la alcahuetería de la banda, dedicarle hoy a Germán No te necesito". Pensé que iba a cantar. Se sentó con su vestido de novia en la batería y tocó una canción que se llama No te necesito.
Durante el matrimonio una hija de Germán habló hermoso sobre Ana y contó de la manera en que su papá ve a las mujeres y dijo: "sé que mi papá tratará a Ana como ella se merece, sé que será un buen acompañante para ella. Y digo acompañante y no otra cosa porque Ana es una mujer de esas completas que no necesita a nadie". Parafraseo. Pero esa era la idea.
Martín —una especie de Jodoroski, sin la pose, que ofició la ceremonia— habló de las características del amor completo. Dijo que los amores completos tienen estas características: se proclaman, no se ocultan; son compasivos, no lastimeros ni despiadados; son inclusivos, con lo bueno y con lo malo; son para la alegría, que me voy a permitir interpretar como tranquilidad y no para la pelotera, para el agarrón diario y tienen presencia, están, puede contarse con ellos.
Eso me gustó, me pareció sensato y bonito. Pero me gusta más que mi prima tiene todo eso aunque no tuviera a Germán. Y lo quiere, pero no lo necesita.
Mi prima, tocando en su matrimonio No te necesito:
Fragmento
Completo
Durante el matrimonio una hija de Germán habló hermoso sobre Ana y contó de la manera en que su papá ve a las mujeres y dijo: "sé que mi papá tratará a Ana como ella se merece, sé que será un buen acompañante para ella. Y digo acompañante y no otra cosa porque Ana es una mujer de esas completas que no necesita a nadie". Parafraseo. Pero esa era la idea.
Martín —una especie de Jodoroski, sin la pose, que ofició la ceremonia— habló de las características del amor completo. Dijo que los amores completos tienen estas características: se proclaman, no se ocultan; son compasivos, no lastimeros ni despiadados; son inclusivos, con lo bueno y con lo malo; son para la alegría, que me voy a permitir interpretar como tranquilidad y no para la pelotera, para el agarrón diario y tienen presencia, están, puede contarse con ellos.
Eso me gustó, me pareció sensato y bonito. Pero me gusta más que mi prima tiene todo eso aunque no tuviera a Germán. Y lo quiere, pero no lo necesita.
Mi prima, tocando en su matrimonio No te necesito:
Fragmento
Completo
jueves, 17 de marzo de 2016
Consciencia
Cuando quiero dejar de sentir lástima por los animales y todo lo que les hacemos me convenzo de que no tienen consciencia. Para ellos la vida, lo que les sucede y el destino, son lo mismo. Si se mueren, si los patean, si los cazan, esa es la vida, lo que les sucede y el destino. Las tres cosas. No pueden plantearse una escapatoria o gritar "¡esto es injusto!" porque no tienen consciencia. Si crecen encerrados en un zoológico o en un circo es nuestra consciencia la que puede salvarlos de permanecer allí; pero la de ellos, su consciencia, simplemente les indica que esa es su realidad y como eso no lo pueden someter a discusiones o a reflexiones sufren menos. No es que no sufran, pero sufren menos que si supieran que mucho de lo que les hacemos es injusto y podría evitarse. En fin, cuando quiero darme un poquito de paz pienso eso, pienso que ellos sufren menos porque no saben que deberían sufrir más si supieran que en nuestras manos está que sufran menos. ¿Se entiende? No quiero que me crucifiquen los animalistas.
Pero la naturaleza humana es muy jodida. Es capaz de hacer mal a consciencia. Es una de las cosas que nos separa del resto de las especies. En los otros animales opera más la arbitrariedad o el instinto y hacen mal. Pero ninguna persona indignada podría decir "¡es que son unos inconscientes!" sin que alguien le haga caer en cuenta de que exactamente por eso no son culpables de ningún delito o etc.
Entrar en consciencia, de todas maneras, para los seres humanos es un proceso demorado. No es que nazcamos y con nacer estemos llenos de consciencia. Durante un buen tiempo somos como animales: la vida, lo que nos sucede y el destino, son la misma cosa.
Un día uno cae en cuenta de algo y se va despertando la consciencia. Tengo dos recuerdos claros sobre eso. Dos momentos que sucedieron como un "oh, esto no lo había notado antes y ha estado aquí todo el tiempo" con cosas que, creo, me moldearon. Hacen parte del equipaje con el que me doy al mundo. La primera va a sonar vanidosa, pero quéliace, sucedió así como quiero contarla.
Me estaba mirando en el espejo. No sé por qué. No sé cuánto tiempo llevaba mirándome en el espejo. Tenía cinco o seis años. Es tan claro ese recuerdo que sé muy bien la cara que estaba mirando y sé que estaba chiquita, como en las fotos de esa época, porque no solo estaba frente al espejo sino que me estaba observando con detalle. Recuerdo que estaba mirando cada una de las partes de mi cara y cuando iba por la curva de la nariz me pareció bonita. Me parecí bonita. Y caí en cuenta, antes no lo sabía, de que me gustaba. Yo me gustaba. Creo que es uno de los sentimientos más poderosos que he tenido en mi vida. Me seguí mirando otro rato, y desde ese momento -croe que para siempre- con la consciencia de que me gustaba mi cara, de que mi nariz era bonita. Yo me aprobé. Qué poder eso.
La otra es sobre los demás. La primera vez que caí en cuenta de que los adultos eran menos buenas personas de lo que yo pensaba, según el juicio que hice a los, digamos, 7 años. Por primera vez entendí el concepto de hipocresía. Me enteré de que en mi familia no todos se llevaban bien. Supe que detrás de toda esa cordialidad se escondían opiniones y juicios no muy positivos sobre personas que yo quería mucho. Estábamos juntos y alguien hizo un comentario bajito. Una crítica. Recuerdo que me dio dificultad procesarlo, me demoré muchos días pensando en eso, hasta creo que años.
Me demoré mucho tiempo para ser consciente de mi propia hipocresía. Me demoré aún mucho más para reconciliar a los demás por hipócritas.
Todavía me cuesta reconciliar que el ser humano pueda ser malo a consciencia. Para no hablar de mis propias maldades a sabiendas. Seguro nos morimos sin ser del todo conscientes. Seguimos siendo muy animales.
Pero la naturaleza humana es muy jodida. Es capaz de hacer mal a consciencia. Es una de las cosas que nos separa del resto de las especies. En los otros animales opera más la arbitrariedad o el instinto y hacen mal. Pero ninguna persona indignada podría decir "¡es que son unos inconscientes!" sin que alguien le haga caer en cuenta de que exactamente por eso no son culpables de ningún delito o etc.
Entrar en consciencia, de todas maneras, para los seres humanos es un proceso demorado. No es que nazcamos y con nacer estemos llenos de consciencia. Durante un buen tiempo somos como animales: la vida, lo que nos sucede y el destino, son la misma cosa.
Un día uno cae en cuenta de algo y se va despertando la consciencia. Tengo dos recuerdos claros sobre eso. Dos momentos que sucedieron como un "oh, esto no lo había notado antes y ha estado aquí todo el tiempo" con cosas que, creo, me moldearon. Hacen parte del equipaje con el que me doy al mundo. La primera va a sonar vanidosa, pero quéliace, sucedió así como quiero contarla.
Me estaba mirando en el espejo. No sé por qué. No sé cuánto tiempo llevaba mirándome en el espejo. Tenía cinco o seis años. Es tan claro ese recuerdo que sé muy bien la cara que estaba mirando y sé que estaba chiquita, como en las fotos de esa época, porque no solo estaba frente al espejo sino que me estaba observando con detalle. Recuerdo que estaba mirando cada una de las partes de mi cara y cuando iba por la curva de la nariz me pareció bonita. Me parecí bonita. Y caí en cuenta, antes no lo sabía, de que me gustaba. Yo me gustaba. Creo que es uno de los sentimientos más poderosos que he tenido en mi vida. Me seguí mirando otro rato, y desde ese momento -croe que para siempre- con la consciencia de que me gustaba mi cara, de que mi nariz era bonita. Yo me aprobé. Qué poder eso.
La otra es sobre los demás. La primera vez que caí en cuenta de que los adultos eran menos buenas personas de lo que yo pensaba, según el juicio que hice a los, digamos, 7 años. Por primera vez entendí el concepto de hipocresía. Me enteré de que en mi familia no todos se llevaban bien. Supe que detrás de toda esa cordialidad se escondían opiniones y juicios no muy positivos sobre personas que yo quería mucho. Estábamos juntos y alguien hizo un comentario bajito. Una crítica. Recuerdo que me dio dificultad procesarlo, me demoré muchos días pensando en eso, hasta creo que años.
Me demoré mucho tiempo para ser consciente de mi propia hipocresía. Me demoré aún mucho más para reconciliar a los demás por hipócritas.
Todavía me cuesta reconciliar que el ser humano pueda ser malo a consciencia. Para no hablar de mis propias maldades a sabiendas. Seguro nos morimos sin ser del todo conscientes. Seguimos siendo muy animales.
jueves, 25 de febrero de 2016
Esto no es un manual de coqueteo para hombres modernos
Antes de empezar:
Tener en cuenta que si uno va a coquetear no hay que prepararse para el rechazo sino para el éxito.
Muchos tipos —¿y mujeres?— se acercan a otras personas pensando que no les van a parar bolas. Los problemas comienzan en ese momento y luego, cuando sí les paran bolas, empeoran. Muchos piensan "ella ni me determina", "ella no se va a fijar en mí", "no tengo chances de éxito". Me parece que eso solo consigue una cosa: coquetear con más torpeza. Hacer chistes incómodos. Que se autocompadezcan: "pobre de mí que no tengo acceso a ti". Hay que tomárselo en serio. "Todo lo que ocurre tiene probabilidad cero de pasar y sin embargo sucede", parafraseo a Alejandro Gaviria que no sé si cita a alguien más.
1. Saludar.
Hola y sonrisa. Tranquilidad, con eso no se corre ningún riesgo. Saludar como si fuera cualquier otra persona. Uno es probablemente, en este punto de la historia, cualquier persona. Saludar con amabilidad. No hacer nada exagerado, intentar que no se noten los nervios.
2. Usar su nombre.
A muchas mujeres no les gusta eso de muñeca, princesa, reina. Pero, independientemente de que nos guste o no, es más bonito y más íntimo usar los nombres. Eso nos acerca.
3. Interesarse.
Escuchar. Poner atención. Preguntar. Tal vez hablar menos de uno mismo y estar más atento a la otra persona. Si el sentimiento es mutuo probablemente eso haga que haya equilibrio. Una cosa que me parece importante es no forzar el humor, si no sucede, no sucede. No es cierto que nosotras querramos un tipo que nos haga reír a toda hora, es más cierto que un tipo que nos gusta nos hará reír casi sin darse cuenta.
4. Hablar con ella.
Con todas estas tecnologías modernas mucho coqueteo puede darse por mensajes de texto a través de muchos servicios y aplicaciones. Mejor llamar. "Quería saber cómo estabas, ¿bien? Me alegra". O buscarla. Cualquier excusa es buena. Si la excusa es mala es mejor. Si uno piensa "es mentira que tenía que venir aquí, este tipo lo que quería era verme", eso nos parece bonito. Sin temor a que nos demos cuenta. Con eso es más fácil saber si también le gusta a ella o no.
Si en este punto no le copian es probable que lo mejor sea construir una linda amistad y no insistir más. No hay que tomárselo mal. Las amigas también son un gran logro. Además quién quita, puede que después sí pase algo más.
Si le copian, seguir adelante. Este manual para aquí porque lo que sigue es inclasificable. Portarse querido. Tratar de revisar esas enseñanzas machistas que nos han entregado a todos y mandarlas para la mierda.
Dijo un amigo en el prólogo a esta entrada: "uno puede manejar rápido y bien, rápido y mal, despacio y bien y despacio y mal, y así es más o menos todo en la vida. Todo tiene un ritmo del que, si uno se aleja, se ve mal y al que, si se mantiene fiel, se ve bien". Hay que tratar de reconocer ese ritmo.
Tener en cuenta que si uno va a coquetear no hay que prepararse para el rechazo sino para el éxito.
Muchos tipos —¿y mujeres?— se acercan a otras personas pensando que no les van a parar bolas. Los problemas comienzan en ese momento y luego, cuando sí les paran bolas, empeoran. Muchos piensan "ella ni me determina", "ella no se va a fijar en mí", "no tengo chances de éxito". Me parece que eso solo consigue una cosa: coquetear con más torpeza. Hacer chistes incómodos. Que se autocompadezcan: "pobre de mí que no tengo acceso a ti". Hay que tomárselo en serio. "Todo lo que ocurre tiene probabilidad cero de pasar y sin embargo sucede", parafraseo a Alejandro Gaviria que no sé si cita a alguien más.
1. Saludar.
Hola y sonrisa. Tranquilidad, con eso no se corre ningún riesgo. Saludar como si fuera cualquier otra persona. Uno es probablemente, en este punto de la historia, cualquier persona. Saludar con amabilidad. No hacer nada exagerado, intentar que no se noten los nervios.
2. Usar su nombre.
A muchas mujeres no les gusta eso de muñeca, princesa, reina. Pero, independientemente de que nos guste o no, es más bonito y más íntimo usar los nombres. Eso nos acerca.
3. Interesarse.
Escuchar. Poner atención. Preguntar. Tal vez hablar menos de uno mismo y estar más atento a la otra persona. Si el sentimiento es mutuo probablemente eso haga que haya equilibrio. Una cosa que me parece importante es no forzar el humor, si no sucede, no sucede. No es cierto que nosotras querramos un tipo que nos haga reír a toda hora, es más cierto que un tipo que nos gusta nos hará reír casi sin darse cuenta.
4. Hablar con ella.
Con todas estas tecnologías modernas mucho coqueteo puede darse por mensajes de texto a través de muchos servicios y aplicaciones. Mejor llamar. "Quería saber cómo estabas, ¿bien? Me alegra". O buscarla. Cualquier excusa es buena. Si la excusa es mala es mejor. Si uno piensa "es mentira que tenía que venir aquí, este tipo lo que quería era verme", eso nos parece bonito. Sin temor a que nos demos cuenta. Con eso es más fácil saber si también le gusta a ella o no.
Si en este punto no le copian es probable que lo mejor sea construir una linda amistad y no insistir más. No hay que tomárselo mal. Las amigas también son un gran logro. Además quién quita, puede que después sí pase algo más.
Si le copian, seguir adelante. Este manual para aquí porque lo que sigue es inclasificable. Portarse querido. Tratar de revisar esas enseñanzas machistas que nos han entregado a todos y mandarlas para la mierda.
Dijo un amigo en el prólogo a esta entrada: "uno puede manejar rápido y bien, rápido y mal, despacio y bien y despacio y mal, y así es más o menos todo en la vida. Todo tiene un ritmo del que, si uno se aleja, se ve mal y al que, si se mantiene fiel, se ve bien". Hay que tratar de reconocer ese ritmo.
Cruces
Hoy una mujer en una moto se volteó decidida a mirarme y me pidió permiso para meterse a mi derecha. Después de que le dije que bien pudiera me hizo la seña con el dedo pulgar hacia arriba para indicarme que soy una bacanería y que gracias por dejarla meter.
Detrás de ella se metieron otros 17 motociclistas que seguramente también opinan que soy una bacanería pero no tuvieron tiempo sino para aprovechar el espacio que yo había cedido y no para hacerme la seña internacional de que soy una bacanería.
Desde hace años en los cruces siempre busco con insistencia la mirada de los otros conductores, hasta que me miran y yo les devuelvo una sonrisa inocente como si no los hubiera interrumpido, como si no los hubiera sacado de sus pensamientos para pedirles por favor que me dejen meter por delante suyo con una cara que les impida decirme que no.
Hoy me vi montada en una moto. Siempre tiene más mérito hacer esa jugada con casco, con gafas, en una moto y a pesar de tanta máscara que sean evidentes la dulzura, el encanto y la bacanería.
Detrás de ella se metieron otros 17 motociclistas que seguramente también opinan que soy una bacanería pero no tuvieron tiempo sino para aprovechar el espacio que yo había cedido y no para hacerme la seña internacional de que soy una bacanería.
Desde hace años en los cruces siempre busco con insistencia la mirada de los otros conductores, hasta que me miran y yo les devuelvo una sonrisa inocente como si no los hubiera interrumpido, como si no los hubiera sacado de sus pensamientos para pedirles por favor que me dejen meter por delante suyo con una cara que les impida decirme que no.
Hoy me vi montada en una moto. Siempre tiene más mérito hacer esa jugada con casco, con gafas, en una moto y a pesar de tanta máscara que sean evidentes la dulzura, el encanto y la bacanería.
miércoles, 27 de enero de 2016
Prólogo al manual de coqueteo para hombres modernos
Debido a los últimos acontecimientos nacionales en los que una mujer ha denunciado a su jefe por acoso sexual en su lugar de trabajo, se ha desatado una polémica en Twitter en la que hemos podido leer comentarios que dejan ver que hay muchos hombres que no son muy hábiles tratando a las mujeres, sobre todo cuando de enamorarnos se trata.
Adicionalmente, en una encuesta de Twitter en la que pregunté si los hombres se sienten torpes coqueteando, la respuesta, hasta ahora, es que más del 80 % ha dicho que sí.
Hay tipos originales, que dicen lo que sienten y que enamoran con lo que piensan. Que se tienen bien medidos. Que saben que todos estamos un poquito rotos. Que no temen exponerse. Que aprenden a hacerlo con gracia. Y que son inteligentes.
Adicionalmente, en una encuesta de Twitter en la que pregunté si los hombres se sienten torpes coqueteando, la respuesta, hasta ahora, es que más del 80 % ha dicho que sí.
Tipos, ¿ustedes se sienten torpes coqueteando?
— Ana María Mesa (@animesa) January 27, 2016
No sé bien a qué se debe eso, pero como siempre, este blog ofrece una hipótesis que podrá ser todo lo refutada y confrontada que quieran. Es la siguiente:
Independientemente de su calidad, los niños reciben mucha menos información sobre las niñas, que las niñas sobre los niños.
A las niñas nos sobre preparan para ajustarnos a las expectativas que tendrán los niños sobre nosotras, sobre todo si lo que se busca es que seamos "wife material": bonitas, femeninas, decentes, buenas mamás, sumisas, cariñosas, amorosas, comprensivas (los hombres necesitan muchísima comprensión), que seamos un buen apoyo, que los alentemos, que les pidamos que siempre sean mejores para que quieran serlo, que seamos nobles y compasivas.
Mi impresión es que la exigencia principal que se les pide a los niños es que sean exitosos y protectores.
No es que esos mensajes no funcionen, funcionan muy bien. Aquí va la humanidad, no estamos en peligro de extinción. Pero en primer lugar ni los niños, ni las niñas somos iguales todos, ni esos patrones de conducta valen tanto la pena como para seguirlos replicando, hay que reconocer que esos mensajes son un poco precarios. Puede haber formas mejores de relacionarnos.
Hablando con amigos, algunos me han dicho que realmente no tienen claro qué esperamos las mujeres de ellos y menos las mujeres "de ahora", aunque no sé bien eso a qué mujeres se refiera. Que los modelos femeninos evolucionaron y los masculinos no se han actualizado. Que al parecer queremos que los tipos sean sensibles, pero no amariconados. Que nos sigan seduciendo, pero que muchas veces nos sentimos agredidas por las formas que toma la seducción. Que se muestren machos y vulnerables, pero no tanto. Que nos abran la puerta. Que no lo hagan. Que nos ayuden a abrir el frasco, que nosotras somos capaces.
La revolución femenina y el feminismo se han encargado de hablar mucho sobre nuevos modelos femeninos y tal vez, si todavía no se instalan del todo, es porque falta hablar de nuevos modelos masculinos. Eso me han dicho mis amigos.
Creo que gran parte del problema de que los hombres muchas veces sean torpes en el trato a las mujeres tiene que ver con los mensajes sobre la diferencia de temperamento entre ellos y nosotras: cuando les dicen a los niños que "las niñas son temperamentales, hormonales, lloronas y muy emocionales" al mismo tiempo les están diciendo: 1. que eso es malo, 2. que ellos no lo son, o 3. que no pueden serlo. Y yo no creo que eso sea cierto. Tampoco creo que seamos iguales, pero no creo que los hombres sean ese animal básico que nos han pintado que solo piensa en fútbol y sexo.
Y así, esta sociedad (quiero decir sus mamás y papás), nos cambia unos niños sensibles y empáticos por unos tipos que no saben qué sienten y mucho menos lo saben decir.
Muchas veces con tipos que son muy queridos y buenas personas se encuentra uno con que "es que yo soy muy racional", que es una afirmación menos corriente en mujeres y que es una excusa que significa algo como "no tengo emociones", "no sé qué siento", "no sé qué quiero", "no quiero hablar", "no quiero hablar de eso", "este tema me pone incómodo", "no hablemos de nuestras emociones", "por favor, no llores", "no tengo nada para decir", "realmente, no tengo nada qué decir", "no, en este problema tan grande en el que es posible que pierda la relación que tengo contigo hace tantos años yo realmente no tengo nada para decir", "yo sí sé qué siento pero no sé cómo decírtelo", "no entiendo cómo te sientes porque yo no soy mujer", que es lo mismo que decir "no entiendo qué siente ese huérfano porque no soy huérfano". La empatía es la capacidad de ponerse en los zapatos del otro sin importar que sea diferente de mí.
Si tenemos alguna duda sobre que eso sea verdad, no nos imaginemos a los tipos que nos han tocado a las mujeres de mi edad o menores, sino a nuestras mamás. A esos hombres no les alcanzaba ni para decir eso. Simplemente no hablaban. Y sus esposas no esperaban que ellos lo hicieran.
No será lo más raro y creo que cada vez lo es menos, pero todavía es poco frecuente un tipo que sabe qué siente, sabe decirlo y no tiene miedo de decirlo.Y que además entiende lo que uno siente.
Con base en esas conversaciones con mis amigos, y con mucho respeto por todas las mujeres que en el mundo hay, sin pretender representarlas a todas, quiero dar pistas muy generales, sobre lo que las mujeres "de ahora" queremos y no queremos.
Las mujeres no queremos fórmulas de seducción, no queremos que nos enamoren con frases repetidas, no queremos que nos conquisten, si es que eso significa que nos dominen, no queremos patanerías por más que algunos repitan que solo nos gustan los guaches. A veces nos enamoramos de personas que resultan ser unos guaches, pero eso nos asusta y nos desenamora y a veces no sabemos cómo salir de ahí porque ya les hemos tomado cariño y porque todavía sobreviven patrones de conducta que no deberían ser. No queremos que piensen y que nos traten como si fuéramos débiles o frágiles. Ni mucho menos que nos traten como si fuéramos menos inteligentes o capaces.
Las mujeres queremos tipos que sepan quiénes son independientemente de nosotras. Tipos que sepan cuáles son sus cualidades y sus defectos. Tipos reflexivos que piensen en ellos mismos. Tipos que sepan cuidarse a sí mismos. Queremos que sean nobles, compasivos y buenas personas. Queremos un montón de cosas de las mismas que ustedes esperan de nosotras: que crean en nosotras, que nos impulsen a ser mejores personas, que nos comprendan (las mujeres necesitamos muchísima comprensión), que sean buenos papás y que digan que son feministas.
Las mujeres estamos esperando por la revolución masculina. Que sigan queriendo a sus mamás, pero que se liberen de ellas y que no nos busquen como su reemplazo. Que nos quieran y que nos necesiten, pero que no seamos indispensables.
Hay tipos originales, que dicen lo que sienten y que enamoran con lo que piensan. Que se tienen bien medidos. Que saben que todos estamos un poquito rotos. Que no temen exponerse. Que aprenden a hacerlo con gracia. Y que son inteligentes.
Las mujeres "de ahora" sí queremos tipos inteligentes.
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