miércoles, 16 de diciembre de 2015
Restaurantes en Manizales
viernes, 11 de diciembre de 2015
Abogados
Creo que la parte que más me gusta de mi trabajo es la de conocer gente. Hoy me escribieron dos personas a las que conocí porque las entrevisté. Una quería dejarme una información, y creo que un detalle, y la otra quería darme más información sobre otras cosas que me interesan. Me gusta que sientan que fui útil para ellos y que tal vez por eso me busquen de nuevo. Soy afortunada con el trabajo que tengo.
Durante mucho tiempo fui infeliz trabajando y por eso entiendo cuando la gente se queja de lo que hace. Me parece un poquito brusco el comentario "si desprecia los lunes es porque no le gusta su trabajo y porque no se atreve a luchar por sus sueños" que creo que desconoce que tener un trabajo en esta vida —en este modelo económico— que sea verdaderamente satisfactorio es una chiripa.
No creo que quienes están en cargos de servicios generales, quienes recogen y procesan nuestra basura, quienes tienen puestos en los que deben ser serviciales y amables con una fila infinita y variopinta de personas hayan soñado con eso desde chiquitos. Ser pobre no es una condición mental, como muchos dicen de manera arrogante olvidando que tuvieron la fortuna de nacer en un mejor barrio, es una realidad de nuestra economía y de la escasez de oportunidades.
Pero también comprendo a las personas aparentemente afortunadas que tienen cargos de los que nos parecen más dignos, con buenos sueldos, para los que hay que vestirse bonito y que tampoco están contentos.
Parece que el Derecho, por ejemplo, promete La Justicia y entrega los trámites. La filosofía promete el mundo de las ideas y entrega un salón de clase lleno de colegiales o primíparos, la medicina promete El Servicio en una de sus formas más elevadas y entrega un POS y un sistema de salud que los explota. Tal vez las ingenierías sí cumplen lo que prometen y me parece que el periodismo promete mucho menos de lo que da. Puede ser que sea porque me gusta mucho, claro. Pero a los médicos también les gusta el ejercicio médico, a los filósofos las ideas y a los abogados... Bueno, no sé qué es lo que les gusta a los abogados.
Hace tiempo hablando con un amigo me decía que hay unos trabajos en los que es muy difícil calcular el nivel de contribución que uno tiene frente a los productos de la empresa en la que está. Es decir, si soy abogado en una oficina jurídica de una Universidad, ¿cuál es mi nivel de contribución al producto de esa empresa? ¿Qué tuve que ver con La Academia? Probablemente nada. Soy un eslabón necesario para tramitar la demanda, la tutela, el oficio, el decreto. Es más fácil para un operario en una fábrica de zapatos sentir su utilidad al ver la suela que él cortó haciendo parte de un mocasín, que para un abogado que elabora un acta de grado al ver 200 estudiantes que salen de la Universidad este semestre.
Hay trabajos que no retan, que no emocionan, que no inspiran, que no conmueven, muy bien pagados y muy bien trajeados. Deberían pagarles mejor o prometerles algo más parecido a la verdad.
martes, 24 de noviembre de 2015
De la indignación a la participación
- Uno de cada seis manizaleños ha presentado quejas ante autoridades competentes y solo el 5 % de los manizaleños dice haber participado en marchas, firmado peticiones o solicitado apoyo de personas influyentes.
- El 65 % de los manizaleños dicen no haber participado nunca en ejercicios de donaciones o en acciones para apoyar ideas o personas que los motivaran.
- El 67 % de los manizaleños no participan de ninguna organización social. Y la primera organización social en la que participa un 10 % de los ciudadanos es en iglesias.
Esta invitación es para todos los manizaleños, para los que viven aquí y para quienes viven lejos (me imagino que desde la distancia a veces quisieran contribuir con la ciudad y no saben cómo, esta es una buena manera de hacerlo), para los jóvenes en las redes sociales y para los adultos que no tienen Facebook o Twitter, pásenles esta información a sus papás y abuelos, por favor, ellos tal vez quieran vincularse a la Corporación. Para mis amigos de Twitter y Facebook con quienes conversaba hace unos años sobre la idea de participar de ejercicios como estos. Y si usted no es manizaleño y todavía me está leyendo, seguro en su ciudad existe algo como la Corporación Cívica de Caldas, lo invito a participar en eso.
Pero participemos, hagamos algo más que indignarnos, traduzcamos las quejas en un ejercicio real de participación ciudadana.
sábado, 31 de octubre de 2015
La tía Lía
Hace una semana empezaron a llegar los mensajes diarios contando sobre la salud de la hermana y la tía. Que ya no ha vuelto a levantarse de la cama, que se ve cómo se va apagando, que hoy amaneció mejor, que tiene fiebre y no se le quita a pesar de los tratamientos médicos, que ya no abre los ojos, que estamos en oración todas las hermanas, que la estamos acompañando, que sabemos que ustedes también nos acompañan, que no tienen nada de qué preocuparse, que no le hace falta nada, que está tranquila, que se murió y que tuvo una muerte bella. Que ya está en donde siempre quiso estar, con Dios, sus padres y su hermano Aníbal.
Cómo se duele la muerte de alguien que se fue hace 60 años si no es con un poco de rabia por no poderla acompañar, por no haberla visto una última vez, por no haberle escrito más, por no haberle hablado más, por no haberle pedido que rezara más por nosotros, y sin reprocharle un poco que haya decidido pasar la vida lejos. Como se duele la muerte de alguien sin un poco de egoísmo. Cómo se vive una vida monástica sin un poco de egoísmo.
Luis, su papá, la lloro mucho cuando se fue de la casa. Tal vez él sí fue consciente, vio una vida completa sin una hija y lloró su muerte a tiempo.
miércoles, 28 de octubre de 2015
miércoles, 21 de octubre de 2015
Cultura en Manizales (Manizales Grita Rock y demás)
También me preocupa que es un sector sin recursos económicos, claro, pero esa me parece una consecuencia lógica de las fallas que menciono antes.
Y viene al caso una comparación que hace Octavio Escobar sobre el negocio del fútbol y el de la cultura. Dice él:
"¿Cómo es posible que unas personas supuestamente brutas -así los vemos desde el sector cultural- sean capaces de hablar durante semanas sobre un partido de fútbol manteniendo el interés y el entretenimiento y otras personas, supuestamente inteligentes, sean incapaces de hablar durante 15 minutos de un libro sin dormir a la audiencia?".
Y es que mientras nos parece que la cultura debería escribirse siempre con mayúsculas iniciales -La Cultura- y la distanciamos con ese discurso poco atractivo de los escenarios de comunicación masivos, hablando sobre ella siempre en tono pretencioso, el fútbol ha pasado de ocupar un espacio de 10 o 15 minutos diarios en los noticieros de 1980 a tener canales especializados que solamente hablan sobre eso durante todo el día, a todas las horas. Sí, también hay canales como Film & Arts, pero no es lo mismo: sabemos qué desayuna James y en qué se gasta su sueldo, pero nos parece indigno preguntar o hablar sobre los premios de Octavio y cuántas gorras alcanza a comprarse con ellos.
Eso tiene un riesgo, sí. Que el asunto se vuelva un show y que por ese camino se aliviane y pierda peso específico. ¿Y qué? ¿No es eso lo que debería hacer un proceso de formación de público? Ponerse un poco al nivel de los que espera convocar e ir especializando la conversación. ¿No ha pasado eso con el fútbol?
Hasta yo, que no tengo idea de fútbol, soy capaz de entender una conversación en la que digan que Pékerman alineó un 4 - 4 - 2. Así que sí, creo que no es muy osado decir que de tanto oír hablar de fútbol hasta los que no estamos interesados hemos aprendido algo.
Y me preocupa el asunto porque en estos días salió en La Patria un artículo en el que se debatía el apoyo que recibe Manizales Grita Rock por parte del Municipio. Ese periódico convocó a dos actores culturales para conversar sobre eso: Rafael Echeverri, organizador de MGR y Uriel Giraldo, poeta, director de Acántaros Danza y propietario de la sala de teatro El Escondite.
Y en sus respuestas Uriel dijo, y me parece gravísimo, que le parece que el aporte del Municipio a Manizales Grita Rock es excesivo. Y la respuesta de Rafael, que tampoco me gustó, dice que no es excesivo porque se paga con la presencia de 30 mil personas que invierten $1.500 millones de pesos en la economía de la ciudad.
A mí me parece que lo que habría que decir es que esa es la plata que se necesita para hacer un buen evento de rock como lo demuestra Manizales Grita Rock. Punto.
Si queremos hacer cosas buenas, bien hechas, bien producidas, con buenos carteles, eso es lo que cuestan. O tal vez más. La inversión en cultura debe ser así, sin hambre, ambiciosa. ¿Pero cómo es posible que personas del sector cultural digan que eso es demasiado o que no lo es tanto mientras sea rentable?
Esa discusión, planteada de esa manera, tiene además otras dos consecuencias espantosas: sigue dividiendo al sector: Uriel, un gestor querido e importante para la ciudad, criticando el evento de Rafael, otro gestor querido e importante para la ciudad. Y ellos dos dejándose convocar a esa conversación, distrayendo la atención sobre lo verdaderamente importante: Uriel dice en el mismo artículo que el aporte del Municipio a Manizales Grita Rock -$650 millones de pesos- obedece a más del 50 % del presupuesto local para cultura.
¡Ese presupuesto cultural de Manizales es una chichipatada vergonzosa!
¡Pues claro que con esa cifra lo único que puede hacerse es repartir inequidad! No alcanza para más.
Sobre eso y unidos es de lo que deberían estar conversando.
viernes, 9 de octubre de 2015
Lección Final de Juan Felipe Gaviria Gutiérrez
Esta última lección está compuesta de siete partes. Siete sugerencias, siete consejos, si se quiere. Nada tienen ellos de imperativo. Pueden, si así lo desean, ignorarlos, olvidarlos, o interpretarlos a su antojo. Creo, sin embargo, que les serán útiles, o, por lo menos, a eso aspiro, no sin cierta ingenuidad.
Esta lección está inspirada en una sola idea: creo que la universidad debe jugar un papel protagónico en la generación y transmisión de la cultura. En mi opinión, la universidad no debe limitarse a ser un agente pasivo en la acumulación de capital humano. La cultura, con todo lo que tiene de inquietante y, por qué no, de inútil, debe ocupar aquí un papel prominente. La creación de la Escuela de Ciencias y Humanidades es un primer paso en esta dirección.
Permítanme pues ofrecerles mis sugerencias, que vuelvo y lo repito, hablan desde la cultura a través de este no muy caro interlocutor.
Mi primera sugerencia es simple. No se tomen muy en serio ni a sí mismos ni a sus proyectos. No es esto una invitación a la irresponsabilidad. No es tampoco una apología a la pereza. Es más bien una posición ontológica que reconoce la insignificancia de nuestros avatares.
Sólo si reconocemos que el mundo puede vivir sin nosotros, que no somos más imprescindibles que la hormiga que se pasea por la pared de nuestro cuarto en una noche de desvelo, sólo entonces estaremos equipados para afrontar las complejidades de la vida de adultos.
Reírse de la vida tiene que convertirse, al menos en mi opinión, en un imperativo. Ello nos permitirá sobrellevar la derrota, nos hará sabios en el triunfo; y, lo que es más importante, nos hará menos egoístas y más conscientes de nuestra posición en el mundo, y, por lo tanto, menos susceptibles a lo mucho de absurdo e irremediable que tiene la vida.
Quiero ahora, parafraseando al poeta Joseph Brodsky, llamar la atención sobre una enfermedad de nuestro tiempo: la tendencia a buscar culpables. La lista es larga y ustedes la conocen: los profesores, el gobierno, el sistema, el jefe, y otros y otras, abstractos y concretos, nacionales y extranjeros.
Mi propuesta es clara: nunca asuman el papel de víctima. Nunca por nada del mundo sucumban ante
la tentación de la autocompasión. Aunque todo parezca venirse abajo y la evidencia sea irrefutable, nunca se digan perdedores. Y si lo hacen, recuerden que si nos decimos libres, sólo nosotros somos culpables por nuestros desafueros.
Esto me lleva a mi tercer punto. Respeten la vida no sólo por lo que tiene de bueno, sino también por lo que tiene de difícil, de complejo.
La razón es obvia: sin lo segundo lo primero carece de sentido, pues como todos ustedes lo saben, la alegría no existe sin la tristeza ni la felicidad sin pesadumbre.
Mi propuesta es clara: los invito no solo a aceptar con entereza las dificultades inherentes de la vida, sino también a buscarlas, y por qué no, a promoverlas. En otras palabras, traten de ser un poco masoquistas, pues sin un toque de masoquismo la vida es incompleta.
Sé que mi propuesta requiere especial esfuerzo pues es difícil resistir el embate del entretenimiento pasivo que domina nuestra cultura, pero recuerden que lo mejor que tiene para ofrecer la vida cuesta trabajo y que si rehusamos hacer el esfuerzo, también rehusamos al goce. Ustedes escogen.
Traten de ser modestos. Recuerden que somos muchos y que muchos de nuestros éxitos vienen a expensas de los fracasos de otros. Aunque soy algo escéptico respecto a los imperativos morales, hay dos que encuentro inaplazables: disfracen sus victorias y recuerden, además, que toda victoria inútil es un crimen.
Cada vez que se sientan superiores y sientan ese impulso de hacérselo saber al mundo, háganlo con dignidad.
Recuerden también que el arrogante cree tener la verdad. Por ello teme al sentido del humor que todo lo relativiza. Esto nos lleva de regreso a mi primer punto: si desarrollamos la capacidad de reírnos de la vida, la arrogancia nunca tocará a nuestra puerta.
De la ética quiero pasar a la estética. Mi sugerencia aquí es enfática: traten de combatir, a más no poder, la vulgaridad del corazón humano. No le hagan el juego a la prensa amarilla. No compren sus mentiras. Ignoren, así sea por un rato, las vicisitudes de la farándula.
Así mismo, traten de evitar los clichés y no sucumban ante los lugares comunes. Hoy en día cuando las ideas han dado paso a los eslogans y el arte al entretenimiento, ello se hace más importante que siempre.
Quiero proponerles que lean siempre, esto no solo los hará más conscientes de la vulgaridad que nos rodea, sino que también, y de ñapa, los hará mejores personas.
Cambiando de tema, mi próxima sugerencia es un poco más práctica. Nunca le apuesten todo al mismo número. No pongan todos los huevos en la misma canasta. No depositen todas sus ilusiones en un solo proyecto. Deseen varias cosas, mientras más disímiles mejor.
Como todos ustedes lo saben, o si no muy pronto lo aprenderán, no siempre todo sale bien. Muchos proyectos fracasan, y muchos sueños nunca se hacen realidad. Por ello nunca sucumban ante las opciones que prometen todo, pero que, a cambio, pueden dejarlos sin nada. La prudencia es siempre el mejor camino, sobre todo si ustedes, como yo, odian la tarea de disculpar ilusiones.
De otro lado, estén preparados para enfrentar la desilusión que siempre acompaña las ilusiones cumplidas. Nuestros sueños siempre prometen más de lo que dan. Como bien lo decía Santa Teresa hace más de 500 años: "se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas".
Así pues, nunca conviertan su vida en una lucha por un único y solo ideal. De allí no hay salida: si no se cumple, mal, y si se cumple, peor.
Mi última sugerencia es simple y más que apropiada para la ocasión. Hagan todo lo necesario por no ignorar a sus padres. Ténganlos en cuenta en sus decisiones y en sus oraciones. Nunca dirijan sus rabietas contra ellos: son un blanco demasiado fácil. Préstenle atención a sus consejos: ellos que han vivido más que ustedes siempre tendrán algo qué decir. La edad, sobra decirlo, confiere cierta perspectiva. Hoy, especialmente, muéstrense agradecidos pues este grado también es de ellos.
Con esto termino, Les deseo la mejor suerte del mundo. Disfruten este día, cultiven buenos recuerdos, alimenten futuras nostalgias, pues de eso está hecha la vida.
martes, 6 de octubre de 2015
La Nueva
Pensando en esta fecha recordaba ayer una conversación con mi familia en la sala de mi casa cuando estaba empezando la adolescencia, tendría 11 - 12 años, tal vez, no recuerdo. Estaba hablando con esa vehemencia con la que se habla a esa edad sobre cosas que no entendía: la paz, la guerra y la humanidad. Y recuerdo pensar o decir, no sé bien, que lo que yo necesitaba era un megáfono. Que solo necesitaba que me oyeran para convencer a La Humanidad de que El Amor era el camino. Ese era más o menos mi discurso.
Lo que me pareció bonito de ese recuerdo no fue el discurso, sino el megáfono. Porque sentí que la vida hizo un círculo y encontró un origen. Siempre creí lo que he oído y repetido durante tanto tiempo, que yo no sé qué quiero en la vida, y resulta que siempre he sabido y no lo había valorado, notado, visto, admitido, entendido: un megáfono. Un canal de comunicación. Hoy tengo varios que me sirven distinto y por los que de alguna manera editorializo con los temas o con los enfoques.
Lo que sí es cierto es que aunque lo supiera y no lo pudiera ver, no fui yo la que tomó las decisiones que me trajeron hasta acá. Tal vez la única decisión que fue mía en todo este recorrido fue la de estudiar música. De ahí en adelante todo fue de mano de El Destino y yo solo me limité a decir que sí. Llegué a Radio Nacional por estar en Radio Cóndor a donde me llevó Gabriel Eduardo Jaramillo mi profesor de Historia de la Música a hacer parte del Comité de Programación, primero y de la Dirección, después.
Hacer radio se me parece a cantar. A hacer parte de un coro donde a veces uno es el solista y otras veces, la mayoría, es la voz de apoyo para que sean solistas otros. Y donde hay que seguir un ritmo, dejarse llevar, sentir el paso que van a dar los compañeros, llevar el ritmo, bailar. Como una forma de arte que idealmente debe hacerse con belleza y rigor.
Llevo 10 años y, como siempre yo, me siento La Nueva.
lunes, 14 de septiembre de 2015
Tres obras del Festival Internacional de Teatro de Manizales
Una reseña de las obras que más me gustaron en esta versión del Festival que estuvo maravilloso.
Labio de liebre:
Coproducción de la Compañía de Teatro Petra y el Teatro Colón que vino como invitado.
Escrita por Fabio Rubiano.
Muy dura, dolorosa. Una historia sobre el conflicto colombiano. Debido a mi trabajo pude hablar con Fabio Rubiano sobre el recurso de los "chistes" que contiene. Él dice que no fueron puestos ahí para que la gente se riera y que ellos mismos se sorprendieron cuando el público respondió de esa manera. Incluso creo que algunos de esos "chistes" han sido pronunciados en serio por los criminales de este país en medio del cinismo con el que a veces hablan de sus atrocidades. Por ejemplo, como me contó Fabio Rubiano, esta frase pronunciada por los paramilitares: "nosotros sí los decapitamos, pero no jugamos fútbol con sus cabezas porque nosotros no somos unos monstruos", o algo así, justificando lo injustificable. No pude ver la obra sin abstraerme y pensar que cosas como esas realmente sucedieron. Y creo que por eso no me reí. Mis amigos, que la vieron conmigo, se rieron y comentaron que era después de la risa y justo por ella que la obra les había dejado una reflexión sobre el cinismo con el que a veces todos reaccionamos frente a la violencia en Colombia. No calificaría la obra como hermosa, aunque su escenografía y la puesta en escena lo sean, es sobre todo un sacudón en el alma y un riesgo artístico enorme. Algo debe pasar en este país que no fue rechazada con la misma pasión con la que ha sido aceptada, hubiera podido, perfectamente, pasar eso otro, hubiera podido ser repudiada. Y a veces me preocupa que no haya sido así.
Otelo:
Compañía Viajeinmóvil. Chile.
Basada en la obra de Shakespeare.
Otelo es la historia de un dictador que mata a su esposa convencido por sus aúlicos de que ella le es infiel. Nada nuevo en la historia. La gracia de esta versión es que dos actores recrean cinco personajes con la ayuda de unos maniquíes y de sus maravillosas voces. Cambios levísimos en la inflexión de la voz y movimientos precisos hacen que uno olvide que solamente hay dos personas en el escenario mientras ve diálogos entre dos personajes y una sola persona, por ejemplo. Un trabajo impecable. Fascinante. Leí que las obras que ha montado Viajeinmóvil tienen en común el uso de marionetas y la animación de objetos, les sale hermoso.
Me llamo Suleimán:
Compañía Una hora menos. España.
Escrita por Antonio Lozano
Otra obra dolorosa. La historia de las migraciones de África a Europa. Dos frases me marcaron y parafraseo porque no las recuerdo con precisión: "mientras más grande es la miseria en África más altos se hacen los muros en Europa" y "cuando se es pobre uno no puede darse el lujo de ser niño mucho tiempo". La puesta en escena es hermosísima, unas cajas de cartón sirven como pantalla para la proyección de unas animaciones que ayudan a contar la historia y también como utilería: alambrado, nevera, microondas, clóset, embarcación. Conocí a Antonio Lozano, el escritor, persona absolutamente hermosa. Él y otras personas de la compañía de teatro me contaron que una de las primeras veces que presentaron la obra lo hicieron en un colegio frente a adolescentes y que tenían susto porque ese es un público difícil. Según cuentan ellos, a los tres minutos de comenzar el auditorio se había quedado en silencio y así estuvo hasta el final cuando se dieron cuenta de que incluso los chicos que se veían más rudos estaban llorando. Una sola actriz representa tres personajes: Suleimán, el niño africano que cuenta su viaje, una mujer policía que había conocido a Suleimán cuando estaban chiquitos y que se lo vuelve a encontrar más adelante y, brevemente, al capitán de una embarcación pequeña. La historia la hemos visto en las noticias: los muertos, las injusticias, los abusos, la esperanza de miles de personas de llegar a un lugar seguro, la tragedia humana. La actriz, además, canta y la música merecería capítulo aparte si yo supiera algo más sobre ella. Hermosa, poética, conmovedora, triste... Este mundo es una mierda, pero puede ser contado bellamente.
Que ya vuelva el Festival Internacional de Teatro de Manizales.
Gracias Octavio, Elvira, La Mona, Pamela, Beatriz, Julián, Sergio, a la Junta y todos.
viernes, 11 de septiembre de 2015
Un beso
Quiero un beso que me mire a los ojos, que me tome por el cuello y que me atraiga decidido hacia él. Un beso que abra la boca entera y se pegue a mis labios completos, que venga apasionado y lleno de ganas pero que no exagere en saliva ni en lengua ni en nada. Un beso que luego me mire y sonría, que lo haga primero a los ojos y que después me mire la boca y que quiera volver a ser.
viernes, 28 de agosto de 2015
¿Es Usted una Diva Tuitera?
Deje a un lado la modestia que le pide que diga "¿Diva yo? Yo no soy diva, yo soy lo más sencillito que hay en ese lugar que sí está lleno de divas", y conteste con sinceridad.
Anótese un punto por cada respuesta positiva.
Carácter de base, principio tienen las cosas:
1. ¿Es usted hijo único o el menor de 17 hermanos?
2. ¿Ya desde chiquito se veía que lo que usted necesitaba era un escenario?
3. ¿Nunca le molestó ser el centro de atención?
4. ¿Siempre ha sido el "sutanito es graciosísimo/un plato/un pato" de la familia?
5. ¿Llegó a Twitter con el objetivo preciso conseguir seguidores?
6. ¿Todos sus tuits son ingeniosos/aforismos o ingeniosos aforismos?
7. ¿Hace juegos de palabras?
8. ¿Le da rabia cuando no le están parando muchas bolas?
9. ¿Borra los tuits que no reciben 5 RTs y 5 Favs?
10. ¿Se ha salido de Twitter solo para volver a entrar y que lo salude todo el mundo?
11. ¿Anuncia que no sabe cuánto tiempo se quedará esta vez?
12. ¿Espera que "se caiga" Twitter cuando cumple años?
13. ¿Se cae?
14. ¿Está suscrito a un servicio de esos que le informan cuántos seguidores nuevos tiene y cuántos unfollows ha recibido?
15. ¿Pide," por fis", que la gente haga o no haga tal cosa?
16. ¿Les da órdenes a sus followers del tipo "lean", "difundan", "compartan"?
17. ¿Indica qué es lo cool para usar, para decir, para hacer, para comer, en la vida?
18. ¿Tiene un diploma que lo acredita como persona muy cool? ¿El diploma se lo dio usted mismo?
19. ¿Le parece que su fama tiene todo el sentido del mundo?
20. ¿Es lógico que la gente lo ame como dicen amarlo porque Usted es de verdad, no es por nada, sensacional?
21. ¿Piensa que sus tuits hacen parte de su propiedad intelectual?
22. ¿Ha considerado escribir una antología de sus mejores tuits?
23. ¿Ya se lo han propuesto?
Acreditaciones, la carpetica con los recortes de prensa:
24. ¿Salió en la lista de los tuiteros más influyentes de Quantico Trends?
25. ¿Le gustó verse ahí?
26. ¿Su familia cree que Usted es famoso?
27. ¿Buscó a sus conocidos y se alegró de que estuvieran por debajo de Usted?
28. En esa lista hay muchas celebridades de la televisión y los medios así que seamos sinceros, ¿de no ser por Twitter usted no tendría influencia alguna más que con su mamá y su papá?
31. ¿Se pregunta por qué no lo han llamado al #PerfilTuitero de El Colombiano?
32. ¿Cree que se lo merece más que otros que ya han salido?
33. ¿Algún tuit suyo ha salido en los medios colombianos?
34. ¿Les hace RT a los seguidores que amablemente le toman la foto al recorte de prensa?
Las fotos y la multimedia:
35. ¿Su foto del avatar fue tomada... qué digo tomada, se "la hizo" un profesional?
36. ¿Le dijo al profesional que quería que la foto pareciera "tomada"?
37. ¿Tiene Instagram lleno de selfies? (El indicador que define "lleno" es más de una selfie por cada cinco fotos de otras cosas).
38. ¿Tiene selfies en ropa interior?
39. ¿Tiene selfies haciendo ejercicio?
40. ¿Tiene selfies o fotos con celebridades que conoció, reconozcámolo, gracias a Twitter?
41. ¿Tiene Snapchat y ya bajó Periscope?
42. ¿Usa esas tres redes sociales como ese escenario que estaba esperando desde niño?
Interacciones, sus interlocutores
43. ¿No responde menciones?
44. ¿Responde menciones solo a un exclusivo grupo?
45. ¿Borra las menciones que hace y deja a los demás, como si fueran hongos, hablando solos?
46. ¿No responde menciones hasta que no tiene una respuesta ingeniosa?
47. ¿Solo le hace RT a otras cuentas de Twitter iguales de cool que la suya? ¿Gente toda de más de 10K seguidores?
jueves, 20 de agosto de 2015
Los pisahuevos blancos
Me estaba poniendo la trusa azul, el tutú rosado y los pisahuevos blancos. El uniforme de ballet que llevaba en una tula. Me daba trabajo cambiarme de ropa sola. Ese día no había nadie más en el baño.
Y de pronto mi tía empezó a hablar.
Mira, mijita, pon cuidado. Anita, mija, pon cuidado. Gordita, pon cuidado. Anita, Anita, Anita, Anita. Pon atención. Pon cuidado. No, así no. Pon cuidado. No, mijita, así no. Pon cuidado, Anita. Anita, Anita, Anita, Anita. Pon cuidado, Anita. Anita, hazlo mejor. Anita. Anita, así no. Anita, presta atención. Anita. Mijita. Gordita.
La voz de la tía es estridente, pero ese día sonaba lejos en mi cabeza. Como si estuviera parada justo en la mitad de mi cerebro, equidistante a cada una de mis orejas y desde allá repitiera ese sonsonete irritante, pero apagado por la distancia y por el resto de cosas que tengo adentro de la cabeza. Lejos. Anita. Mijita. Gordita.
Primero la parte de abajo de la trusa. No, Anita, no, pon cuidado, así no. La parte de arriba que se pone como un vestido de baño enterizo, primero las piernas, luego por los brazos, hasta arriba. Pon cuidado, Anita, así no es, mijita. El tutú rosado por encima de la cabeza hasta la cintura. Así no, así no. Anita, Anita, Anita, Anita. Los pisahuevos blancos. No, Anita, así no.
¡¡Ya me vestí!!
Se fue apagando la tía Ángela mientras caminaba hasta el auditorio del ensayo con el uniforme de diario adentro de la tula, con la moña que me había hecho mi mamá por la mañana medio desbaratada por las maniobras de ponerme el tutú. Caminando incómoda en los pisahuevos blancos. Ya no la oía más. A bailar, a ballet. Qué incomodidad los zapatos nuevos.
Adela Sierra empezó a dirigir los primeros ejercicios con las posiciones típicas del ballet: primera posición, segunda, tercera, cuarta, quita, sexta, séptima, octava. Despelucada e incómoda en los pisahuevos blancos. Ahora de puntillas. Incómoda en los pisahuevos blancos. Despelucada. Acalorada. Ahora con los brazos como si fueran mariposas. Con los brazos por encima de la cabeza como en arco, de puntillas, desde aquí hasta allá. Despelucada. Que se acabe ya esta clase. Me quiero quitar los pisahuevos blancos.
Una niña se río señalando mis pies.
Me había puesto los zapatos al revés.
La tía Ángela, que ya está muerta, todavía me alega a veces adentro de mi cabeza.
miércoles, 12 de agosto de 2015
Negocios
Compré un VolksWagen modelo 76 en el 2001 por once millones de pesos. No creo que haya sido un gran negocio porque uno no compra un carro de esos para salir ganando sino porque se las da de romántico. Romántico y pobre, los VolksWagen necesitan mucha inversión. Cuando uno compra una pulga (que así les decimos en Manizales) lo que está comprando es una entretención costosa. Le cambié el piso completo porque estaba podrido y yo andaba casi como Pedro Picapiedra, con los pies por fuera. El tapete también porque, como no tenía piso, tampoco estaba en buenas condiciones. Le cambié las llantas porque el dueño anterior le había puesto unas anchas y yo además de romántica me las di de purista. Bueh... La vendí en 2002, cuando ya estaba bonita, por lo mismo que la compré. Mal negocio.
Y en 2011 hice otro negocio, uno del que sí me siento orgullosa. Hacía algunos años me había ido a vivir sola y mis muebles eran herencias de familiares que me regalaron la cama, un sillón y otras cosas que yo fui comprando con los años. Ecléctico el estilo, había desde Art Deco hasta muebles de esos de ármalo tú mismo que realmente no son fáciles de armar. Y en 2011 aproveché que iba a cambiar de casa y traté de ponerle orden al despelote.
En el directorio telefónico de Manizales salen poquitos lugares de venta de antigüedades, tres. Los visité. Hay uno en la avenida del Centro. Paso por ese sitio con regularidad, pero jamás lo había visto. No creo que nadie lo vea. Es una bodega taponada por muebles. Decir que entré es exagerar, el sitio está atiborrado hasta las banderas. Para poder entender qué hay ahí tiene que ser uno el dueño. Además a mi hermana le pareció que ese lugar tenía que estar lleno de ratas. No nos entendimos.
El otro es en la calle que queda detrás de ese lugar. El señor tenía tres cositas. Tampoco pudimos hacer negocios.
Y el tercero queda en la 23 en el centro, entre las calles 19 o 17, no recuerdo bien. Un segundo piso de lo que alguna vez fue una casa de familia y que ahora es un depósito de muebles viejos y destartalados pero con futuro. Encontré cuatro cosas que me gustaron: un escaparate, un chifonier, un sillón y una mesa.
El escaparate estaba pintado de color vinotinto con pintura de aceite y le faltaba el espejo del frente. Creo que tenía espejo porque en su lugar había una lámina de madera aglomerada que no se parecía al resto de la madera con el que está hecho. Lo pelé, apareció el cedro negro, una madera hermosísima y le puse el espejo.
El sillón y la mesa hacían parte de un conjunto. También estaban mal pintados, también los pelé, también apareció una madera bonita. La mesa me gusta porque tiene tres patas y la base es triangular con puntas redondas. Rara. El sillón lo hice tapizar con una imitación de cuero blanco. Suena mal, pero quedó hermoso.
El chifonier solo tiene de gracia la forma, más alto un lado que el otro lo que hace una base en la que tengo puesto mi televisor. La madera no es bonita y el señor que la pintó no me entendió lo que yo quería. Ese mueble sigue en proceso. Pero tiene futuro, yo sé.
El dueño del negocio hizo el avalúo de mis muebles: la cama, el sillón, un cajonero, una mesa, cuatro sillas. Creo que ninguno de mis muebles era tan lindo como el escaparate de cedro negro. Pero estaban en buen estado.
Acordamos fácil que yo le encimaba doscientos mil pesos y él se encargaba de los trasteos. Creo que nadie salió perdiendo. Es la única vez que me he sentido negociando como siento que negociaba mi abuelo que sí tenía para eso tremendo talento. Tremendo talento que no sé si tengo.
Aquí quedé fifty fifty.
jueves, 23 de julio de 2015
Los amantes
Parece que uno puede ser Chavela Vargas siempre y cuando tenga 70 años. Siempre fue tan libre. Tuvo miles de amantes. Y la condena a la soledad que le dejó esa libertad.
¿Tenemos que esperar a tener 70 años para hablar sobre la vida que estamos viviendo ya?
Parece también que lo que molesta no es que uno haga cualquier cosa: tener varias parejas sexuales, involucrarse con gente que tiene otros compromisos, ser el o la amante. Nada de eso es raro, sucede todos los días. Lo que molesta es proclamarlo, aceptarlo, asumirlo, ¿defenderlo?
Para defenderlo habría que decir que está bien. No quiero decir que está bien. No quiero caer en el juicio moral.
La libertad que condenó a Chavela a la soledad no fue la de vivir su vida como ella quisiera, sino la de hablar sobre eso sin hacerse a sí misma un juicio moral. Por no llevarlo con culpa. Tan rara, tan peligrosa esa manera tan libre de amar.
¿Nos tenemos que defender?
De lo que quiero hablar es del amor. O el amor no puede categorizarse o no estamos reconociendo todas las categorías. Una de dos.
Yo me enamoro siempre. Siempre. Y quiero que las cosas trasciendan siempre. En cada nueva relación en la que me involucro quisiera encontrar el amor. Lo que me cuesta reconocer es la forma que quisiera que tomara el amor; en general he preferido la amistad. Y lo que no se me da son esas formas que ya están narradas, esas categorías para las que uno descarga un protocolo ya establecido. Tan cómodas, tan convencionales, tan mira que te quiero presentar a mi mamá.
Reconocer que existen otras formas parece incómodo, los que hemos sido amantes no hablamos de eso, esa es una categoría inferior, "respétense, no sean plato de segunda mesa", menospreciando amores hermosos que suceden en ese lugar oscuro, íntimo, privado, secreto.
Grandes historias de amor que pueden ser narradas cuando los protagonistas tienen 70 años, cuando sale la biografía no autorizada, y ya todos están por encima del bien y del mal.
Pero el amor siempre lo está.
viernes, 17 de julio de 2015
Lo que nos dé la puta gana
No sé cuántas veces mientras duró mi adolescencia repetí que yo podía hacer lo que me diera la puta gana. Que si me tiraba la vida para eso era mía. Que no me daba miedo —tenía pánico—, que estaba segura —no estaba segura de nada—. Considerando que estaba defendiendo mi autonomía, sentía que esas peleas me dejaban sola, que no podría contar con el apoyo de nadie. Aunque realmente no lo estuviera. Aunque al final siempre estuvieron mis papás y mi hermana. Aunque la amenaza de esas peleas siempre terminara con "usted verá, Ana María". Aunque hubieran preferido que tomara otras decisiones. Ya no recuerdo bien qué fue lo que hice tan distinto de lo que ellos hubieran preferido. No es que lo haya olvidado, seguro que si hago un esfuerzo me acuerdo, pero ya no me importa. Y creo que a ellos tampoco. Ya no estamos por demostrarnos nada. Las cargas ya se acomodaron. Finalmente creo que ninguno tenía razón y la vida, siempre digo lo mismo, habló más fuerte que todos. Puede ser que no haya ganado esa pelea pero la valoro. Y también agradezco que ya haya terminado.
Ahí está mi mamá dando la de ella. Creo que me cuenta eso buscando mi apoyo porque sabe que en la casa yo tengo motivos de sobra para ser la "alcahueta".
Supongo que podría también decir algo sobre la autonomía femenina, sobre el ejemplo que nos dan a todos las generaciones más jóvenes que tal vez han ganado más libertades. Sobre cómo los cambios afectan las cosas no solo hacia "abajo" sino también hacia "arriba".
Se trata un poco de eso y se trata de mi mamá y yo. Es bonito. Se siente recíproco.
martes, 30 de junio de 2015
Burlas, autoestima y lobas
Ya mucho se ha dicho sobre el derecho a burlarse libremente que tienen todos los ciudadanos y el derecho a ofenderse a raíz de las burlas que tienen también todos los ciudadanos. Ambos derechos existen. Y ya es difícil saber cuál de los dos se merece más ser reivindicado. En todo caso ninguno de los dos derechos puede ejercerse con violencia. Pero alguien se puede reír de mi trabajo y yo le puedo contestar que es un pobre pendejo, ambos dentro de la legalidad del derecho.
Lo que últimamente me causa más gracia es las defensas que nos hacemos, el ánimo que nos damos para intentar ser mejores.
—"Los que nos encargamos de que en el exterior tengan una mala imagen de nosotros somos nosotros mismos".
—"Deberíamos dar más motivos para que hablen bien de nosotros".
—"Para qué se visten como putas".
—"Para qué exportan cocaína".
—"Para qué somos narcotraficantes".
—"Para qué somos tan corruptos".
El síndrome del mapa con Colombia coloreada de rojo donde creemos que todo lo malo solamente pasa aquí.
Hay corrupción, hay narcotráfico, hay prostitución, hay muchas cosas malas de las cuales se puede burlar cualquiera, de las cuales nos burlamos nosotros mismos. Y también hay muchas cosas bacanas para resaltar y es puro complejo no verlas. "No tenemos nada bueno y por eso nadie nos quiere", también es mierda.
¿Nadie nos dijo que no hay que pararle tantas bolas a las burlas de los demás porque siempre existirán independientemente de lo que hagamos?
Tenemos la autoestima del niño aprendiendo a montar en bicicleta que solo siente que triunfa cuando la mamá lo mira. Necesitamos la aceptación de todo el orbe para sentirnos queridos. Pues nos informo que con esa susceptibilidad nos estamos volviendo muy antipáticos.
Y también hay cosas de las que se van burlar en el extranjero y que yo no quisiera que cambiaran. Somos montañeros, folclóricos, tropicales, ruidosos. Nos vestimos apretadito, rico, a nuestras mujeres les gustan los escotes y a nuestros caballeros esas mujeres. Es parte de nuestra identidad. Negarla, quererla cambiar, indicarle a la gente cómo debe vestirse o hablar es un atropello. Es un irrespeto y es violento.
De libro de autoayuda: parte fundamental del amor propio pasa por el principio de aceptación de la realidad: esto es lo que somos.
Querámonos así, lobeznos.
lunes, 15 de junio de 2015
Mi papá está de cumpleaños
¿78 no más?
Me parece que fue ayer que yo nací.
jueves, 11 de junio de 2015
Requiescat in pace
Le habló al policía, pero como me pareció que él no sabía le contesté yo y en ese momento la vi: maquillaje pesado, los ojos azules, la boca roja, las mejillas rosadas, uñas largas y postizas que no paró de masticar mientras hablamos, un diente delantero perdido, el pelo largo, mal tinturado y sucio recogido en una cola de caballo. Fue hasta la entrada y la vi larga: una camiseta de franela de rayas azules horizontales, poco busto, un collar y una pulsera de fantasía, el culo bien parado y apretado metido entre un jean y tenis blancos. Después de un rato noté que tenía barba. No me sentí mal por mirarla, hablamos con cordialidad y me di cuenta de que ella también me estaba analizando como para salir de dudas conmigo y ser amigas rápido.
Le tomó un tiempo entender mis indicaciones. "En la Panamericana, al lado de Cementos Argos. ¿Por Lusitania? Sí, por ahí, junto a la carretera. Más adelante de Lusitania... Ahí va a ver un espacio vacío, sin árboles ni matas ni puerta de entrada, la construcción del crematorio y la estatua de Juana de Arco, no se va a perder. Yo voy todas las semanas a Jardines de la Esperanza. Eso, por la misma parte, pero Jardines queda arriba de Lusitania, en cambio el Crematorio queda sobre la avenida, en la parte de abajo. Si se pierde pregunte por ahí que cualquiera le dice".
Me contó que quiere llevarse para allá a una amiga que se murió hace seis años. Que ella se hizo cargo de su entierro y de llevarle flores todos los domingos porque "era sola en este mundo" sin padres, ni hijos, ni hermanos. Que le da pesar dejarla tanto tiempo "botadita en una esquina" del Cementerio San Esteban. Me pareció que se le encharcaron los ojos mientras hablaba.
La atendieron. La escuché contando la misma historia, preguntando otra vez que dónde queda el crematorio, que para allá quiere llevarse a una muerta, que necesita saber qué tiene que hacer en ese caso. Sí, claro, ¿cuál es el nombre? No la oímos, habló muy bajito. El funcionario pregunta nuevamente y para anotar repite en voz alta "Arturo Aroca".
"¡Arturo Aroca! Arturo la loca, así le decían. Arturo la loca", dice duro, ya entregada. Voltea y me mira riéndose, creo que avergonzada. Le sonrío de vuelta con mi mejor cara de somos amigas, yo no voy a juzgarla.
lunes, 8 de junio de 2015
Pobres siervos de los prejuicios
La cita que más me gusta de El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez:
Los hombres somos unos pobres siervos de los prejuicios -le habría dicho él alguna vez-. En cambio cuando una mujer decide acostarse con un hombre, no hay talenquera que no salte, ni fortaleza que no derribe, ni consideración moral alguna que no esté dispuesta a pasarse por el fundamento: No hay Dios que valga.
#PuraSabiduría
jueves, 4 de junio de 2015
No traguen entero
No viene al caso, pero él me contó una de las historias más fascinantes que he oído sobre la religión católica. De pronto me falte rigor contando esto, pero nolice: él creía que, debido a que el Concilio Vaticano II había sido ecuménico y muchos judíos y personas de otras religiones —malvadísimas, por supuesto— habían sido invitadas a participar, los cambios en el rito de la eucaristía, sobre todo el de eliminar el latín y pasarlo todo a lengua vernácula, habían tenido el efecto de que con esas palabras no se lograba la magia de la transubstanciación, que es el milagro por medio del cual el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y que el rito del sacramento de la eucaristía tenía básicamente eso por fin: recrear la muerte de Jesús para que su sangre continuara limpiando los pecados de los hombres. Pero lo más grave y serio es que ese es el primero de tres requisitos para la venida del anticristo. Creo que otro requisito es que la gente no rece el rosario. El último no lo recuerdo. Gravísimo.
En fin...
De lo que quería hablar era de uno de los argumentos que este conocido utilizaba para decirme que él tenía razón y que yo estaba equivocada: no estás leyendo los libros que son.
En principio yo me sentía toda intimidada, hasta que un día le dije que él cómo estaba tan seguro de que esos libros que él leía eran los que eran, los que sí eran. Por supuesto ya sabemos qué fue lo que me contestó: el libro que él citaba había sido escrito por Dios.
Pero dije que esta semana me volví a acordar de eso porque oí a alguien que usó el argumento otra vez: a usted le falta lectura. Fue enunciado implicando que lo que falta es la lectura de lo que él lee, porque su interlocutor, evidentemente, lo hace.
Y entonces me volví a acordar de lo que yo exponía en contra de Dios.
No importa qué libros lea uno, para cada exponente bien acreditado de una idea puede presentarse un antagonista reputado. El caso es que todos los libros son escritos por seres humanos. Falibles, influenciables, corrompibles, impresionables, limitados, supersticiosos, maleables, idiotas útiles. Y que lo único que uno tiene es su propio criterio y su inteligencia —falible, influenciable, corrompible, impresionable, limitada, supersticiosa, maleable, idiota útil— para tratar de filtrar de esa lectura lo que considera útil o cierto.
Así que ante cualquier Platón uno planta un Aristóteles y listo, pero mejor si discutimos yo contigo y tratamos de no tragar entero.
miércoles, 20 de mayo de 2015
León
miércoles, 13 de mayo de 2015
Otra vez Twitter
"Twitter era mejor antes", "Los mejores años de Twitter ya pasaron", "Twitter era bueno cuando no lo usaban para tal cosa": Twitter no era mejor antes. Twitter es como es. Usted pasó mejor antes y ya no lo disfruta. Es como todo, ciclos. De pronto es hora de que lo deje.
"Ascaaaa", "paaaar favaaaar", "mameeeeee", "meeejaaaa": ¿qué es eso? A qué hora empecé a seguir tantos adolescentes.
"Me dejó de seguir sutano", "ya sé quién me tiene muteada", "me bloqueó fulanito": Let it gooo, let it gooo...
"La vida es así", "ustedes no saben nada", "you know nothing, Jon Snow", "un día de estos les voy a decir cómo es la vida": vanidad de vanidades.
"Indio, marica, negro, gordo, guisa, zorra, perra, puta, ñera, mañé, ñuca, gurre, gorda, pobre": por qué sigo adolescentes. Este estilo tiene su epítome en la gente que sube fotos de otras personas para burlarse de ellas por pobres, por feos o porque no les gusta su ropa. Adolescentes hay de todas las edades.
"Ola de unfollows", "los atiendo de a uno": ninguna opinión es tan importante.
El punto antes de la arroba por un lado:
.@sutano dará una conferencia sobre literatura el próximo viernes en tal parte.
.@sutano acaba de decir tal cosa noticiosa.
.@sutano está preguntando si alguien sabe tal cosa.
Y por otro lado:
.@sutano jajajajaja
.@sutano JAJAJAJAJAJ
.@sutano Gracias, tú también eres muy linda.
.@sutano ¿usted está diciendo que yo estoy equivocado?
.@sutano *comentario ingenioso*
No nos interesan todas sus conversaciones.
"Genia, tuitazo, idola, te amo, bebé". Qué empalague. Y qué trampa para el ego. En mi experiencia la gente que primero lo deja de querer a uno es esa que lo quiere sin criterio.
Los justicieros. Los indignados. Los que se creen mejores que los demás. Los que andan señalando y juzgando. Yo. A veces todo me cae gordo. Y a veces nada de esto me importa. Son los mejores días.
También sé que la gente es libre. Sé que yo a veces hago todo esto y que puedo ser fastidiosa. Pero todos tenemos derecho a tener neurosis. Está en la constitución.
También puede ser hora de que yo lo deje.
lunes, 4 de mayo de 2015
Quiero tener un cuento para contarle a un niño
Quiero tener el fuerte abrazo de la vida.
Quiero tener un sueño para cantarle al aire,
Quiero tener una razón para morir por alguien.
—¿Usted sí hizo arreglar la llanta de repuesto para irnos para Medellín sin contratiempos?
—Sí.
—Acuérdese que esa llanta estaba muy mal remendada y tenía un zapato.
—...
—¿Seguro?
—Que sí, hombre.
—Hm... Ojalá no vayamos a tener problemas.
Quiero ser agua fresca paloma en vuelo,
Quiero ser lo que esperas de mí,
Y escuchar tu sonrisa que alegra el alma,
Compañera de viaje hasta el fin.
—Esto por acá cómo está de solo.
—Es que ya está tarde, ya todo el mundo se fue a dormir.
—¿El carro está jalando para un lado?
—...
—¿Será que nos pinchamos?
—Venga ayúdeme a cambiar la llanta.
Caminar por la arena con los pies descalzos,
Contemplando una puesta del sol,
Y perderme a tu lado contando estrellas,
Deshojando una noche de amor...
Quiero tener un cuento para contarle a un niño,
Quiero tener un sitio al sol donde vivir contigo.
—¿Para dónde va mi papá?
—A hacer arreglar la llanta que se nos pinchó a Medellín, mi amor.
—¿A pie?
—Con alguien que pase por aquí y lo quiera llevar hasta allá.
—¿Solo? ¿Nosotras no vamos con él? ¿No le va a pasar nada?
—Trata de dormir un rato como tu hermanita, mi amor.
Quiero tener la dulce calma del que espera,
Quiero tener la puerta abierta del que llega,
Quiero una mano amiga para curarme el alma,
Quiero tener una canción para ponerle alas.
—¿Qué hora es?
—Las tres de la mañana.
—¿Ya llegamos a Medellín?
—No, tu papá está cambiando la llanta.
—¿Si la arregló bien esta vez, mami?
—Sí, mi amor.
—Mami, ¿cambiamos la música?
martes, 21 de abril de 2015
Pastora
Me lo pusieron los papás de una amiga. No recuerdo sus nombres, pero eran unos señores mucho más adultos que mis papás porque mi amiga había nacido diez años después del que suponían sería el último de sus tres hermanos. Para mí eran unos abuelos.
En una época me invitaron a su finca muchas veces y muy seguido. Íbamos en un Land Rover viejo e incómodo con el mercado, la comida para no sé qué animales, Toña, la perra pastor alemán y nosotros cuatro: los papás de mi amiga, ella y yo.
Mi amiga, que iba en la parte de atrás con Toña y todas esas cosas, se dormía dos segundos después de haber salido de su casa. Y por eso, yo prefería irme adelante, sentada entre sus papás, conversando.
Pasábamos delicioso charlando. O eso sentía yo. No tengo ni idea de qué hablábamos, pero recuerdo que conversábamos todo el camino desde Manizales hasta su finca, que quedaba como a dos horas saliendo por la vía a La Linda y desviándose hacia Lisboa.
Desde la primera vez que fuimos a su finca ellos me pusieron el apodo ese. Y de ahí en adelante esa fue siempre la manera en la que se referían a mí. Nunca fui en esa casa Ana María, sino "Pastora, baja a desayunar", "Pastora, ¿quieres helado?", "Pastora, cuidado te muerde Toña que no le gusta que la gente corra", "¿Vas a ir con nosotros a la finca este fin de semana, Pastora?", "¡llegó Pastora!", "Ayúdenle a Pastora a organizar su cama" y así. Por lora, por conversadora, por charladorcita.
El apodo no me amilanó. Seguí haciendo méritos, entre otras porque estos señores tan abuelos lo decían con profundo cariño y creo que con tristeza de que mi amiga no les conversara casi y yo sí.
Hoy, hablando de alias, recordé a los papás de Ana Milena, unos abuelitos que tuve yo.
jueves, 26 de marzo de 2015
La ley de la atracción, hipótesis
Es altamente probable que la atracción que siente una persona por otra sea correspondida.
Desarrollo:
¿Cómo se desarrolla una hipótesis _de este calibre_ con rigor científico? Ni idea. Pero empecemos.
No estoy hablando de amor. No esto hablando ni siquiera de que estas dos personas, que altamente tienen probabilidad de gustarse, lleguen siquiera a cogerse la mano. Puede ser que toda la historia no pase de una sonrisa. Estoy hablando de esa sensación inicial de encontrarse con alguien en una mirada, en una sonrisa, que delata la probabilidad, baja, de que pase algo, pero alta de que haya sincronía, armonía o algo parecido a eso entre ellos. De entrada hay una aceptación, un "si tú me miras y yo te miro, puede ser". Es factible que luego uno descubra que el otro tiene mal aliento, que está comprometido, que dice cosas que no tienen nada que ver con uno, que no, en definitiva.
De todas maneras me parece importante establecer que esa probabilidad es alta. Así al final no logre concretarse casi nada. ¿Por qué me parece importante establecer eso? Bien, por lo siguiente: a la humanidad le hace falta fe.
Consideremos el conjunto A (ya estoy hablando como académica del área de las matemáticas) como el conjunto de personas que creen que el gusto que sienten por alguien es recíproco. Y consideremos el conjunto B como el conjunto de personas que finalmente —digamos esto solo para los fines teóricos— llegan a casarse.
Todos sabemos que el conjunto B es muchísimo menor que el conjunto A. El amor no es fácil. En el camino se pierden muchos romances. "No le gustas a mi mamá", "no me gusta como me tratas", "no quiero lo mismo que tú", "no estamos en el mismo momento histórico", "no eres tú, soy yo", "me gusta otra persona", "no puedo darte ahora todo eso que tú te mereces", "no queremos lo mismo", "vamos muy rápido", "eres muy celosa", "eres muy posesivo", "yo no quiero hijos y tú sí", "ya vi bien que no me gustas", "no veo cómo vamos a construir un futuro los dos desempleados", "es que dices tapsi". En fin...
Lo que sí creo es que si esa sensación inicial supera los primeros obstáculos tiene cada vez más probabilidades de sobrevivir y de llegar lejos. Me voy a apoyar en lo que le hace la naturaleza a la vida, es decir, esta es una hipótesis con base biológica: la infancia es un momento terrible en el que es altamente probable que uno muera, por eso la protección de los padres, las miles de vacunas, etc. Pero si uno sobrevive a la infancia se elevan las probabilidades de llegar a la vejez, incluso pasando por la juventud. La juventud es también difícil. Si uno es capaz de sobrevivir a su propia estupidez, que durante la juventud se eleva al cubo, se elevan las probabilidades de llegar vivo a la vejez.
Eso mismo pasa con esa sensación inicial, con ese click de conectarse con una mirada. Si esa sensación es capaz de sobrevivir a toda la maraña de prejuicios, miedos, culpas, falta de confianza y timidez de las partes implicadas, será cada vez más fuerte y tendrá mayores probabilidades de avanzar a la siguiente etapa. Estoy segura.
Pero si de entrada uno siente eso y piensa "yo qué le voy a gustar a esta persona", pues mató al embrión del amor. Porque sí, la infancia es terrible, mata sin compasión.
¿A quién le duelen todos los romances que no fueron?
Solo a veces alguien se entera de que siempre le gustó a una persona que siempre le gustó.
Par de bobos. Qué dolor.
No es solo por hacer más grande al conjunto A. También es por recuperar la fe, por atreverse más, por ser más irresponsables que nadie llegó muy lejos midiendo todos los pasos.
miércoles, 4 de marzo de 2015
Pasan cosas
Pero eso no evita pues que pasen cosas y que quiera escribir sobre ellas. O que no pasen y quiera decir que "por ahora no pasa nada relevante, pero está bonito este momento". Y no se entiende, porque a cuento de qué quiero contar que no pasa nada.
Me gusta este momento de mi vida del que me da tanto trabajo hablar. Me gusta por tranquilo. Porque es raro que yo haya llegado a un momento tranquilo en el que ya no quiera justificarme aunque lo haga todo el tiempo, porque supongo —siento, ¿vio? emociones— que el tono para hacerlo cambia. También me gusta por lo que tiene de "dejemos de hablarnos mierda, Ana María", aunque me la siga diciendo, son cambios lentos, creo, pero ahí están. Dejar de evadirse. Enfrentar la tristeza, dejarla ser a ver qué sale de ahí. Dejar de esperar que la vida sea magnífica. Dejar de exigirse encajar incluso con las expectativas más aterrizadas de tanta convención social con presiones inexistentes.
Esta soy yo y es lo que hay.
No pasa nada. Y pasan muchas cosas.
Pasan cosas. Y no pasan como huracanes, dejándome la sensación de que no pasan cosas.
Como una palmera grande y vieja a la orilla del mar a la que solo se le cae una hoja cuando pasa un ciclón. Una palmera soberbia que se atreve a decir eso con el ciclón ahí.
¿Vio? No se entiende nada.
martes, 20 de enero de 2015
Quiero ser agente de tránsito
¿Qué es eso? Lo preparan a uno para la guerra en la ciudad, para tener unas relaciones a la defensiva con los que conducen otros carros. "No vaya a cometer ese error de mirar a los demás porque usted va a sentir compasión y aquí no se puede permitir ese sentimiento". "No mire a ese otro ser humano que necesita pasar por ese carril que usted está ocupando y que es suyo y solamente suyo".
Yo le hice caso mucho tiempo y debo decir que termina uno portándose como un imbécil madreando a todo el mundo, pitándole a la señora de 60 años que se demora un poquito más para bajarse del carro, alegando porque la gente no sabe manejar, porque no se saben parquear, porque para qué sacan ese carro si no lo saben poner a más de 40, porque no conocen la quinta, porque no saben arrancar en falda, porque la gente no hace sino estorbar. Uno se convierte en Goofy en este video de Disney.
A mí me gusta de Manizales que la gente casi no pita, que muchos te dan paso aunque tengan la vía, que en la zona del Cable respetamos la cebra (deberíamos extenderlo a toda la ciudad, no entiendo bien por qué pasa eso solo allá, ¿será por la cantidad de gente que camina?) y que hacemos contacto visual con el conductor del carro del lado aunque no nos hayan enseñado a hacerlo.
Me gusta que demos la vía, que en los trancones espontáneamente vamos pasando uno de aquí, uno de allá, que le demos paso al peatón, que dejemos pasar a la buseta, que la buseta te deje pasar a ti, que los taxistas sean en su mayoría amables, que nadie le pite al carro que está estorbando porque quizá tiene que estorbar, porque de pronto se está bajando alguien que no puede hacerlo más rápido, que entendamos que hay gente que apenas está aprendiendo a manejar y que tienen derecho de salir a meter la pata, que comprendamos que en la vida es muy difícil que no nos estorbemos viviendo en comunidad y que seamos pacientes con eso.
Quizá tengo la realidad alterada y no veo que estamos llenos de Goofys, yo sé que los hay. Pero tal vez irme al mundo amablemente me ha traído más de lo mismo, amabilidad. Y tal vez si alguien empieza por ser amable, por no usar el pito a toda hora, por ceder el paso, por mirar a los ojos al otro en lugar de echarle un madrazo... Quizá esas cosas se van pegando, se van extendiendo, se contagian, se vuelven la manera amable en la que nos relacionamos con los demás.
Me preocupan las motos, que me parece que lo hacen muy mal. Me preocupan los ejemplos de otras ciudades, me preocupa que no veo campañas al respecto, me preocupa que por no destacar que estamos haciendo algo bien no lo valoremos. Manejar en Manizales, a pesar de la cantidad de carros, sigue siendo una experiencia amable. No lo vayamos a dejar perder.
domingo, 18 de enero de 2015
Premio de montaña
Escribiéndole a un amigo le decía que creía que había logrado llenar de sentido mis cosas. Mi vida, para ponerlo bien trascendente.
¿Cómo le otorga uno sentido a su vida? Creo que muchos lo hacen en la medida en la que proyectan un futuro y empiezan a apostarle a eso, a invertirle, a meterle plata, literalmente: compran una casa, pagan sus estudios, se mudan, cambian de país, se enamoran y construyen algo con otra persona. En ese sentido los hijos, creo, son la proyección de futuro más importante. Esa proyección ayuda a llenar de sentido el día a día. Hay una meta, un lugar al cual llegar. Un motivo para levantarse todos los días y meterle empeño a la vida.
En alguna parte leía que uno llega a este mundo con la batería llena para un primer buen impulso. Que luego los hijos son como una recarga a esa batería y ayudan a darle un segundo empujón. Y que al final, los nietos son la tercera recarga para llenar de motivos los últimos años de la vida.
Y yo —como mucha gente, no es que tenga nada de especial— nada de eso.
Cómo lleno yo de sentido mi vida que me he negado tanto a proyectar en el futuro porque, como tantas cosas románticas y hippies que creí, me comprometí con lo de vivir el presente sin hacer muchos planes porque para qué, si me puedo morir ya. Es raro vivir tanto tiempo medio desapegado de todo porque en cualquier momento se acaba el circo y ese momento se demora más de lo que uno creía en llegar.
Eso fue lo que logré. La manera en la que lo hice me da mucho pudor contarla porque suena ridícula, pero son cosas muy sencillas que hacen mi cotidianidad más simple, más fácil, más ligera, más rutinaria.
No es que ya no me gusten las olas y las sorpresas. Pero creo que entendí que hay que equilibrarlas.
sábado, 3 de enero de 2015
Limpieza de fin de año
Todo eso me parece que sobra ahora que tengo más claridad. Esta es la vida que vivo en la que no necesito todas esas cosas porque esta no es la casa de nadie más sino la mía. No sé bien eso qué significa, pero así se siente y le estoy apostando a eso.
Todavía sobran muchas cosas.